Corren vientos de cambio en varias gobernaciones y en especial en la de Santa Cruz que ha prometido avanzar hacia el federalismo. Si bien es cierto que el tema de la autonomía resulta secundario frente a otros desafíos actuales como el de la pandemia, crisis económica y la ausencia de un estado de derecho, no es menos cierto que la población cifra buena parte de sus expectativas en avanzar en el tema autonómico.
La fuerza política que ocupó la gobernación de Santa Cruz durante quince años desapareció de esa entidad en buena medida porque la población percibió que había abandonado ese proceso. No hay otra explicación habida cuenta que se considera que hizo una gestión aceptable y sin denuncias de corrupción. Y la desaparición se produjo a pesar de que se le reconoce a la gestión de Rubén Costas una valiente y decidida lucha por las autonomías traducidas en dos referéndums exitosos que culminaron en una amplia aprobación popular de un estatuto de autonomías de verdad, el año 2008. Hay pues una lección para aprender.
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El gobernador Camacho ha prometido luchar por la reconducción del proceso y de entrada hay que aplaudirlo por ello. A esa actitud debe, en gran medida, su votación, por lo que de su desempeño en esta materia dependerá también buena parte de su apoyo. Así es Santa Cruz. Tiene enfrente, empero, en el gobierno central, un muro centralista radical y peligroso con el que no será fácil lograr acuerdos en materia de autonomización de los departamentos.
En lo que va de su gestión, el gobierno central ha demostrado escasa vocación de diálogo y ha dado muestras de una nula vocación autonomista, como la reciente negativa a utilizar a la policía en medidas que adopten los municipios y gobernaciones, o a liberar la restricción de la importación de vacunas.
Estamos más centralizados de lo que uno se puede imaginar a simple vista. En la última década, el gobierno central ha centralizado el país de manera sistemática y tenaz a través de leyes y decretos, muchos de ellos inconstitucionales, como lo demuestro en mi último libro “Las autonomías centralizadas”. La estrategia debe centrarse en lograr primero, alianzas con otras gobernaciones y municipios para lograr un espíritu de cuerpo nacional a efecto de lograr avances en el proceso de autonomización. Hay pues, muchísimo por hacer y para ello la gobernación requerirá una robusta secretaría a cargo de este tema, capaz de soportar un trabajo arduo y de calidad técnica. Los procesos descentralizadores persiguen en el mundo entero el bienestar de las mayorías y eso no puede ser una excepción en este país.
Es necesario ajustar la narrativa a la realidad, que al mismo tiempo renueve la esperanza de la población con base en un compromiso de lucha. Reconocer que el país está más centralizado que nunca y que se luchará por cambiar esa realidad por muy duro que sea el camino que se tenga por delante. Hay que abandonar la política de pretender cosechar réditos políticos en base a pregonar una autonomía inexistente en los hechos. La gente se da cuenta. La lección de los recientes movimientos revolucionarios de la sociedad civil demostró que, por sobre todas las cosas, valoran el intento, la vocación genuina, el coraje, la lucha, aunque no se consigan los resultados deseados.