Emilio Martínez Cardona
El pasado mes de mayo, en Argentina, el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia condenó a 31 personas por la megacausa de narcotráfico “Arenas Blancas”. Se trata de un fallo histórico, en un proceso judicial alargado por la pandemia y que comenzó en 2014, con un operativo espectacular que abarcó la movilización de 450 policías, 90 vehículos, 67 detenciones y 75 allanamientos.
Ese despliegue logró desactivar una red con eje en Puerto Madryn, que incluía el lavado de dinero del narco a través de dos empresas de ripio, “Áridos Quiroga” y “Áridos del Valle”, detectándose además la participación en el esquema de una legión de contadores, abogados, notarios y gestores.
La cita de esta noticia del vecino país viene a cuento de realidades que parecen estarse dando en Bolivia y que ya comentamos en dos columnas anteriores, Perjuicios de la Narconomics y Medidas contra la Narconomics.
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Recordaremos someramente que, un mes y medio atrás, la Brigada Parlamentaria Cruceña inició una serie de investigaciones a raíz de las denuncias planteadas por los productores de ripio de las cuatro cuencas hidrológicas de Santa Cruz, quienes vienen advirtiendo sobre una competencia desleal de los áridos del Chapare.
Extrañamente, estos llegan desde el Trópico de Cochabamba, a 400 kilómetros de distancia, a precios muy inferiores a los de la producción local cruceña, lo que ha llevado a que en la referida reunión de la Brigada se hablara de una “presunción de lavado de dinero”, como mecanismo que explicaría la subvención de precios al ripio chapareño.
Ya en el 2019, el Premio Nacional de Periodismo, Humberto Vacaflor Ganam, había señalado en su artículo Piedras y droga que “la FELCN debería tomar nota y proponerse averiguar el misterio de las piedras que los camioneros del Chapare llevan hasta Santa Cruz para venderlas a las empresas constructoras. Camiones que llevan ripio o piedras desde Chapare a destinos más próximos inclusive a la frontera con Brasil”.
Y agregaba: “empresas estatales o semiestatales compraron el ripio del Chapare en Santa Cruz, favoreciendo un flujo que, ahora se puede sospechar, podría beneficiar al narcotráfico”.
Más recientemente, en otra columna titulada Droga y arena, Vacaflor ha hablado de la existencia de una especie de “drogaducto disimulado, que sus capos justifican diciendo que el ripio y la arena del Chapare es de muy buena calidad”.
Todo parece indicar que en Bolivia también hay “Arenas Blancas”, donde uno de los principales insumos de la industria de la construcción podría estar siendo utilizado en mecanismos de lavado de dinero del narcotráfico, si no es que también en aspectos logísticos de ese negocio ilícito.
Pero cabe dudar que veamos un despliegue como el registrado en Argentina para desbaratar las bandas de narco-ripieros.