Emilio Martínez Cardona*
En ambas naciones, la ciudadanía volverá a ir a las urnas en noviembre, en el caso de Argentina para los comicios legislativos de medio periodo y en el de Chile para elegir a un nuevo presidente.
Es probable que la defectuosa gestión de la pandemia le pase factura a Alberto Fernández y al Frente de Todos (kirchnerismo y aliados), aunque se alista una batería de medidas populistas para contener la debacle. Medidas que ya se iniciaron con un aumento al salario mínimo que puede ser licuado de manera muy rápida por el proceso inflacionario.
Un problema importante para el “kirchnerismo ampliado” que representa el presidente argentino es que ya no puede repetir el truco utilizado en las elecciones generales del 2019, donde ensayó una postura más moderada que la de su ahora vice Cristina. La gestión gubernamental ha demostrado que son lo mismo y eso le quita poder de llegada hacia el centro del espectro político.
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Del otro lado de la “grieta”, como se llama en Argentina a la polarización generada principalmente por el estilo confrontacional de Cristina Fernández de Kirchner (CFK), la coalición de Juntos por el Cambio prepara una oferta plural, que va desde el republicanismo liberal de Ricardo López Murphy hasta las opciones socialdemócratas impulsadas desde la Unión Cívica Radical, con el neurólogo Facundo Manes a la cabeza, pasando por las alternativas que baraja el buque insignia de esa alianza, el Pro.
Esta pluralidad y estos matices, en la medida en que se procesen en unidad, le dan mayor chance a este espacio de crecer hacia el centro, representando una ventaja estratégica fundamental frente al otro gran bloque.
Entonces, las perspectivas en Argentina son relativamente auspiciosas sobre un fortalecimiento del balance y el contrapoder parlamentario, sobre todo para frenar el copamiento del sistema judicial que espolea CFK.
En Chile las cosas parecen más complicadas, con una pérdida de discurso de la centroderecha que deja la contienda prácticamente como una disputa entre la izquierda moderada y la radical. La primera, articulando a la ex Concertación, probablemente con un candidato socialista a la cabeza, aunque los recientes comicios municipales mostraron cierto renacimiento de la democracia cristiana, que podría buscar el liderazgo.
En la izquierda radical aparece la figura del comunista Daniel Jadue, cuya eventual victoria completaría un cuadro trágico en la región andina, si es que además se confirma a Pedro Castillo como ganador de las borrosas elecciones peruanas, que merecerían una auditoría de la OEA y una repetición del ballotage bajo garantías de transparencia adicionales.
Un factor a considerar en Chile es el devenir de la Asamblea Constituyente, que comenzó con pie izquierdo eligiendo como presidente a una activista de posturas extremas. Las nuevas reglas que dibuje la Constituyente serán la cancha en la que tendrá que moverse el próximo mandatario, reglas que previsiblemente incluirán un mayor intervencionismo estatal en la economía y cupos de discriminación “positiva” contrarios al principio de igualdad ante la ley.
*Escritor y analista político