El constitucionalismo mágico latinoamericano

Emilio Martínez Cardona*

“Si alguien leyera en el siglo XXIII las constituciones que teníamos bajo las peores dictaduras, pensaría que aquí estábamos en la Arcadia, porque todas las regulaciones de la realidad humana eran perfectas. Pero, muy por el contrario, la realidad ha sido la de los caudillos”. Las declaraciones precedentes pertenecen al escritor nicaragüense Sergio Ramírez y son parte de una conversación que sostuvimos hace muchos años, en un evento internacional realizado en el Centro Patiño de Cochabamba, diálogo que en su momento volqué en forma de entrevista.



Es oportuno recordarlas, en momentos en que otros dos países de la región, Chile y Perú, se disponen a iniciar nuevas aventuras constituyentes que prometen un supuesto paraíso igualitario.

Si tenemos en cuenta la experiencia previa de Venezuela, Ecuador y Bolivia, los experimentos del “constitucionalismo mágico latinoamericano” -que cree cambiar la realidad extendiendo catálogos de derechos sociales-, pueden acabar de dos maneras: en un simple artificio de dudosa aplicación, sin relación con la vida cotidiana de los ciudadanos; o convirtiéndose en una compleja excusa jurídica para introducir el prorroguismo presidencial indefinido, en función de los intereses de algún caudillo de la izquierda populista. También es posible, o altamente probable, que el resultado final sea una mezcla de ambas cosas.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

Por supuesto, la invención de este constitucionalismo mágico no es sólo una creación latinoamericana, sino que proviene en gran medida de la Madre Patria española (Padre Matria, tal vez deberíamos decir ahora, de acuerdo a las ocurrencias de la neo-lengua en formación). Recordemos, por ejemplo, el rol cumplido por varios asesores ibéricos afiliados a la alianza neocomunista Unidas Podemos, en la redacción de las constituciones del socialismo del siglo XXI.

En otro tramo de la conversación citada, Sergio Ramírez analizaba la influencia francesa que en cierta etapa fue decisiva sobre la cultura de la región, y que puede explicar este fenómeno: “Como si se tratara de un juego de espejos, muchas veces nos hemos visto en lo que piensa Francia acerca de nosotros. Creo que el realismo mágico fue una gran invención francesa; Alejo Carpentier puso el espejo del Caribe para que los franceses vieran lo que querían ver”.

¿El constitucionalismo mágico latinoamericano puso el espejo político para que la izquierda española viera lo que quería ver, en una nueva versión del mito del buen salvaje devenido en buen revolucionario?

Lo cierto es que la idea del Estado Plurinacional, que permeó las constituciones de Bolivia y Ecuador, y que se pretende reeditar en Chile y Perú, no es una concepción endógena nacida de los “pueblos de Abya Yala”, sino un constructo académico basado en el austromarxismo, en particular de las propuestas de Otto Bauer para el viejo imperio austrohúngaro, pasadas por el tamiz de los podemitas españoles, que ven a América Latina como un laboratorio del tipo de reingenierías estatales que aspiran a aplicar allá, en la Padre Matria.

*Escritor y analista político