Dos de agosto


– ¡Viva el día del indio!

– me dijo alegre, bailando y a modo de saludo don Eliodoro, un colla tuerto que es mi vecino.



Se acercaba con dos bolsones de viaje en las manos.

Fue ayer.

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Yo estaba con mi asiática en la reja, ya de ida pa la feria y elay, apareció el hombre, alegre en pleno dos de agosto.

– ¿Que festeja don Eli?

-dijo mi asiática, mientras el colla clavaba sin disimulo la mirada, en el escote de mi propietaria.

– ¡Festejamos el día del indio y en homenaje a eso, tumbaremos la estatua del asesino Colón, luego, prenderemos fuego a la calle Isabel la Católica, más adelante, eliminaremos la Navidad porque no necesitamos dioses extranjeros y después le cambiaremos el nombre a la calle España.

-dijo el fanático.

Uhhgg, grave.

Ahí le vi la mirada molesta a mi asiática.

Entonces ella dijo:

– Para empezar, usted no es indio, menos indígena. Usted es más mestizo que el taquirari.

– No hermana asiática, nuestro hermano Evo nos ha enseñado y por si no sabe, el hermano Evo es el primer presidente indígena de América.

-respondió el adoctrinado azulejo.

No puej…

– Evo al igual que usted, ni siquiera es indígena. Evo es un cholo que se avivó y personas como usted le creyeron el cuento del pobre indígena.

-dijo fríamente mi asiática.

¡Erda!

Peló el ojo don Eliodoro y ya iba a respingar, pero mi valiente asiática siguió hablando.

– Para que se informe bien escuche: El primer Presidente indígena del continente americano fue Benito Juárez, presidente de México. En Bolivia, el primer presidente indígena fue Andrés de Santa Cruz, un hombre de linaje aimara y descendiente de incas.

-le dijo la hermosa flor de loto.

¡Qué mujer!

Ya iba a responder el cíclope alteño, pero lo interrumpí pa que no se haga largo.

– Me tengo que ir a la feria, otro día la seguimos

-dije yo.

– A propósito, ¿adónde viaja?

-pregunté mirando los bolsones del paisano.

– Ah, estamos yendo a la Chiquitanía, el presidente Arce entregará nuestras tierras el viernes y debemos estar presentes.

-dijo sin inmutarse el hombre, luego se despidió y se fue.

¿Qué tal?

Me subí a la peta y mi asiática se puso melosa. Metió la cabeza por la ventanilla pa besarme el coto, pero en el afán se le subió la faldinga y justo pasaba un motoquero.

Entre arrumacos solo alcancé a escuchar un ruido seco.

Finalmente arranqué y a pocos metros me topé con el motoquero que levantaba su moto del suelo y se sobaba las tabas peladas.

Aceleré y me fui a la feria a vender muchos libros.

 

El ESCRIBIDOR.

Fuente: Facebook El Escribidor


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