Kant en bicicleta

Emilio Martínez Cardona*

Han pasado ya 36 años desde que, a los 13, me calzaba el uniforme deportivo y partía en bicicleta hacia mis supuestas clases de educación física, desviándome en realidad a la biblioteca municipal donde, ya apartado por una cómplice funcionaria, me esperaba un ejemplar de la Crítica de la razón pura.



Después, me entretenía leyendo en un parque sobre categorías y juicios sintéticos y analíticos, apodícticos y asertóricos, hasta que pasaba el tiempo hipotéticamente dedicado a los quehaceres gimnásticos y retornaba, más kantiano que atlético, al hogar.

Esa “metodología predelictiva”, con la cual también fumé mis primeros cigarros, se mantuvo todo ese año y en los siguientes, aunque los 13 sean los mejor preservados en la memoria: fue cuando publiqué mi primer artículo en el diario La Unión (Minas-Uruguay), una lectura ininteligible del oscuro Heidegger.

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Ya que hablamos de él, por el ritual bicicleta-biblioteca-parque pasó El ser y el tiempo, y luego El ser y la nada de su discípulo Sartre. También la infaltable República de Platón y el muy abstruso Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente de Schopenhauer.

Después, por mediación de los escritos borgeanos o borgesianos, que incluían frecuentes referencias a Berkeley, Spinoza y Hume, me fui adentrando cada vez más en la literatura, ficcional pero de trasfondo metafísico, y ese fue el camino que siguieron mis libros de narrativa publicados en las dos últimas décadas.

Ahora, reúno en un volumen ensayos y artículos sobre asuntos de estética, filosofía política, relaciones entre ética y economía, filosofía de la historia, del lenguaje y de la cultura, esperando que quizás algún día un estudiante rebelde disienta de la convencional currícula, escabulléndose en bicicleta para leer estas páginas en el parque.

El título de esta colección, publicada por Editorial 3600 y que presenté en la reciente Feria Internacional del Libro de Santa Cruz, es Filosofía en la hamaca, y hace alusión a uno de los ensayos recopilados, dedicado a lo que el pensador cruceño Manfredo Kempff Mercado denominaba la “aporía guaranítica”: la hamaca como “sedante para el alma, que brinda descanso, apacigua el ánimo y transmite a su ocupante una vaga sensación de distanciamiento de la realidad, de levitación imaginaria”.

Entre los temas recurrentes del libro no podía faltar la crítica a los proyectos totalitarios, tanto a los de cuño marxista como a los de tinte fascista (“socialistas nacionales”), que comparten más substratos en común de lo que suele pensarse.

En el acto de presentación tuve el honor de contar con el comentario de la escritora y pedagoga Angélica Guzmán, quien señaló: “Creo firmemente que sólo el arte y el conocimiento nos pueden hacer libres. Leamos y luego me darán la razón”. Me quedo con esas palabras.

*Escritor y analista político