De los laberintos se sale por arriba


Federico Serra Villarroel

Se dice, en general, que de los laberintos se sale por arriba. Es decir, no vamos ni para la derecha, ni para la izquierda y menos por cualquier lado. ¿Esto sería lo que pasando con la política en Bolivia? Veamos…

La oposición insiste en hablar del fraude, mientras que sus similares oficialistas ya casi no insisten en la ficción del Golpe de Estado, pero sí, ponen en evidencia su poder mediante el tratamiento del Proyecto de Ley N° 218/2020-2021 «Ley contra la legitimación de ganancias ilícitas, financiamiento del terrorismo y financiamiento de la proliferación de armas de destrucción masiva o no convencionales», mediante el cual se propone, entre otros, investigar el patrimonio de las personas. Solo por ahora suspendido.



De este modo, las fuerzas políticas de la sociedad se encuentran así acorralados en un laberinto donde unos y otros se aprietan como las guardias pretorianas, con renovadas marchas indígenas ya no multicolores, o bien con intentos de confederaciones internacionales de hojas de coca.

Así, pareciera que a aquellos que necesitan del voto les preocupan temas y hechos que si bien tienen cierta relevancia, esta se difumina en el marco del contexto geo-politico global. Son preocupaciones apenas para el «consumo local». Y esto es, por lo menos, alarmante considerando que en China tocan tambores de guerra con medidas precautorias de disposiciones y otros. En este marco, las noticias sobre hechos militares y variables económicas que referidas a cambio de monedas de intercambio y otras virtuales son llamativos y a tener en cuenta.

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Y a tener en cuenta principalmente porque si Rusia, China, La India y Asia, se ordenan en sus alineamientos geopolíticos y suspenden sus compras, ¿Qué harán países como Bolivia y Argentina?

En ese sentido, el Brasil de Bolsonaro parece tener las cosas más claras y su apuesta es firme y sostenida desde que su amigo Donald Trump dejara la Casa Blanca.

Agreguemos que en este panorama, Bolivia, Perú y Argentina forman el llamado Triángulo del Litio, el nuevo oro negro del siglo XXI o el nuevo Dorado del siglo XVIII.

Dicho triángulo y su control en el corto plazo, son estratégicos en las componendas internacionales. ¿Pero, cuáles y cuántos políticos de estos países creen realmente que basta el marco del Estado Nación para frenar o tomar decisiones soberanas sobre el litio, o la Amazonía, o hacer respetar contratos del agronegocio?

De todo lo anterior, el lector avezado ya deduce que el panorama no es exactamente de los mejores y que ningún país es completamente autosuficiente, ni siquiera Brasil, el país-continente.

¿Habrá entonces llegado la hora de pensar en unir todo el enorme territorio hispanoparlante incluyendo al portugués? ¿Por qué, en la actualidad, crecen corrientes que reivindican la Hispanidad, Hecho que no necesariamente significa depender de España?

Sea como fuere, un bloque mundial de seis cientos millones de personas hablando el mismo idioma y con intereses similares, no sería un factor menor en el tablero de la geopolítica actual.

Quizás, en los renglones de más arriba se empiece a deducir que en las vueltas y vueltas que da la política boliviana, asombrosamente similares a las que dan otros países limítrofes, estén las claves para dejar de querer morderse la cola dando vueltas y vueltas como hacen los perritos, y empecemos a ver a la Hispanidad y su posibilidad fáctica,
como salida del laberinto; pero por arriba, nunca por abajo.

Bueno, seguiremos ampliando.