Batalla de Aroma – en nombre del Rey de España


En octubre de 1807 Francia invadió España. En mayo de 1808 Napoleón Bonaparte ordena la internación de Fernando VII en un castillo francés, donde permanecerá servil hasta el final de la Guerra de la Independencia de España. En setiembre se crea la Junta Suprema en Aranjuez y luego se traslada a Sevilla.

Veamos que ocurrió en América, como consecuencia, hasta llegar a la Batalla de Arona, que se celebrará en Bolivia esta semana.



PROCLAMA DE LA JUNTA DE BUENOS AIRES – MAYO 1810:

La Junta de Buenos Aires se organiza debido a la crisis de la Junta Suprema Central, órgano que ejercía los poderes del reino ante la invasión francesa a España. Buenos Aires, donde se desconfiaba de todo, organiza su propia Junta a la espera del restablecimiento del rey Fernando VII y Lima queda a la espera del restablecimiento de Fernando VII también. Unos deciden destituir a su virrey y los otros deciden conservarlo, pese a la acefalía en España.

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La proclama, entre otras cosas dice:

“Proveer por todos los medios posibles la conservación de nuestra Religión Santa, la observancia de las leyes que nos rigen, la común prosperidad, y el sostén de estas posesiones en la más constante fidelidad y adhesión a nuestro muy amado Rey y Señor Don Fernando VII y sus legítimos sucesores en la corona de España. ¿No son estos vuestros sentimientos?”

La firmaron los grandes próceres de la época. Cuando lanzan aquella pregunta, es porque estaban seguros de los sentimientos del pueblo, en ese momento. Entonces, ¿por qué Lima desconfía de Buenos Aires? Eran un momento de disputa Política interna en el Continente. Habían diferentes corrientes: Los americanistas de Fernando VII, los juntistas de Fernando VII, los carlotistas, los afrancesados y los independentistas. Estos últimos apenas asomaban con sus ideas todavía.

Para el objeto de este estudio, sigamos los principios de la Proclama, que es lo que gente notable y poderosa de la época firma con sus propias manos y pone la cara.

LAS INTRIGAS DE GOYENECHE

El general José Manuel de Goyeneche, tras la invasión francesa se reunió en Madrid con el general francés Joaquín Murat, encargándole éste la adhesión de los pueblos de Sudamérica con fidelidad a José Bonaparte.

Luego se reúne en Sevilla con la Junta Suprema Central y es nombrado Comisionado Plenipotenciario para la proclamación de Fernando VII en el Perú y el Río de la Plata.

A su paso hacia Montevideo, Goyeneche se reúne en Río de Janeiro con Carlota Joaquina, hermana de Fernando VII, quien le encargó llevar mensajes de sus pretensiones de reinar en el continente.

Con las tres misiones bajo el brazo Goyeneche llegó a Montevideo y proclamó a Fernando VII. Luego lo hará en Buenos Aires, pasando después a Chuquisaca y Lima, ejecutando la misma misión.

Qué le contarían en cada ciudad, pero lo cierto es que ya en Lima, en febrero de 1809, mediante nota a la Junta de Sevilla, Goyeneche informó sobre las pretensiones de la Corte de Brasil, acusa al gobernador de Montevideo de apoyar a la infanta Carlota y desparrama la desconfianza sobre el Río de la Plata, donde también habían carlotistas pero no era la línea oficial.

Al conocer los informes del brigadier Goyeneche y con las noticias de las revoluciones de Charcas y La Paz, el virrey José Fernando de Abascal ordenó controlar todo el movimiento del Sur. En agosto de 1809 dispuso que el Coronel Ramírez de Orosco se ponga a órdenes de Goyeneche con un batallón del regimiento real de Lima, ordenando además que las tropas del Cuzco, Arequipa y Puno se concentraran para formar una División y una serie de movimientos que iniciarán la campaña militar de su virreinato, creando lo que se conoció como Ejército Real del Perú.

Los poderes de Goyeneche eran plenipotenciarios, pudo haber destituido o apoyado a cualquiera. ¿Qué intereses comunes tenían, Goyeneche y Abascal? Se entendían bien, ambos eran Caballeros del Hábito de Santiago y decidieron gobernar el Continente por su cuenta.

El tema del «Reino del Perú» es poco comentado, pero tenía larga data. Con la acefalía en España, no es aventurado afirmar que la sociedad limeña consideraba al virrey Abascal como Rey. Por su lado, Buenos Aires se consideraba –oficialmente- defensora de la Patria invadida por los franceses y esperaba la liberación de su Rey Fernando VII. Esto está documentado en una nota que envía Juan José Castelli a la Junta, el 3 de diciembre de 1810 desde Tupiza, donde denuncia la “ambición y despotismo del antiguo gobierno” quienes “creyeron hacer su mejor fortuna, erigiéndose en Soberano, para tiranizar más impunemente…” y que estarían entregados a los franceses, como todo el entorno de Fernando VII. Pero lo de Lima era un reinado de facto, también en nombre del rey preso.

Sigamos. El 14 de junio de 1810, la Primera Junta de Buenos Aires, ordena una expedición militar hacia las provincias que no reconocieron su autoridad. Se le conoció como Ejército Auxiliar del Perú.

El 13 de julio de 1810, mediante bando, el virrey del Lima acusó a la Junta de Buenos Aires de “monstruos” que, fomentados por los franceses, buscaban interés particular “la desorganización, la anarquía y el desorden” y de haber “cesado la Suprema Soberanía”. No acusa de secesión, sino desconocimiento de la autoridad establecida al haberse destituido al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros.

Afirma también que el pueblo bonaerense ha dado muestras recientes de “adhesión a la Madre Patria”, remitiéndose obviamente a la jura que promovió Goyeneche y a la Proclama anterior. En el mismo bando, Abascal anexó las provincias de Charcas, que eran jurisdicción del virreinato de Buenos Aires. Con eso, la guerra era inminente.

COMBATE DE COTAGAITA – OCTUBRE DE 1810:

El día 27 de octubre de 1810 se produce un combate en Cotagaita, el primero de la avanzada auxiliar. Fuerzas revolucionarias de Buenos Aires, fernandistas, al mando del mayor general Antonio González Balcarce atacan fortificaciones defendidas por una fuerza también fernandista, leales a Lima.

Comprobemos el contenido político. Tras la llegada a Cotagaita, González Balcarce dirigió un oficio al capitán Córdova diciéndole que la tropa a su mando no venía a “hacer conquistas ni derramar la sangre de sus connacionales y compatriotas; estaba dispuesta a que el voto del pueblo por medio de sus diputados en un congreso general establezca el gobierno al que han de sujetarse estas provincias, mientras la península se halle convulsionada...”

La nota sigue con mucha claridad en el objetivo: “El tirano de la Europa está en posesión de la metrópoli, y para conservar a nuestro augusto y desgraciado soberano el señor don Fernando VII este rico patrimonio de su corona es necesario reunir los votos de los pueblos por medio de diputados para que un Congreso general establezca el gobierno a que han de sujetarse estas provincias mientras que la península se halla en aquel estado; Buenos Aires no aspira a mandarlas, y es una impostura atribuirle a este principio la remisión de las fuerzas…”

Para ubicar la línea oficial de la misión, hemos subrayado:

“Ni derramar la sangre de sus connacionales y compatriotas”. De la misma Patria, de Fernando VII y sus legítimos sucesores en la corona de España.

– “Mientras la península se halle convulsionada”. Fieles a la proclama de la Junta de Buenos Aires, un gobierno provisorio.

– “Para conservar a nuestro augusto y desgraciado soberano el señor don Fernando VII”

– “Reunir los votos de los pueblos por medio de diputados”.

El mensaje es clarísimo, iban por una Monarquía Constitucional para el Rey de España, tema que dividirá de nuevo a los españoles en 1824, durante la “Guerra Doméstica”.

Vamos al combate. Luego de cuatro horas de fuegos de artillería y algunos despliegues de tropa, con pocas bajas y un par de prisioneros, Gonzáles Balcarce ordenó la retirada. Por cierto, en las tropas auxiliares se encontraba el “Regimiento Real de Artillería volante”, donde hubo dos heridos.

BATALA DE SUIPACHA – NOVIEMBRE DE 1810

Esta batalla se produjo el 7 de noviembre, a 25 km de Tupiza, a orillas del río Suipacha, en la provincia Sud Chichas de lo que hoy es el Departamento de Potosí. Resultó en una contundente victoria por parte de las tropas auxiliares enviadas por Buenos Aires sobre el Ejército Real del Perú.

Concentrados en el asunto que tratamos, veamos lo que ocurrió. Por ejemplo, en el parte que envía Castelli a la Junta de Buenos Aires dice: “Tengo en mi poder parte de los despojos del atolondrado ejército de los rebeldes, que sus banderas están en presa, que no contamos más que un oficial y seis heridos nuestros…” Clarísimo, consideraba Rebeldes a los dirigidos por Lima, pero no les dice realistas.

El parte completo de Juan José Castelli, desde Tupiza, se dio a conocer en La Gazeta de Buenos Aires, el 3 de diciembre. Entre otras cosas reniega de los impresos que difundieron Abascal y Goyeneche calificándolos de “sugestiones y venalidades (…) abortando errores políticos, hechos falsos y arbitrarias suposiciones”. Informó también que se habían tomado dos banderas.

Una de las banderas fue enviada a Buenos Aires, por el propio Castelli, con una nota, frecuentemente citada pero poco comentada, que decía: “A fin de que V. E. la destine a la sala del rey D. Fernando, con las que adornan su retrato”.

No necesitamos subrayar nada en esta parte. Veamos lo que viene.

LA BATALLA DE AROMA – 14 DE NOVIEMBRE DE 1810

Antonio González Balcarce, enviado al Alto Perú por la Junta de Buenos Aires, como segundo de Francisco Ortiz de Ocampo, en la Primera Expedición Auxiliadora del Alto Perú, le había escrito a su jefe desde Tupiza, el 16 de octubre de 1810, una carta que nos ubica sobre las circunstancias políticas en el espacio geográfico que sucederán las cosas:

He dirigido un propio al señor Gobernador Intendente de Cochabamba cuya Provincia no hay duda alguna que ha jurado obediencia á la Exma. Junta, á fin de que por todos los medios posibles se oponga a la introducción de fuerzas del otro Virreinato (…)

 

Mis tropas están desastradas, pero extremadamente contentas y entusiasmadas por cuya razón, aunque su número es corto entraré con toda confianza en cualquiera función y así no dude V. S. de que la libertad del Perú puede muy bien conseguirse dentro de breves días”.

 

De esta comunicación subrayamos:

– “Obediencia á la Exma. Junta”. Eso implica los principios de la Junta de Buenos Aires y su proclama a favor de Fernando VII.

– “La introducción de fuerzas del otro Virreinato”. Plantea una pugna entre Virreinatos, no entre patriotas y realistas.

– “La libertad del Perú”. En ese contexto, es la libertad Política o Civil, en el mismo continente, entre dos virreinatos; uno de autogobierno, esperando el restablecimiento de Fernando VII y otro acéfalo, esperando el restablecimiento de Fernando VII, también.

Con esa coyuntura, el 14 de noviembre de 1810 se libró la Batalla de Aroma, entre milicias fernandistas de Cochabamba, comandadas por Esteban Arce, contra las tropas fernandistas leales a Lima, al mando de Fermín Piérola, enviado por el general Ramírez Orozco. Culminó con el triunfo de las fuerzas cochabambinas, adheridas a la Junta de Buenos Aires.

Francisco del Rivero, líder de la Revolución de Cochabamba del 14 de setiembre, después de la batalla emitió una proclama que confirma las circunstancias históricas:

“Valerosos y fidelísimos cochabambinos: Si ayer os comuniqué la plausible noticia de que el ejército auxiliar de nuestra capital la inmortal Buenos Ayres, alcanzó una completa victoria contra las tropas reunidas por los enemigos de la causa común en Santiago, hoy me toca anunciaros la que han obtenido nuestras expediciones a La Paz; estas, sosteniendo un vivo fuego de tres horas en Aroma, han derrotado enteramente a cuatro cientos hombres armados de fusiles, y a tres cientos lanceros, coronándose nuestros hermanos de laureles con tan recomendable gloria cuanta ha sido la ventaja de los enemigos…”  

De esta comunicación subrayamos:

– “Nuestra capital la inmortal Buenos Ayres”. La Capital con su Junta y sus postulados.

– “Los enemigos de la causa común”. La resistencia desde Lima a la libertad civil. No habla de realistas.

LAS BANDERAS QUE SE USABAN

Las banderas Representan. Obviamente, el Ejercito Real del Perú, dirigido desde Lima, realizaba todas sus campañas con la bandera de España al frente, conocida como la “rojigualda”, que lleva el escudo al centro.

¿Qué bandera usaban las tropas enviadas desde Buenos Aires en 1810?

En febrero de 1812, el general Manuel Belgrano, se encontraba en Rosario como Jefe del Regimiento Patricios y fue nombrado Jefe del Ejército Auxiliar del Perú. Entonces emprende la Segunda Campaña Auxiliadora. Para ello, Belgrano crea una Bandera diferente y anuncia la Independencia.

Este momento marca un Hito en la historia Oficial de la revolución y nos aclara sobre el tipo de emblema que hasta ese momento se usaba desde Buenos Aires y toda su jurisdicción. El prócer le escribió al Gobierno:

Las banderas de nuestros enemigos son las que hasta ahora hemos usado. ¡Abajo, Excelentísimo Señor, esas señales exteriores que para nada nos han servido y con las que parece que aún no hemos roto las cadenas de la esclavitud!”. Esto confirma que hasta esa fecha se luchaba en nombre de la Patria España, pues sólo se agregó una escarapela distintiva a la tropa.

En esos días, Belgrano inauguró la batería de artillería denominada “Independencia”, a orillas del Paraná, próximo a Rosario. Por cierto, Ignacio Warnes y el cruceño José Manuel Mercado asistieron a este acto; luego ejecutarán acciones en toda la campaña y posterior a ella también.

En marzo, desde Buenos Aires, el Triunvirato prohíbe el uso de la bandera soberana con la siguiente orden dirigida a Belgrano: “Haga pasar como un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera blanca y celeste enarbolada, ocultándola disimuladamente y subrogándola con la que se le envía, que es la que hasta ahora se usa en esta fortaleza, y que hace el centro del Estado”.

El Estado, aún pertenecía a España y usaba la bandera rojigualda, por eso le recomiendan disimulo. Cuando Belgrano dice: “Las banderas de nuestros enemigos son las que hasta ahora hemos usado”, queda claro que antes no hubo otra y tampoco en la batalla de Aroma. Aunque pudieron haber usado la bandera de la ciudad de Cochabamba, no modifica el contenido político, pues está claro que la revolución del 14 de setiembre se adhirió a la Junta de Buenos Aires.

 

Hasta aquí llegamos por hoy. Hay mucho que hablar sobre lo que sigue, pero el objeto del presente artículo tiene una línea histórica invariable: Todo lo que ocurrió oficialmente hasta 1812 era entre Fernandistas. Salvo mejor investigación.

LA CELEBRACIÓN EN BOLIVIA

En estos días, se envió a Santa Cruz de la Sierra tropas, armamento y tanques porque se “conmemorará simultáneamente el CCXI Aniversario de la Batalla de Aroma y el Día del Ejército de Bolivia”, según el comunicado oficial. ¿Desfilarán otra vez haciendo homenaje y demostrando “la más constante fidelidad y adhesión a nuestro muy amado Rey y Señor Don Fernando VII y sus legítimos sucesores en la corona de España”?

Si los protagonistas leen esto, tal vez se tornará incómoda la desfilada, con paso gallardo e imaginando la cara del rey, con su tierna sonrisita en el Palco…  Pero nunca es tarde para comenzar a corregir errores, sobre todo con la proximidad del Bicentenario de Bolivia. Los hechos históricos documentados no tienen mayor discusión, sucedieron con su contexto y punto. No pueden rememorarse cambiándoles el contenido caprichosamente.

En realidad, los orígenes soberanos del Ejército de Bolivia están en Santa Cruz de la Sierra, cuando en 1813 el gobernador Ignacio Warnes, después de enviar a Belgrano toda la tropa disponible, creó con nueva gente el Ejército Patriota Cruceño; una División formal, con sus tres armas, que tuvo tres gloriosas batallas de trascendencia continental, pero que el Estado boliviano no celebra nunca, seguramente porque era un ejército Camba el padre de todas nuestras tropas bolivianas.

¿Se imaginan, todos los años el mismo movimiento de soldados, de tanques y también de caballos, en todo el país, para rendir homenaje a la valentía de los cruceños en combate? Tal vez sería el inicio de una verdadera integración nacional. Y también con la Patria Grande.

Nino Gandarilla Guardia


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