Fuente: BBC
Lioman Lima
Durante el conflicto armado en la década del 80, Estados Unidos gastaba US$1 millón al día para abastecer o entrenar al Ejército de El Salvador y, a través de los años, las ayudas y las conexiones políticas, económicas y culturales se han mantenido de las formas más variadas entre las dos naciones.
De hecho, aunque en el país centroamericano viven unos 6 millones de personas, casi la mitad de ese número reside en la nación del norte, una migración creciente que ha mantenido a flote la economía salvadoreña a base de remesas.
Pero El Salvador y Estados Unidos viven actualmente uno de los peores distanciamientos diplomáticos y económicos de su historia reciente, mayor incluso que cuando partidos de izquierda llevaban el poder en el país centroamericano.
Recientes enfrentamientos entre el presidente Nayib Bukele y el gobierno de Joe Biden han reducido la cooperación estadounidense con las instituciones oficiales a mínimos históricos desde el regreso de la democracia en El Salvador en 1992 y ambos países han cruzado fuertes cuestionamientos que hasta hace poco eran impensables.
«Es sin dudas el punto más bajo en las relaciones entre El Salvador y Estados Unidos en las últimas tres décadas«, dice a BBC Mundo el doctor José Miguel Cruz, profesor de la Universidad Internacional de Florida y experto en temas centroamericanos.
El pasado domingo, Bukele acusó a Washington de organizar una manifestación en su contra y pocos días antes, Biden no invitó a El Salvador a una cumbre por la democracia en la que participaron los principales aliados de EE.UU.
Por ese entonces, la Casa Blanca dio también el paso de sancionar a miembros del gobierno salvadoreño por presuntas negociaciones con el crimen organizado.
Son solo algunos de los ejemplos más recientes de una creciente tensión que ha llevado al presidente salvadoreño a decir que ahora debe enfrentarse no solo a problemas locales, sino «a potencias mundiales».
De acuerdo con analistas consultados con BBC Mundo una situación de este tipo no solo crea una nueva inestabilidad regional, sino que también puede tener consecuencias a largo plazo para ambos países.
Pero ¿a qué se debe esta disputa y cuáles son 5 de los momentos principales que la han marcado?
1-La toma militar del Congreso
En febrero de 2020, El Salvador vivió uno de los momentos más inusuales desde el retorno de la democracia: el presidente utilizó a militares y policías para allanar la sede del Congreso y obligar a los legisladores a aprobar un plan de seguridad que había propuesto.
«Fue en ese momento que comenzó a apreciarse una ruptura con Estados Unidos. Sin embargo, en ese momento estaba Donald Trump de presidente, que de alguna manera le importaba poco lo que sucedía en otros lados del mundo y tenía cierta admiración por líderes autocráticos», opina Cruz.
Sin embargo, el experto señala que las cosas cambiaron cuando llegó un nuevo inquilino a la Casa Blanca.
«Con la llegada del nuevo gobierno, Biden ha puesto el énfasis en la lucha contra la corrupción y la promoción de la democracia como pilares fundamentales para detener la migración de Centroamérica a Estados Unidos», explica.
Según el académico, a diferencia de Trump, cuyo eje fundamental no era solo cerrar las fronteras, sino hacer partícipe a los gobiernos centroamericanos y a México del control migratorio, las políticas de Biden están más orientadas a combatir la corrupción, a la que ve como una fuente de inestabilidad política y económica en los países centroamericanos y que motiva la migración.
«Este énfasis hace que muchas de las acciones recientes del gobierno salvadoreño se hayan visto como contrarias a este esfuerzo», señala Cruz.
2-El control del sistema judicial
La analista política salvadoreña Bessy Ríos dice a BBC Mundo que otro de los momentos que agudizó la crisis entre los dos países fue en mayo pasado, cuando el nuevo Congreso, ahora con una mayoría oficialista, decidió remover a magistrados de la Corte Suprema y al fiscal general.
Estados Unidos criticó duramente la medida y la temperatura de los mensajes oficiales entre los dos países se fue calentando.
De acuerdo con Cruz, la destitución de los magistrados fue vista por EE.UU. y otros gobiernos occidentales como «un intento de erosionar las instituciones y la Justicia en el Salvador y como un esfuerzo por controlar poder por parte de Bukele.»
«Eso comenzó a mandar señales a la comunidad internacional y, en especial a EE.UU., de que Bukele no se iba a regir por la institucionalidad», considera.
Ante esta decisión, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) anunció que retiraba la cooperación de apoyo para instituciones del Estado salvadoreño y que las redigiría hacia la sociedad civil.
EE.UU. es el principal proveedor de ayuda internacional a El Salvador, con un monto estimado de US$300 millones al año.
En un tuit posterior, Bukele cuestionó el apoyo a las ONGs, cuyo nombre consideró que ya estaba «desprestigiado».
«Qué bueno que reciban financiamiento extranjero, porque del pueblo salvadoreño no recibirán ni un centavo», dijo.
Según explica Ríos, fue ante esta situación en la que el gobierno salvadoreño lanzó su propuesta de la «ley de agentes extranjeros» que, en criterio de la experta, busca responder a la decisión de los estadounidenses «poniendo un impuesto confiscatorio para que la cooperación siga llegando a la arcas del Estado».
Bukele propuso una nueva legislación en la que considerará «agentes extranjeros» a todas las organizaciones o que reciban fondos de la cooperación internacional y deberán pagar un impuesto del 40% por las donaciones recibidas.
El gobierno salvadoreño considera que la ley les permitirá «defender la soberanía y la dignidad» del país.
«Con esta ley se prohíbe explícitamente la injerencia extranjera y se impide que fundaciones y oenegés de fachada disfracen de donación lo que claramente es una injerencia extranjera», dijo el ministro de gobernación, Juan Carlos Bidegaín
3-La ley del bitcoin
De acuerdo con Ríos, otro elemento que acrecentó las diferencias entre los dos países fue la decisión de Bukele de aprobar el bitcoin como moneda de curso legal.
En una decisión sin precedentes, desde el 7 de septiembre, El Salvador se convirtió en el primer país en adoptar oficialmente la criptomoneda, que debe ser aceptada ahora como forma de pago y cuyo uso el gobierno también alienta como vía para enviar remesas.
Ríos señala que la adopción del bitcoin generó preocupación entre los bancos y agencias de transferencia de dinero de EE.UU., que controlan el lucrativo negocio de las remesas hacia Centroamérica.
El Salvador recibe cada año cerca de US$5.000 millones en envíos desde Estados Unidos, un monto que representa casi el presupuesto general de la nación.
De esas transferencias, se estima que US$400 millones van a las manos de los bancos y compañías de envío, la mayoría estadounidenses.
«Estas empresas ven en peligro sus comisiones y emprenden ellos también su lucha por revertir esto», señala Ríos.
4-Tensiones diplomáticas y sanciones
Tras meses sin embajador designado, el gobierno de Biden envió como encargada de negocios a El Salvador a la experimentada diplomática Jean Manes, quien finalmente dejó el cargo a finales de noviembre en lo que fue visto como un fuerte distanciamiento diplomático entre los dos países.
Ya antes de dejar el puesto Manes había señalado que El Salvador y Estados Unidos atravesaban su «momento más complicado».
Las tensiones diplomáticas escalaron luego de que Bukele publicara en su Twitter capturas de pantalla de sus conversaciones privadas con la diplomática en las que señalaba el supuesto interés de la diplomática en interferir por un preso, algo que negó el Departamento de Estado de EE.UU.
Was wondering the same thing. She has NEVER had any contact with anyone from the government of El Salvador ? https://t.co/FeBMqe6HJC
— Nayib Bukele ?? (@nayibbukele) December 14, 2021
En mayo pasado, el Departamento de Estado publicó un listado de políticos corruptos o asociados al narcotráfico que incluía a personas cercanas a Bukele y en julio, la Lista Engels ratificó los señalamientos contra varios miembros y exfuncionarios del gabinete salvadoreño.
La crisis entre los dos países tomó un nuevo matiz cuando la semana pasada, el gobierno de Biden impuso sanciones contra varios funcionarios cercanos a Bukele, a los que señaló de haber negociado con las pandillas.
Desde hace meses, medios independientes, como el diario El Faro, habían destapado una colaboración del Ejecutivo con las maras para disminuir los asesinatos, algo que el gobierno ha negado.
5-Tensión en twitter
Bukele, que goza de una altísima popularidad en El Salvador, ha sido conocido desde su campaña electoral por el uso de las redes sociales para trasmitir su mensaje.
Pero si el presidente salvadoreño en un inicio usaba sus tuits para proponer proyectos, dar instrucciones a sus ministros o cuestionar a la oposición, un nuevo blanco de ataque se ha hecho recurrente en sus mensajes en los últimos tiempos.
Con una frecuencia cada vez mayor, Bukele ha utilizado sus redes para cuestionar a Estados Unidos, en un giro que también han seguido varios funcionarios del Departamento de Estado de Washington para cuestionar políticas o posicionamientos del mandatario salvadoreño.
«Lo que ha ocurrido es un escalamiento fuerte de los discursos. Bukele no ha dado señales de dar marcha atrás en sus intenciones de seguir acumulando poder, mientras Estados Unidos sigue buscando la forma de presionarlo para que dé marcha atrás. Él no lo ha hecho y esto ha llevado a las relaciones donde están ahora», opina Cruz.
¿Qué puede pasar ahora?
En un tuit la pasada semana, Bukele anunció que se había reunido con el nuevo encargado de negocios de EE.UU. en El Salvador, Brendan O´Brian, a quien, según dijo, le manifestó que «a pesar de todo, seguía interesado en reparar la relación ofreciéndole toda cooperación posible».
«Ofrecí colaborar en el combate al narcotráfico y la delincuencia y trabajar para reducir la migración forzada. Pero le recordé que nuestra independencia no está en venta», agregó.
Los expertos consultados por BBC Mundo señalan que Bukele ha presentado su trifulca con EE.UU. como una nueva forma de buscar aceptación popular y evitar los cuestionamientos negativos al presentar a EE.UU. como el «nuevo enemigo» contra el que «batalla por la soberanía».
A la vez que ha amenazado con la posibilidad de acercarse a un nuevo aliado (y rival de EE.UU.): China.
En 2019 el mandatario salvadoreño visitó Pekín y desde entonces ha anunciado varios proyectos de inversiones y colaboración con el país asiático.
Sin embargo, los analistas aseguran que las posibilidades de que China pueda superar a Washington en el escenario económico y cultural salvadoreño son poco factibles.
«La posibilidad de que sencillamente se pueda sustituir la cooperación estadounidense por la china es muy difícil. Primero, porque el gran socio comercial salvadoreño no es China. Económicamente, el Salvador depende de forma significativa de EE.UU., no solo de la cooperación internacional, sino también del libre comercio y por el hecho de que hay más de dos millones de salvadoreños en Estados Unidos que envían remesas y mantienen un contacto y un puente constante con el país», opina Cruz.
«Esto no existe de ninguna manera con China, que es para los salvadoreños un mundo aparte», agrega.
«Y otro elemento es que, para los intereses chinos, El Salvador no es una pieza fundamental. A pesar de que China pueda ver ciertos beneficios en la relación, El Salvador no aporta mucho más allá de un eventual apoyo político en ciertas áreas, pero no hay ningún impacto en términos económicos, culturales y mucho menos en términos políticos globales», dice Cruz.
¿Cuáles son los otros efectos de la disputa?
En criterio de los expertos, la actual situación en las relaciones entre los dos países no solo puede afectar las numerosas instituciones estatales salvadoreñas que sobrevivían con fondos de EE.UU., sino también a la migración del país centroamericano.
«En un estado de relaciones de este tipo, le va a ser muy difícil a El Salvador poder negociar algún beneficio para sus ciudadanos en Estados Unidos, principalmente aquellos que se encuentran en situación irregular, que van a estar mucho más sujetos a los conflictos y las tensiones entre los gobiernos», considera Cruz.
Según estimados oficiales, cerca de 2,6 millones de salvadoreños viven actualmente en situación regular en Estados Unidos, mientras más de 300.000 se encuentran indocumentados.
De acuerdo con Ríos son estas personas quienes mantienen viva desde el norte «la burbuja económica de consumo» en El Salvador.
«El problema de pelearse con los estadounidenses es que son, después de Centroamérica, nuestro principal socio comercial y tienes tres millones de salvadoreños residiendo allí. Evidentemente, hay una relación de poder», dice.
«Si El Salvador ya no quiere estar en lado débil de esa relación, tendrá que generar políticas para que la gente no se siga yendo, para generar trabajo aquí y para no depender de la cooperación internacional. Si quieres jugar a ser un país independiente, sélo, pero empieza a serlo en lo económico. Es bastante difícil decir ´dame recursos´, pero no me digas lo que tengo que hacer», agrega.