La RAE acaba de anunciar la adición de numerosos términos y acepciones (en torno a 3.800), a su Diccionario de la Lengua Española, estando vinculados muchos de ellos al ámbito tecnológico. Así, aunque ‘audio’ ya existía como término, por primera vez se recogen las dos acepciones más habituales del mismo: «archivo de sonido» y «mensaje sonoro que se envía digitalmente».
‘Bío’ ya no hace referencia únicamente a los alimentos naturales, sino que incluye la acepción de «breve presentación personal, especialmente la que el usuario de una red social incluye en su perfil». Y, a partir de ahora, podrás hacer ‘cortapega’ de una URL, o meramente ‘pegar’ el enlace en dicha bío, darle a ‘intro’ y así ‘redireccionar’ a tus usuarios hasta tu web y ‘compartir’ con ellos tu contenido.
Sí, todas esas acepciones han sido incluidas en la nueva actualización del Diccionario… igual que lo han sido ‘bot’ (como software automatizado y como abreviatura de ‘robot’), ‘pegar’, ‘netiqueta’, ‘ciberacoso’ y ‘ciberdelincuente’ (y sus derivados), ‘geolocalizar’ o ‘webinario’.
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Lo cierto es que ninguno de estos términos puede decirse que resulte especialmente polémico, aunque pueda costar acostumbrase a la tilde del bitcóin. Pero la relación entre la RAE y los nuevos términos tecnológicos no siempre ha sido tan pacífica.
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Nuevas palabras que nadie usaba antes de entrar en el DLE (ni después, por cierto)
La aceptación de nuevos términos y significados por parte de la RAE resulta muchas veces polémica. Esto es una consecuencia de la dualidad de su misión: por una parte, han de ejercer como notarios (tomando nota de cómo usan el español sus hablantes) y por otra, de legisladores (el famoso lema de «Limpia, fija y da esplendor»).
Y la cosa se complica más aún cuando nos centramos en el ámbito tecnológico: la rápida introducción y evolución de tecnologías, plataformas, programas y dispositivos expone al español —al igual que a todos los idiomas de todo el mundo a excepción del inglés— a un constante flujo de neologismos con difícil encaje con sus propias normas ortográficas.
Muchos tenemos en mente lo ocurrido en 2001 con la incorporación de ‘cederrón’, considerada por muchos usuarios del idioma de Cervantes como una adaptación no del todo afortunada. Y eso siendo amables: lo cierto es que jamás hemos visto usar este término en textos que no debatieran su misma RAE.
Y es que, cuando se incorporó al Diccionario, su uso era inexistente y la forma ‘CD-ROM’ era parte de nuestro vocabulario habitual; ahora la evolución tecnológica ha condenado a ambos a la irrelevancia:
‘Cederrón’, como ‘piérsin’ y ‘fútbol’, es lo que se conoce como una «adaptación gráfica», pues cambia la grafía pero no la fonética del extranjerismo original
Si se encienden los ledes de los rúteres, ¿puede ser cosa de jáqueres?
¿Y qué decir de ‘jáquer’ (y ‘jáqueres’) por ‘hacker»https://www.genbeta.com/»hackers’? Yo, personalmente, habré usado más veces (dos o tres, vaya) el término paródico ‘juanker’ (como referencia irónica al que va de hacker por la vida sin tener ni idea) que el académico ‘jáquer’, la verdad. Eso sí, es cierto que no podemos limitarnos a recurrir al preexistente ‘pirata informático’, pues el significado de ‘hacker»https://www.genbeta.com/»jáquer’ es mucho más amplio.
Otro ejemplo sería el más desconocido ‘zum’, versión hispanizada de ‘zoom’ (y recomendada frente a esta última en el Diccionario Panhispánico de Dudas), a la hora de hablar del efecto de acercamiento o alejamiento a una imagen, o del dispositivo fotográfico que lo permite.
Se incorporó al DLE en una fecha tan lejana —a efectos de este debate— como 1992 y, de hecho, según los registros de la RAE, llegó a ser usado en alguna ocasión por la prensa durante la siguiente década:
#RAEconsultas La grafía adapada «zum» se documenta en nuestro banco de datos; vea este ejempo: «Un total de tres megapíxeles de resolución, un zum óptico Pentax que triplica el tamaño de la imagen» («Los «flashes» de «Tentaciones»». Diario «El País», 9.5.2003).
— RAE (@RAEinforma) June 29, 2020
Y no olvidemos otro caso famoso, como ‘rúter’ y ‘rúteres’… un plural que pocos de vosotros habréis usado, pero que es la única opción en español teniendo en cuenta la similar construcción de ‘púber»https://www.genbeta.com/»púberes’ y de ‘cráter»https://www.genbeta.com/»cráteres’.
Otra adaptación de la misma época fue la del término inglés ‘LED’, que deja de estar en mayúsculas (por basarse en siglas) para convertirse en el español ‘led’… más raro resulta al oído que su plural sea ‘ledes’, por similar que sea su caso al de ‘red»https://www.genbeta.com/»redes’.
¿Por qué «tuitear» no nos rechina tanto como «cederrón»?
Sin embargo, lo cierto es que algunas otras adaptaciones similares basadas en la fonética han tenido mejor suerte que ‘zum’ y ‘cederrón’, y han sido profusamente incorporadas a nuestro vocabulario.
Este sería por ejemplo el caso de ‘tuit’, la españolización de ‘tweet’ (publicación realizada en la red social Twitter, cuya traducción literal sería ‘pío’), incorporada por la RAE en 2012. Aunque el término inglés sigue siendo usado, eso ya no ocurre con sus derivados: todos estamos de acuerdo en que, en español, un usuario de Twitter no es un ‘tweeter’, sino un ‘tuitero’.
¿Qué diferencia existe entre dicho término y los anteriores? Sospecho que radica en que la adaptación partió de los hablantes, en lugar de ser una imposición ‘de arriba a abajo’ llevada a cabo por la RAE. El siguiente gráfico de Google Trends muestra que, en el momento en que se aceptó el uso de ‘tuit’, ya había empezado a usarse en búsquedas de Google (comparemos con el uso de ‘cederrón’ más arriba):
‘Guasapear’ aún no está admitido por la RAE (solo ha sido incluido en el Observatorio de Palabras) y ‘guglear’ es aceptado por Fundéu como alternativa a «buscar en Google», aunque siguen recomendando esta última forma
La RAE dijo no a ‘ibuc’, pero quizá diga sí a ‘estrimero’ (de ‘streamer’)
Y si de ‘tuit’ derivamos ‘tuitero’, no debe sorprendernos saber que la RAE recomiende traducir ‘youtuber’ como ‘yutubero’… suena raro, sí, pero más raro sonará ‘estrimero’ cuando —si opta por ser coherente y aplicar las mismas reglas—, la Academia incorpore finalmente a su Diccionario un equivalente al inglés ‘streamer’.
Por otro lado, es de justos reconocer que la RAE sólo opta por esta solución cuando los hispanohablantes hemos sido incapaces de imponer —o demasiado vagos para pensar— una alternativa intrínsecamente española.
Así, por fortuna, la institución jamás ha aceptado en su diccionario términos como ‘imeil’ o ‘ibuc’, pues ya existían opciones bastante utilizadas como eran «correo electrónico» y «libro electrónico».
‘Tuit’, ‘tableta’, ‘blog’ y ‘libro electrónico’ desembarcaron todos juntos en el DLE en 2012
Sí a ‘blog’ en lugar de ‘bitácora’ (y ‘chatear’ no significa lo que crees)
Sin embargo, en algunos casos la RAE apuesta por recoger literalmente el término anglosajón aún existiendo una alternativa 100% española. Este sería el caso de ‘blog’, una abreviatura de ‘weblog’ (web + log: literalmente ‘cuaderno web’).
No sólo teníamos a mano un término vinculado y de similar sonoridad como ‘bloc’, sino que antes del triunfo del término anglosajón —como los más veteranos recordarán de los tiempos en que las bitácoras se hacían con Movable Type y no con WordPress— éste coexistió varios años con el muy hispánico ‘bitácora’, en referencia metonímica al «cuaderno de bitácora»… y sin embargo, ambas entradas en el DLE hacen referencia únicamente a sus acepciones náuticas.
Pero no debe extrañarnos que ‘[cuaderno de] bitácora’ nunca llegara a actualizar sus posibles significados para incluir el de origen tecnológico: al fin y al cabo, para la RAE, ‘chatear’ sigue siendo únicamente una forma coloquial de «beber chatos» —es decir, vasos de vino—, sin que se recoja su vinculación con ‘chat’, un término que sí recoge el DLE, aunque obviamente sin considerarlo verbalizable (convertible en verbo, vaya).
¿Me lo bajo de la tienda de ‘aplis’?
«Si de ‘televisión’ derivamos ‘tele’ y de ‘bolígrafo’ sacamos ‘boli’, obviamente de ‘aplicación’ debemos derivar ‘apli'», debió pensar algún ilustre académico en un día inspirado. Pero nadie que conozcamos —al margen de la propia RAE— utiliza «apli» como abreviatura de «aplicación»: el resto de mortales seguimos optando por «app».
De hecho, en las primeras 7 páginas de resultados del buscador de Google, el término «apli» se aplica en el 99% de los casos a una conocida marca española de papelería. Ninguno de los resultados hace referencia a su significado como abreviatura española de aplicación.
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