Ante el aumento de la inflación, el poder adquisitivo define el voto de los franceses


La inflación ha aumentado fuertemente los precios de los alimentos en Francia. AFP – INA FASSBENDER

A pocos días de la primera vuelta presidencial en Francia, el poder adquisitivo resulta el tema crucial de estas elecciones. Muy por encima de la inmigración o la seguridad, la preocupación mayor de los franceses por su capacidad de adquirir bienes y servicios alcanza la cima ante una inflación inevitable empujada por la pandemia y ahora la guerra en Ucrania.

Por: Angélica Pérez

¿Por qué la inflación, que había desaparecido incluso las demandas sociales, rompe ahora con fuerza en las conversaciones de los franceses?



“La explicación es bastante simple”, afirma el economista Luis Miotti y agrega “Venimos de un proceso de lucha contra la pandemia que implicó caídas extremadamente fuertes de la producción y, al mismo tiempo, un esfuerzo de los países extremadamente fuerte para sostener la actividad, aunque no hubiera actividad”.

El experto explica que el Estado francés pagaba el 80% del salario de la gente que no podía trabajar y pagaba los alquileres de locales como restaurantes, cines y los teatros, aunque no estuviera funcionando. Además de sostener los salarios y mantener subsidios, debió evitar un proceso de quiebra sobre todo en la pequeña y mediana empresa.

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“Francia, que no es de los países que más gastó en la pandemia, gastó 25 % del Producto Interno Bruto (PIB). Alemania gastó entre 30 y 40 % por ciento. Japón 45%, Estados Unidos casi 40%. En un año, esos países duplicaron el gasto social, que en estas sociedades ya es bastante alto”.

Para financiar este gasto social extraordinario existen dos métodos: el endeudamiento y la emisión monetaria. De esta forma; dos años después de declarada la pandemia, Francia se encuentra con una deuda y una moneda para comprar bienes que no se produjeron.

No queremos más promesas sino alza de salario

El 17 de marzo pasado, decenas de miles de personas hicieron sentir en las calles de París la cólera social. La reivindicación principal: un aumento salarial.

Si bien el poder adquisitivo de los asalariados franceses nos e ha ido aun a pique, existe la percepción general de que eso está a punto de suceder.

La inflación como una realidad que te encuentras a la vuelta de la esquina es una anticipación, explica Miotti. Según el economista, existen precios que afectan mucho la canasta familiar. Es el caso de la energía, precisa.

“En el momento en que la economía mundial, los precios de la energía se disparan. Esa suba de ese mercado muy particular repercute en el presupuesto de la gente. Entonces, hay una percepción de que el poder adquisitivo del salario ha sufrido mucho. Pero ojo, esa percepción se monta sobre una tendencia larga en la cual el aumento del poder de compra de los salarios ha sido extremadamente bajo”.

El quiebre del pacto social de los años 60

Para entender por qué el poder adquisitivo de los franceses se ha ido mermando hay que hacer un poco de historia y remontarnos al momento de ruptura de los estados de bienestar que empieza con la crisis de mediados de los años setenta y se consagra con el modelo neoliberal de la era Thatcher y Reagan.

“Entre 1950 y 1975, los famosos treinta gloriosos, la productividad se multiplicó por tres y medio, es decir 350 % y, al mismo tiempo, los salarios subieron 350%.

Es como si el salario mínimo de hoy que es de 1400 euros aproximadamente, treinta años después ese mismo salario mínimo es de 7 mil euros”, explica Miotti.

La llamada “Generación del baby boom” (después de la Segunda Guerra) tuvo un horizonte largo con una tasa de inflación extremadamente baja,  salarios que crecían y eso generó el país moderno que es Francia, Alemania, Gran Bretaña. “Países con grandes clases medias y pobreza muy baja, además acompañadas de un salario indirecto; es decir, seguro de desempleo, jubilación, subsidios a las familias. Todo eso permitió una realocación de recursos y una distribución de ingresos muy equitativa”.

El economista explica que el problema de hoy, la fractura social actual, radica en que ese modelo se rompió y esa generación son los jubilados de hoy que terminan siendo más ricos que sus hijos, y éstos terminaron pidiéndole o utilizando un poco del ahorro de los padres o de sus abuelos.

“En realidad todo eso se destruyó a mediados de los años setenta y a partir de allí una desconexión extremadamente fuerte entre salario y cantidad de trabajo puesto en funcionamiento por los trabajadores».

Esa desconexión hizo que los salarios subieran en treinta años entre 30 y 40%, o sea apenas 1% anual. Mientras que la productividad subió hasta 300%. Las empresas seguían aumentando sus ganancias, pero no iban a los salarios de los trabajadores, sino a los beneficios de las empresas.

Con el proceso de globalización que se implanta desde los años 80, los beneficios de las empresas obtenidos por el aumento de su producción van al mercado financiero que impone una política de endeudamiento a los asalariados bajo la lógica de “ustedes no tienen un ingreso que crece para consumir, pero pueden endeudarse con nosotros. Se trata de mantener el consumo de masas a partir del endeudamiento de masas”.

Empresarios y obreros: una brecha salarial escandalosa

Entre los años 60 y principios de los 80 un dirigente de empresa en Francia ganaba veinte veces el salario promedio. Hacia finales de los ochenta y principios de los noventa el salario de un dirigente equivalía a trescientas y cuatrocientas es el salario promedio.

“En el mismo lapso, ese salario promedio de los trabajadores apenas creció un 1% por año. Ese porcentaje, para un salario mínimo de 15.000 euros anuales, apenas representa 200 euros que es casi nada. Mientras que el salario de los dirigentes subió de manera espectacular. Pasó de 400.000 euros a ganar seis millones” señala Miotti apoyado en un gráfico que muestra la brecha salarial en Francia.

Esa brecha salarial hace que explote el compromiso social de los años sesenta, famoso pacto social. Y explica la fractura de la sociedad francesa y a aparición de los “gillets jaunes” (los chalecos amarillos) que son toda esa masa de trabajadores cuyos salarios han subido muy poco y ha perdido la movilidad social frente a la opulencia de otras clases que gana muchísimo dinero, afirma Miotti y agrega que la pandemia vino a empeorar la situación porque trae consigo un proceso inflacionario. “Lo que eso va a generar es una demanda y una tensión muy social fuerte. Ante ese panorama, hay que negociar salarios y una repartición de costos entre el Estado, las empresas y la gente”.

No es bajando el precio de la baguette, hay que aumentar salarios

El eje de la negociación entre estos tres actores, explica el especialista, se centra en la cuestión de hasta dónde se puede aumentar el salario mínimo, teniendo en cuenta que el mínimo salarial es el indicador de todos los otros salarios y que, al aumentarse, automáticamente hay un aumento del resto.

Tras la pandemia, algunos sectores de la producción en Francia proponen un aumento salarial, tal es el caso del sector hotelero y de restaurantes pues, aunque quieren abrir los negocios, la gente no quiere trabajar como camarero, chef, etc.

“No hay que olvidar que Francia es una potencia mundial en turismo y que ese sector representa anualmente 80 millones de personas. Y ese sector esta proponiendo un aumento salarial entre el 20 y 30 por ciento”.

Para el experto cualquiera que ganar estas elecciones presidenciales tendrá que negociar un aumento salarial. “La clave es evitar que ese aumento genere un proceso inflacionario aun cuando inevitablemente habrá una inflación importada de bienes que llegaran al país con precios muy elevados”.

Todos los partidos, independientemente de la línea política que enarbolen, saben que una vez en el poder se debe negociar el aumento de los salarios. Pero en campaña lanzan un discurso polarizado y prometen lo imposible.

“La izquierda promete más allá de lo que es factible. La derecha también. Y eso hace que la gente se aleje de la política porque sabe que le están diciendo cosas que no se pueden hacer. El Estado esta exhausto. De dónde va a sacar más dinero. Aumentar los impuestos le implica ahorcar al sector empresarial y con ello ahorcar la posibilidad de generar empleo y de invertir. Las trasferencias son complicadas porque la capa de ultra ricos es muy pequeña y no se alcanza a distribuir. Tampoco es bajando el precio de la baguette, eso es llamativo pero no sirve de nada. Hay que negociar con las empresas hasta cuánto van a aceptar el aumento salarial y el Estado que tendrá que, en contraprestación, cubrir una parte del porcentaje de ese aumento con una rediuccion de impuestos o de cargas social. Se trata de arbitrar entre esos tres grandes actores cómo hacer frente al proceso inflacionario y a la presión social”.    

Radio Francia Internacional