Es hora de que los cruceños comencemos a llamar a los hechos por su nombre. Lo sucedido el viernes 11 de noviembre fue violencia estatal. No fue enfrentamiento entre la sociedad civil, de uno y otro lado del conflicto. Fue el enfrentamiento entre las fuerzas represivas del Estado que protegían a un grupo de funcionarios de las diferentes reparticiones estatales acompañados por militantes del partido en el gobierno para que lleven a cabo hechos violentos con total impunidad.
Lo sucedido el viernes en la CAINCO, ha quedado registrado en imágenes como la evidencia más patente y patética de lo que es capaz de organizar el MAS con el fin de dejar claro cuáles son sus objetivos y de demostrar la impunidad que gozan.
Durante los días del paro se registraron enfrentamientos en nuestra ciudad y en todas las provincias. Durante estos días vimos a la Policía proteger a los cercadores y a los marchistas que lo hacían con la conveniente frase: queremos trabajar. Los expertos comunicadores del gobierno saben que esa es una frase mágica a la que nadie puede oponerse. Los cercadores nunca buscaron trabajar, solo querían impedir el paso de ambulancias y de alimentos bajo la consigna de que hambreen los que viven en Santa Cruz de la Sierra, ni en la guerra se suceden estas actitudes.
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El 11 de noviembre, día 21 del paro, el poder estatal inició la violencia. Un año antes, el ministro de Gobierno afirmaba: “Nuestra Policía Boliviana es hoy un referente importante en cuanto al respeto de los Derechos Humanos de todos y cada uno de los bolivianos y bolivianas”. Cuanta ironía en esas palabras, al mejor estilo del neolenguaje propuesto por Orwell en su novela 1984.
A mediodía día del viernes 11, la Unidad Táctica de Operaciones Policiales (UTOP) cumplió su cometido. Después de fuertes explosiones producidas desde los predios estatales en la intersección de las avenidas Irala y Ejército Nacional, la población, que había sufrido una mañana de enfrentamiento y violencia estatal, se congregó en la avenida Irala. A palo, pausa y en moto estaba dispuesta a enfrentar a los escuadrones de élite de la Policía. Eran hombres y mujeres, de todas las clases sociales, de todos los barrios, todos jóvenes. Sin ningún líder que pudiera planificar ni las tácticas ni las estrategias para enfrentar a la UTOP. La batalla empezó.
Los líderes que se pasean por las rotondas para estar con el pueblo – que es y ha sido muy noble y que tiene una fortaleza inquebrantable – no estaban en esa batalla. Fueron las y los jóvenes valientes que no pensaron en su desgaste personal, ni en su integridad física, sino en defender la causa por la que vienen luchando más de tres semanas, y fueron ellos los que con coraje y sacrificio doblegaron a la UTOP, que en su retirada dejó la sede campesina en llamas.
Lo que se ha dado y se sigue dando es violencia estatal: violencia en el lenguaje del discurso presidencial, violencia de la propaganda oficial, violencia física de las fuerzas represivas del Estado y violencia judicial, que busca privar de libertad a los ciudadanos detenidos con abuso de la fuerza y a quienes se le implantaron pruebas, como lo evidencian las distintas filmaciones espontáneas de los vecinos impotentes ante la violencia estatal.
Es hora de que los líderes cruceños trabajen en un proyecto para Santa Cruz que garantice nuestra libertad en todos los sentidos. Tal como lo hicieron quienes lideraron a las generaciones que nos precedieron y consiguieron construir este presente, del que disfrutan miles de bolivianos, incluso los que hoy se oponen a la modernización y al progreso de pueblo que los acogió.
Hemos llegado hasta aquí y no pueden ni deben detenernos. No hay segundas partes en septiembre de 2024, un mes icónico para los cruceños. Que el pueblo está agotado, no lo creo, nunca nos cansaron en la consecución de nuestros derechos, han pasado casi 200 años de una lucha constante por lo que consideramos justo. Como dijo el poeta, somos un río de pie.
Paula Peña Hasbún