Joshua Bellott Sáenz
El 2 de diciembre de este año que casi finaliza, se publicó por los diferentes medios de prensa un comunicado del Banco Central de Bolivia que manda reducir el encaje legal, en moneda nacional de 3,5% a 3% para Depósitos a Plazo Fijo y de 9% a 4% para divisa extranjera (dólares), con el objetivo de elevar la liquidez del sistema bancario.
El encaje legal es el porcentaje que los bancos comerciales deben depositar en el Banco Central de manera obligatoria, como reserva, y que no pueden utilizar para la intermediación financiera, o sea, para el incremento de créditos.
Por lo tanto, el gobierno, al bajar ese porcentaje induce a un aumento de la oferta monetaria o de la liquidez de los bancos, que pueden ser utilizados para el aumento de la cartera de créditos y con esto, provocar mayores ganancias para el sistema financiero.
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Esta medida, también podría inducir a que los agentes económicos puedan depositar mayores cantidades de dinero en los bancos, en vista de que éstos podrían elevar la tasa pasiva (o sea, el interés que pagan al depositante). Entonces, claramente también, la medida apunta a incrementar los depósitos y la disponibilidad de dólares para que el BCB pueda captar mayores reservas.
Esta medida llamó la atención y preocupó a muchos analistas, debido a la delicada etapa por la que atraviesa la economía del país. Un momento caracterizado por una elevada inflación, especialmente de alimentos y bebidas importadas, así como de insumos y bienes intermedios que requieren nuestras empresas; pero también, un tiempo donde el ingreso de las familias se ve cada día más deteriorado, donde el empleo formal tiende a desaparecer; y a nivel macroeconómico, se viene experimentando una acelerada disminución de las Reservas Internacionales Netas (actualmente menores a 900 MM de usd, la parte líquida), un elevado y crónico déficit fiscal (gastamos más de 2 mil MM de USD que no tenemos), una deuda pública que supera el 80% del PIB, y una disminución importante de ingresos para el gobierno, y ahora, especialmente inversión pública. Todo esto muestra un peligro para la estabilidad de la economía.
Pero, además, se anunció una nueva reprogramación de créditos que según ASOBAN alcanza a un poco más de 5 mil millones de dólares, más o menos un 19% de la cartera actual. Las razones, el paro de Santa Cruz y problemas climáticos.
Debemos apuntar al respecto, que el 50% de los depósitos del país están contabilizados en La Paz; aunque esto no se debe precisamente a su capacidad de ahorro; y, por otro lado, más del 65% de los créditos son destinados sólo a La Paz y Santa Cruz. Por supuesto, estas medidas parecen más bien, tener el objetivo de no interrumpir el flujo de recursos para el eje central, de no afectar la calificación de riesgo y mantener el índice de mora en niveles razonables (2,2% en la actualidad). ¿Pero qué otras cosas están detrás de la medida?
Veamos algunas cifras del sistema financiero que todos deberíamos conocer.
La tasa de crecimiento de los depósitos que entre 2010 y 2015 aumentaba de manera importante, llegando el 2012 a un pico de 22% de tasa anual de crecimiento. A partir de ese año, la reducción fue constante, llegando el 2016 a una tasa de sólo 3% y el 2019 a un crecimiento nulo (menor a 1%). El 2020 se experimentó un crecimiento interesante de 10% y el 2021 se redujo a 7%. Estos datos muestran que desde el año 2013 se experimentó una caída constante del monto de depósitos en el sistema bancario.
Respecto a los créditos, ocurrió un fenómeno parecido. El 2010 crecieron a una tasa anual de 20% y el 2011 a 24%. A partir de ese año, su crecimiento cada vez se hizo más lento para llegar al 2021 a una tasa anual de 4%. Entonces, en general, el negocio bancario en Bolivia, con el pasar de los años, fue menos atractivo y con crecimiento cada vez más bajo.
Para el 2021, el sistema bancario en Bolivia contaba con 13 millones de cuentas de depósito y un monto de Bs 211 mil millones, y los créditos otorgados alcanzaron a 1,7 millones de prestatarios y un monto cercano a Bs 200 mil millones. El total de depósitos, el 2010, representaban el 46% del PIB y los créditos el 34%; para 2021 los depósitos representaron el 76% del PIB y los créditos el 71% (profundización financiera).
Pese a la buena salud y las interesantes cifras reportadas, es importante saber que, el 87% de las cuentas de depósito son menores a 500 dólares, y en realidad, sólo el 10% de las cuentas de depósito son mayores a los 5 mil dólares.
Respecto a la liquidez bancaria, que se supone es uno de los objetivos de la bajada de los encajes legales, el sistema bancario reporta un coeficiente de liquidez de 87%, pero si tomamos el 90% de las cuentas de depósito y recalculamos el coeficiente (con el último dato del anterior párrafo), resulta que para el 2010 ese coeficiente alcanzó 194%; a casi 250% el 2015, y a 157% el 2021. Por lo tanto, el sistema bancario boliviano es sumamente líquido.
Esto quiere decir, que el sistema bancario está en la capacidad de devolver más del 90% de los depósitos de los 13 millones de cuentas bancarias, inmediatamente, en caso de que así lo requieran los depositantes.
Pero la historia no queda ahí. Resulta que más de la mitad de los depósitos en el sistema bancario son de las AFP´s, en forma de Depósitos a Plazo Fijo que son los que permiten convertir ese dinero a créditos. Claro, el 87% de los depositantes tiene menos de 500 dólares en el banco; y, por lo tanto, no son ahorros que los bancos puedan destinar a créditos. Entonces, la otorgación de créditos no depende del ahorro de la mayoría de los bolivianos, sino del ahorro que está en manos, ahora de la Gestora Pública.
El panorama se pone más triste. Si ajustamos todavía más las cifras; porque en el detalle se esconde el “diablo”, este 87% de depositantes, el 2014 tenían 1.662 millones de bolivianos sobre el total de los depósitos, lo que equivalía, solamente al 1,3% del total, con un monto promedio por cuenta bancaria de 250 Bs, y el 2020, ese promedio bajó aún más, llegando a 231 Bs, por cuenta de depósito. Según un reporte del INASET (2022), el 2005 el promedio de esas cuentas de depósito era de Bs 521. Por lo tanto, la mayoría de los bolivianos no utilizan el sistema bancario para ahorrar, por lo que estimamos que el 95% del valor total de los depósitos en el sistema bancario, está en manos del 2% de los depositantes, y cada año que pasa, son menores, al grado de pobreza.
Como conclusión, debemos afirmar que, si el sistema bancario requiere mayor liquidez, no es para el 95% de los depositantes dado que sus depósitos son ínfimos. Por otro lado, el problema con los 1,7 millones de prestamistas que dependen del pulso de la economía para poder pagar sus deudas, es que no tienen capacidad de ahorro. En ese sentido, la reprogramación de créditos actual, se justifica no sólo por el paro de Santa Cruz, sino porque el sistema bancario de todas maneras utiliza los recursos de los bolivianos (ahorros previsionales) para su propio beneficio.
Si bien esta medida puede ser reprochable, ya que el sistema financiero realiza la intermediación con fondos de las AFP´s y no con los ahorros de los depositantes (aunque paguen un interés por su utilización); por un lado, este sector fue uno de los pocos que tuvieron grandes ganancias los últimos años a costa de endeudar a una gran cantidad de bolivianos sin capacidad de ahorro, lo cual parece obvio porque sabemos que el 85% de la población es informal y por lo tanto, vive del día a día; y por el otro, si ocurriera un evento de desestabilización, los prestamistas tendrían serios problemas para pagar sus deudas, con lo cual, no serían afectados los ahorristas (no el 95% de ellos), sino los fondos previsionales de ahorro para jubilación de muchos ciudadanos.
Como muchos indicadores macroeconómicos en la economía boliviana, los del sector bancario; si bien en los reportes oficiales parecen representar a un modelo exitoso, por el análisis expuesto, vemos que se encuentra asentado sobre bases “artificiales”. En economía, todo debería tener una contraparte “real y sólida”; por ejemplo, la inversión debe nacer de una parte del ingreso que se ahorra y que puede convertirse de nuevo en inversión, producción y nuevamente ingreso, lo que permite, no sólo que el proceso sea sostenible, sino que se genere valor sobre bases ciertas y sólidas. Pensando en la eventualidad de una crisis, lo malo de ésta, es que reordena el mercado y lo sincera sobre sus propias bases “reales”, y si en los hechos no existen, la caída suele ser más dolorosa.
Les invito a leer, para un análisis más detallado, el libro “Diagnóstico y Acciones en el Ámbito Productivo – Comercial, para la Recuperación Económica. Bolivia 2030” de mi autoría; deseándoles además, una feliz navidad, llena de bendiciones para sus familias.