Como un digno homenaje al Rey Momo, el personaje de la mitología griega que encarnaba la picardía y la burla, hábito con el que dejaba en ridículo a los otros dioses del Olimpo, razón suficiente para ser expulsado y enviado a la tierra, donde creó los carnavales, que el mundo celebra desde tiempos inmemoriales.
La identificación del Carnaval o fiesta de carnestolendas se debe, precisamente, a su significado de burla, sátira, insolencia y a los excesos en todos sus sentidos, concluyendo en el entierro del pepino, figura que en nuestra tierra personifica al rey endiablado, para dar paso a la Cuaresma, que es un tiempo de introspección, reflexión y meditación que precede a las Pascuas.
Cuando a este mitológico personaje, en medio de una de sus travesuras, se le ocurrió enviarnos una sopita de murciélago, llamada Covid 19, condenándonos a dos largos años de una insufrible abstinencia carnavalera, muchos mortales aquilataron la importancia de contar con este tiempo de esparcimiento.
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Sin embargo, la ausencia de Momo, fríamente calculada, estuvo suplida por sus inefables representantes políticos que, si bien no pudieron hacernos bailar, lo representaron a cabalidad, especialmente en el ejercicio de sus burlas y picardías. Es el caso de los acostumbrados bandos carnavaleros que, en clave de silogismo, se les ocurrió emitir a casi a todos los presidentes de la Unión de Repúblicas Socialistas de Sudamérica URSS, para amenizar las fiestas.
Comenzando por el exguerrillero comunista y actual presidente colombiano, Gustavo Petro, que nos maravilló con su sapiencia, al expresar su teoría tendente a eliminar el crimen en su país: “Si logramos que una serie de actividades de la sociedad colombiana, que hoy se consideran crimen, no se consideren crimen más adelante, habrá por definición menos crímenes en Colombia”. Algo similar a demostrar que: En lugar de decir atraco armado, se dirá contratación de crédito fiduciario, con demostración de tecnología bélica. Al feminicidio se lo calificará como “exuberancia de caricias” y al Narcotráfico, “comercialización de ilusiones”
Para no quedarse atrás en este torneo de célebres sandeces, el senador socialista Félix Ajpi considera que, “el aumento de los asaltos a mano armada en el país significa que la economía está creciendo”. «Si hay asaltos, supone que nuestra economía está mejor”. Ni Marx, ni Friedman podrían haberlo explicado mejor.
Acudir a ese tipo de razonamientos deductivos, ilógicos, y mal intencionados, que se disfrazan de razonamientos válidos, con claros fines manipuladores, no sólo denota una supina ignorancia, sino un menosprecio a la cultura y educación de los pueblos a quienes esos mensajes van dirigidos.
Muchos otros mandatarios de la región, herederos de la filosofía castrochavista, como Andrés López Obrador de México; Alberto Fernández de Argentina; Gabriel Boric de Chile, han adoptado este tipo de discernimiento para explicar lo inexplicable. Mientras nosotros, este 21 de Febrero, en medio de globos, serpentinas y pepinos, celebramos el séptimo aniversario del “golpe de la dignidad de los bolivianos”, que derrotó al fraude de las carnestolendas socialistas.
Álvaro Riveros Tejada
