El País revela el diario de Pica, el sacerdote pederasta que dejó unas 85 víctimas, la mayoría en Bolivia

El diario El País, de España, reveló este domingo la historia del sacerdote Alfonso Pedraja, quien dejó un insólito testimonios escrito antes de morir. “Hice daño a demasiados”, confesó.

El jesuita Alfonso Pedrajas, en una de sus visitas al balneario de Urmiri, en Bolivia, unos años antes de morir. Foto: El País

Fuente: Página Siete

 



 

El español Alfonso Pedraja, conocido como Pica, confesó en su diario haber abusado de decenas de niños y adolescentes mientras fue profesor de varios colegios de América Latina, especialmente en uno de Cochabamba, en Bolivia. El diario El País tuvo acceso a su diario de más de 300 páginas y reveló este domingo la historia del sacerdote con testimonios del que fuera su novio y de cinco de sus víctimas que contaron con pavor lo que vivieron.

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El 5 de septiembre de 2009, el sacerdote falleció de un cáncer en un hospital de Cochabamba (Bolivia). Un mes antes, a finales de agosto, durante su último viaje, el jesuita español de 62 años obligó a su novio a que le prometiera algo: “Tú vas a hacer lo que sea y como sea para quedarte con mi computadora. No quiero que nadie la tenga”. La pareja del sacerdote hizo la promesa a bordo de un Toyota gris, mientras atravesaban las carreteras polvorientas que conducen al balneario de Urmiri, en el oeste de Bolivia, donde iban de vacaciones, reveló El País.

—¿Pero usted conocía, antes de ver lo que había en ese ordenador, que Alfonso agredió sexualmente a decenas de menores y que los jesuitas taparon las denuncias?, preguntó El País.

—Sí —dice consternado desde Bolivia—, me manifestaba su preocupación, su miedo. Sin embargo, también me expresó que la Iglesia como institución lo respaldaba. Así respondió la que fue pareja del sacerdote, 14 años después.

En 2009, cuando su novio llegó al funeral Pedraja, un hermano que había venido desde España ya había recogido las cosas del jesuita: fotos, libros y una guitarra. A él le entregó el ordenador ACER de Alfonso, al entender que era un objeto muy personal.

Ya en su casa, el novio del jesuita encendió la computadora. Solo él sabía la contraseña. Una vez dentro, se entretuvo entre los archivos y encontró un documento que dos años antes Alfonso le insinuó que estaba escribiendo. Se llamaba Historia, una especie de memorias de 383 páginas mecanografiadas a ordenador, compuestas por reflexiones, relatos de episodios de su vida, así como unas decenas de cartas. En total, 350 entradas encabezadas, en negrita, por el lugar y la fecha donde las escribió. Como si fuera un camino sinuoso, su lectura permite recorrer su vida desde 1960, cuando ingresa como novicio, hasta 2008, año en el que, ya cansado y enfermo, deja de escribir.

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En 2018 El País comenzó la investigación sobre la pederastia en la iglesia católica española, pero es la primera vez que este periódico accede a un documento que muestra la mirada de los abusos y su encubrimiento desde el otro lado, el del religioso agresor.

¿Qué dice el diario?

En las páginas del diario, el sacerdote admite que abusó de decenas de niños mientras fue profesor de varios colegios de América Latina, especialmente en uno de Cochabamba. Y relata también cómo la orden (al menos siete superiores provinciales y una decena de clérigos bolivianos y españoles) encubrió sus delitos y las denuncias de algunas víctimas.

Cuenta que siente miedo de ser descubierto y chantajeado. Se avergüenza de sus delitos, aunque siempre se refiere a ellos como “pecados”, “meteduras de pata” o “enfermedad”. Confunde las relaciones homosexuales consentidas con las agresiones a menores. Abusos que nunca describe en detalle, pero que este domingo sus víctimas, cinco de ellas contactadas por El País, recuerdan con pavor.

El novio del sacerdote vio negro sobre blanco confesiones como esta: “El mayor fracaso personal: sin duda, la pederastia”.

Sin pensar en las consecuencias, envió al hermano, por Courier Express, un DVD en el que grabó decenas de fotografías y las memorias. “Nunca pensé que acabaría en la prensa”, reconoce ahora a El País. Alguien de la familia imprimió el documento en España, lo guardó en un archivador verde de anillas y lo metió en una caja de cartón. Allí descansó, en una buhardilla madrileña.

”Hice daño a demasiados”

En 2021, Fernando Pedrajas, sobrino del jesuita, subió a limpiar ese trastero y se topó con el legajo secreto cubierto por un fino velo de polvo. “Las primeras páginas eran bonitas. Algunas eran cartas a mi abuela donde le contaba con ilusión que quería ser un buen sacerdote. Conforme fui leyendo, me di cuenta de la realidad: mi tío fue un pederasta”, recuerda. Leyó con pavor el número de niños de los que su tío calculaba haber abusado: al menos 85.

El País cuenta que Fernando era consciente de que lo que tenía entre manos era mucho más que un caso de pederastia en la Iglesia. Decidió denunciarlo todo a la Compañía de Jesús en Bolivia. “Lo primero son las víctimas, que encuentren algún tipo de justicia”, argumenta.

Mantuvo, en el verano de 2022, una breve correspondencia por correo electrónico con el actual director del colegio de Cochabamba donde su tío cometió la mayoría de los abusos, pero este rehuyó cualquier tipo de responsabilidad. Presentó el diario ante la Fiscalía española, que ha desestimado el caso por estar prescrito. Finalmente, lo denunció al exprovincial jesuita Osvaldo Chirveches, encargado de investigar los abusos en la orden. Desde octubre, Fernando no ha recibido una respuesta sobre el estado de la investigación canónica. La única comunicación insistente de Chirveches ha sido: “Envíanos el diario”.

Chirveches asegura que la orden solo ha recibido una denuncia y que ha abierto una investigación canónica previa al respecto. No informa sobre si la orden ya tenía constancia de estos abusos. Tampoco ha interrogado a los provinciales que aparecen acusados de encubrimiento en las memorias. “Nosotros, al no tener el diario, no podemos ampliar de oficio esta investigación”, defiende.

Ante la posibilidad de que la orden silenciase el caso, el sobrino decidió escribir a EL PAÍS y entregarle el diario. Este periódico lo estudió, encontró fotografías de la época y otros documentos que contextualizan las descripciones del jesuita.

Contactó a algunos de los religiosos que supuestamente encubrieron sus crímenes y también habló con cinco de sus víctimas —varias aparecen citadas en el diario—, que relatan lo que el jesuita no se atrevió a escribir: cómo abusaba de ellas y las secuelas que les causó.