Henry Gonzalo Rico García
A poco más de dos años de la gestión municipal, no hay señales de vida inteligente, pues aún no se han oído explicaciones sólidas de las concejalas Daniela Cabrera Guillén y Claudia Flores Solíz, disidentes de la alianza Súmate, sobre su falta de ética en la política y el pueril argumento de haberse aliado con concejales del MAS para fiscalizar las acciones del Órgano Ejecutivo del Gobierno Autónomo Municipal de Cochabamba ofende la inteligencia porque para fiscalizar no se necesita de alianzas con los destructores de la democracia, de la estabilidad municipal y de la vulneración de derechos, garantías y principios constitucionales.
La nueva mayoría en el Concejo conformada por cuatro ediles del MAS y dos disconformes de Súmate no tienen imaginación, ni calidad, ni aplomo, ni ideas para solventar su vergonzosa actitud en 38 años de democracia municipal, demostrado ser osados para destruir y echar por tierra el anhelo de miles de cochabambinos.
La maniobra de los circunstanciales seis concejales, nos recuerda el vergonzoso incidente de sus similares del año 1992, que terminó con la advertencia del ingreso de asnos a la plaza 14 de Septiembre y a la propia sede de la antigua Casa del Cabildo, que muy bien describió el malogrado Urbano Campos como un pútrido edificio lleno de afanosos repugnantes.
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La gestión de los seis miembros del Órgano Legislativo se ha reducido al tradicional comportamiento neoliberal, una berrea que se disputa a base de canutazos mañaneros de mediocres consignas divulgadas por televisión. Las concejalas socialistas comunitarias y las nuevas fiscalizadoras se dedican a contar imputados en el bando oficialista y a dibujar a la Alianza del Alcalde Manfred Reyes Villa con trazos de brocha gorda; el argumento más sólido y repetido se reduce a una especie de “proceso de cambio” y “nosotras que somos un poco menos corruptas que los neoliberales”.
Lo más paradójico, es que ellas celebran que la justicia constitucional les haya concedido la tutela del derecho al trabajo, como si en 25 meses de gestión se hubieran, siquiera, esforzado en trabajar algún proyecto de ley o contribuir con innovadoras ideas para beneficio colectivo.
La fiesta de la democracia municipal podría derivar en un derroche de tiempo y esfuerzo, y lo más triste es que el espurio acuerdo sólo se mueve por un impulso de la incompatibilidad extremista. El tiempo de la nobleza política se ha ido quizá para no volver; primero la sustituyó un espectáculo banal de corrupción dirigido por Leyes y secundado por Tellería, luego un carrusel sin brillo de concejales y el final podría ser una sucia refriega de contendientes en medio del barro.
Nos esperan días de crispación sobreactuada, griterío anodino y frases de laboratorio de los concejales azules y de sus nuevas aliadas, muy tupidas en vocabulario, cuya única finalidad es, con apoyo de los “ñawpa” políticos y los “rikhurisqas jamut’aris” (aparecidos intelectuales), ambicionar desgastar la ya exitosa gestión de Reyes Villa.
Finalizo señalando que el agotamiento de la política revolucionaria democrática y cultural -y fiscalizadora, añado yo- se desliza por una pendiente de simplismo que ofende la inteligencia qhöchala.
*El autor es Abogado.