Los expertos recomiendan a los padres tener una cercanía, generar confianza con sus hijos y no ser tan permisivos cuando se trata de estos juegos.
Los juegos en red como Free Fire, Roblox, Call of Duty u otros se han hecho más populares con el pasar de los años, y para muchos padres se ha convertido en una herramienta para distraer a sus hijos; sin embargo, su uso excesivo ha generado en decenas de niños y adolescentes una dependencia incontrolada, en otras palabras, una “adicción sin sustancia”.

Hace unos días, en el municipio de Villa Montes del departamento de Tarija, un adolescente de 13 años golpeó a sus padres para conseguir dinero con el único fin de seguir jugando Free Fire. El hecho llegó a conocimiento de la Policía y finalmente a la Fiscalía.
En enero de 2023, una escena similar se dio en Tocache, de Perú, donde un adolescente de 16 años, en vía pública, golpeó brutalmente a su padre hasta dejarlo inconsciente por no permitirle jugar Free Fire.
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En Ecuador, en febrero de 2022, otro adolescente de 16 años ingirió diésel como señal de rebeldía luego de que sus padres le quitaran su celular, suspendieran el internet y le prohibieran el contacto con cualquier otro dispositivo para jugar sus videojuegos.
Y, en Colombia, una familia publicó un video en el que se observa cómo un niño pareciera poseído mientras sus dedos no dejan de moverse como si jugara un videojuego en su celular. Sin embargo, éste no estaba consciente.
Al respecto, la médico psiquiatra Raquel Caero explica que estas conductas se dan como parte de una adicción, pero a diferencia de las ya conocidas, ésta no requiere ingerir ningún tipo de sustancia, sino que el cerebro se acostumbra a estos videojuegos porque le da una sensación de placer y satisfacción.
“Estos juegos en red, de internet y cualquier otra están catalogados como las adicciones sin sustancia y van a tener el mismo componente que tienen las adicciones con sustancia”, explica la especialista, quien agrega que al consumir una sustancia la persona siente una sensación de placer y gratificación, a lo que el cerebro se acostumbra; y cuando se trata de videojuegos, no se ingiere nada sino que se trata de conductas y actitudes que también generan placer y la persona siente que necesita mantener ese estímulo.
Caero refirió que cuando una persona no tiene adicción al juego puede controlar cuánto tiempo jugará, pero aquella que sí lo tiene, empieza y no para, puede estar horas sin dormir o sin comer. Por otro lado, su nivel de tolerancia se hace mayor y pueden aguantar estar frente al celular o una computadora sin que le duelan sus ojos o la espalda.
Pero, cuando se deja de jugar o los padres se los prohíben, sienten ansiedad, ira, nerviosismo, desesperación, falta de sueño y otros malestares, incluso pueden llegar a cometer acciones incontrolables.
Caero refirió que esto se debe a varios factores, pero el fundamental es por la alta permisividad de los padres, así, estos menores de edad logran tener una “mala” autonomía y se exponen a riesgos graves.
¿Cómo darse cuenta de la adicción?
Los padres pueden advertir que hay una adicción cuando el niño o adolescente deja de conversar, no quiere hacer sus labores o tareas, se aísla o deja de comer y quiere jugar todo el tiempo.
¿Cómo resolver este problema?
Caero refiere que los niños o adolescentes adictos a los juegos deben ingresar a un programa, un tratamiento de deshabituación para curar esta patología. Pero, para empezar todo tratamiento debe haber voluntariedad de la persona. “Si no tiene conciencia de este problema, va a ser difícil que este muchachito haga un tratamiento porque para él, para ella no hay tanto problema”, dijo.
Trata y Tráfico
Pero el riesgo no sólo está en la adicción, sino en el peligro de trata y tráfico, pues hay personas inescrupulosas que están detrás de estos juegos y se hacen pasar por adolescentes para captar a sus víctimas.
El año 2022, una niña 11 años, de La Paz, fue captada a través de Free Fire y fue transportada hasta Perú, donde sus captores pidieron dinero a los padres de la menor de edad. La Policía logró recuperar a la víctima.
El mismo año, otro adolescente de Tarija fue hallado en La Paz luego de que escapara de su casa ubicada en la comunidad de Chocloca para verse en persona con una supuesta novia que conoció a través de Free Fire. Pero antes robó dinero a sus padres para comprar un celular y el pasaje hasta la sede de Gobierno.
La captación mediante juegos de internet o redes sociales se ha hecho más común, pues los victimarios logran acercarse a los niños o adolescentes y se ganan su confianza para aprovecharse de ellos. A través de estos juegos también pueden hablar o chatear con personas de todas las partes del mundo, se organizan clanes en el juego y algunos piden los contactos para crear un grupo de WhatsApp, donde los participantes tienen mayor cercanía y a su vez mayor riesgo de encontrarse con algún tratante o pedófilo.
Al respecto, el jefe de la División de Cibercrimen de la Policía informó que este año se registró un sólo caso, sin embargo el año pasado fueron más de 20.
Enfatizó en que los ingenieros de este tipo de juegos lograron mercantilizarlos, lo que obliga a los jugadores a comprar diamantes para seguir avanzando o evolucionando. “Esto ya es lucrativo porque deben comprar diamantes, es una forma de mover una economía bastante fuerte”, expresó.
Recomendaciones
La médico psiquiatra Raquel Caero recomienda que los padres siempre estén atentos a las actitudes y comportamientos de sus hijos. Además, que controlen el tiempo que le dedican al juego.
“No es sano que menores de edad, niños, accedan a esta tecnología, no es lo adecuado, no es sano, no es correcto. A niños, no, por salud mental y a nivel del componente biológico también, ya que genera muchos problemas en los ojitos, a nivel cerebral también se producen problemas, y en los adolescentes esto tiene que ser condicionado, con horarios y ver qué está viendo este menor”, aconsejó Caero.
De igual manera, el jefe de la División de Cibercrimen recomienda a los padres acercarse a sus hijos, tener confianza con ellos y no dejarlos a su libre albedrío ya que por su corta edad aún no tienen la suficiente madurez para tomar decisiones y darse cuenta de los peligros que están al otro lado de las pantallas.