Las fricciones de los movimientos sociales que operan como fuerza coercitiva a favor de las políticas del gobierno central se generaron luego de la asunción al mando del poder del actual presidente Luis Arce, fricciones que si bien no pasaban de entre dichos y amenazas de diferentes actores políticos ligados a la esfera de ambas élites (Evistas-Arcistas) de poder Del MAS, el día domingo 19 de agosto del 2023 se evidenció, que de las tensiones se pasó al campo de la medición de fuerzas, una práctica política muy antigua pero vigente en nuestro sistema democrático, en el cual el diálogo sobre consensos pasa a segundo plano y prima un estado de salvajismo a raíz de la violencia.
Por lo general los estados de armonía que son muy breves en nuestra cultura política, suelen romperse únicamente por los naturales choques de intereses entre dos grupos que buscan el control total de algún botín en específico, en este caso son las instituciones públicas que funcionan como los reproductores de poder a través de las pegas, que precisamente hoy le debe de generar más de un dolor de cabeza al Presidente Arce, conociendo que Evo Morales cuando se trata de desgastar políticamente a un adversario, no descansa hasta lograr su objetivo, así el costo lo tengan que pagar los Bolivianos en una sociedad polarizada superpolitizada que vive distraída en estas rencillas internas, mientras el discurso de recuperación económica aún no llega, el narcotráfico cada vez pone en tela de juicio la credibilidad de los ciudadanos con sus autoridades. Mientras la droga socava a las familias generando inseguridad en las calles.
Esto no se soluciona con discurso o un apretón de manos entre políticos, sino con acciones de control al crimen organizado, donde las decisiones de la justicia no se vean a amañadas por las influencias del dinero. Suena un poco Utópico, pero una Bolivia donde primen los intereses colectivos de la sociedad, y no de la supremacía de un partido político, aún es posible.