Mujeres al Poder

 

El jueves amanecí con una noticia inusual y no por ello últimamente menos prevista: Dos mujeres contendrán por la Presidencia de los Estados Unidos Mexicanos el 2024; Claudia Sheinbaum Pardo y Xóchitl Gálvez Ruiz por primera vez serán las dos candidatas que seguro disputarán la Presidencia —una y otra arropan a la gran mayoría de espectro político del hermano país: del centro a la derecha y del centroizquierda a la izquierda— y de ellas saldrá quien gobierne el próximo sexenio.



Aparte de agradecerle a Xóchitl y Claudia que por unos días nos van a salvar de la avalancha Milei —amores y odios mediatizados sin término medio—, es bueno que recapitulemos el lugar de la mujer ejerciendo el Poder de la Región.

Presidentas hemos tenido pocas, 14 en realidad, entre los cientos de milicos, abogados y neoliberales que principalmente nos han gobernado desde las Independencias: en Argentina María Estela Martínez Cartas de Perón —Isabelita— (1974-1976, la primera mujer presidente y jefe de gobierno en el mundo) y Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner (2007-2015); en Bolivia Lidia Gueiler Tejada (1979-1980) y Jeanine Áñez Chávez (2019-2020); en Brasil Dilma Vana Rousseff (2011-2016); en Chile Michelle Bachelet Jeria (2006-2010; 2014-2018); en Costa Rica Laura Chinchilla Miranda (2010-2014); en Ecuador Rosalía Arteaga Serrano (1997); en Guyana Janet Rosenberg Jagan (1197-1999); en Haití Ertha Pascal-Trouillot (1990-1991); en Honduras Xiomara Castro Sarmiento de Zelaya (2022-hoy); en Nicaragua Violeta Barrios de Chamorro (1990-1997); en Panamá Mireya Moscoso Rodríguez (1999-2004); en Perú Dina Boluarte Zegarra (2022-hoy) y en Trinidad y Tobago Christine Carla Kangaloo (2023-hoy). Algunas fueron elegidas por voto popular (CFK, Rousseff, Bachelet, Chinchilla, Castro, Barrios, Moscoso y Kangaloo), otras sucedieron constitucionalmente (Martínez, Gueiler, Añez, Arteaga, Jagan, Boluarte) o fueron elegidas para gestionar transiciones democráticas (Pascal-Trouillot); dos sucedieron a sus esposos, de quien eran vicepresidentes (Martínez y Jagan); sólo tres fueron reelegidas: CFK, Rousseff (luego destituida) y Bachelet; sólo dos fueron derrocadas (Martínez y Gueiler); sólo una era afrodescendiente (Pascal-Trouillot) y una es mestiza (Kangaloo), ninguna indígena; sólo una renunció (Arteaga); sólo una vive en el exilio (Martínez), dos han sido acusada de atribuidos crímenes “de lesa humanidad” (Martínez y Áñez) y sólo una cumple condena (Áñez). Por final: diez países latinoamericanos —excluyo el Caribe y las colonias francesas, inglesas y neerlandesas— no han tenido un Presidente mujer: Colombia, Cuba, El Salvador, Guatemala (aunque Sandra Torrez lo ha intentado tres veces y ha perdido en los tres ballotages), México (seguro tendrá la primera Jefa de Estado en 2024), Paraguay, República Dominicana, Surinam, Uruguay y Venezuela (si las elecciones de 2024 fueran libres y transparentes, María Corina Machado Parisca tendría muy fuerte posibilidad de ser la primera Presidente de Venezuela).

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Volvamos a México.

Antes de escribir sobre Sheinbaum y Gálvez, es interesante conocer cómo fueron elegidas. Empezaré por Gálvez; bajo el lema “México merece más”, en junio 2023 se anunció como precandidata —entre 33— del Frente Amplio por México, integrada por los partidos políticos Acción Nacional (PAN, del que Gálvez es senadora), Revolucionario Institucional (PRI) y De la Revolución Democrática (PRD), coalición construida no sólo con finales electorales sino para alcanzar objetivos políticos y sociales compartidos. Mediante foros, debates y encuestas públicas se fue reduciendo el grupo de los aspirantes, quedando al final sólo Gálvez y la también senadora Beatriz Paredes Rangel (PRI, es Fundadora del Grupo de Puebla), quien se retiró de la contienda al quedar 42% a 58% de Gálvez en los dos últimas encuestas ponderadas. Respaldada por los tres partidos (el PAN —centroderecha-derecha— y el PRI —centro-centroizquierda— han sido los que han gobernado México desde la Revolución Mexicana y el PRD es un desgaje hacia la centroizquierda-izquierda del PRI), Xóchitl Gálvez Ruiz —hija de indígenas otomíes muy humildes, de niña vendedora ambulante de gelatinas, graduada de ingeniera en computación especializada en robótica e IA, fundadora de empresas dedicadas a edificios inteligentes, creadora de la fundación Porvenir contra la desnutrición infantil y para el desarrollo económico entre mujeres de zonas indígenas, además de proyectos de purificación del agua para consumo humano en regiones otomíes— parte con una coalición cohesionada y apoyada en su personalidad carismática, a veces iconoclasta. También fue reconocida como líder global del futuro por el World Economic Forum en 1999 y destacada por Business Week como «una de las 25 personalidades latinoamericanas que generan cambios en 2000».

Desde el oficialismo, los partidos en el poder —Movimiento Regeneración Nacional (MORENA, Del Trabajo (PT) y Verde Ecologista de México (PVEM), hasta 2018 aliado y cogobernante con el PAN y el PRI pero ahora con menos del 2% de caudal, movida que lo hace un partido oportunista—, agrupados en la coalición Juntos Hacemos Historia, constituyeron los Comités de la Defensa de la Cuarta Transformación —como el Presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), de MORENA y antes del PRD y aun antes del PRI, denomina a su sexenio— con el objetivo de conseguir 33 millones de votos en 2024 (en 2018 obtuvieron poco más de 30 millones y en 2021 alrededor de 21, lo que hundió las esperanzas presidenciales de cambiar la Constitución y reelegirse —¿no les parece conocido?: Chávez/Maduro, Ortega, Correa, Morales… parece del Manual del sociata 21). La selección siguió similar metodología del Frente Amplio por México: encuestas nacionales; se presentaron seis precandidatos: cuatro de MORENA (los más relevantes Sheinbaum y Marcelo Ebrard Casaubón, hasta entonces canciller de México y acompañante fiel de López Obrador desde que éste dirigiera la Ciudad de México), uno del PT y uno del PVEM. Los resultados dieron la victoria a Sheinbaum (algo más del 39%) y Ebrard quedó en segundo lugar (casi el 26%), con el resto lejos, y Sheinbaum fue proclamada la candidata de la coalición.

Si hasta la metodología de selección del candidato ambas coaliciones se orecieron, después ya no ha sido nada igual. Ningún precandidato se retiró y antes de la proclamación el precandidato Ebrard denunció una (quizás importante) cantidad de “incidencias” (irregularidades) y pidió reponer el proceso de encuesta, lo cual fue tajantemente negado por los organizadores de los partidos aliados (léase MORENA), abriendo la puerta a la salida de Ebrard y sus adherentes, con la posibilidad de presentarse a las elecciones de 2024 con el partido socialdemócrata Movimiento Ciudadano, lo que sería muy peligroso para Sheinbaum y podría sacar del Poder la coalición Juntos Hacemos Historia y finalizar la Cuarta Transformación de López Obrador.

A Sheinbaum, Ebrard y López Obrador los une que los tres han sido Jefes del Gobierno del Distrito Federal: AMLO (2000-2005), Ebrard (2006-2012), Sheinbaum (2018-2023), por lo que tanto Ebrard como Shienbaum forjaron su trayectoria política bajo la tutela de López Obrador. El gobierno de la ciudad se ha convertido en un bastión de MORENA (y antes del PRD cuando AMLO militaba en él); para entender la importancia geopolítica y geoeconómica del Distrito Federal basta mencionar que su presupuesto es de más de USD 14 mil millones y su deuda de más de USD 5,5 mil millones, su PIB de 2021 fue de más de USD 167 mil millones y su PIB per cápita 2022 de más de USD 8 mil. Basta para entender como el Gobierno del Distrito Federal de México ha sido —y seguirá siendo— la plataforma para posicionar y mantener candidaturas políticas.

Con toda esa explicación previa, es más fácil entender el espacio y perspectivas de Claudia Sheinbaum Pardo. De ascendencia judía acomodada, fue dirigente estudiantil en la UNAM, donde obtuvo un doctorado en ingeniería en energía; desde 2000 a 2006 trabajó con López Obrador en el DF y luego fue parte de sus equipos de campañas presidenciales en 2006 y 2012 y le colaboró en 2018; entre 2018 a 2023 fue Jefa de Gobierno del Distrito Federal, donde realizó una labor reconocida con la pandemia de la COVID-19 pero muy criticada en las acusaciones por falta de mantenimiento del metro después de que un tramo de la línea 12 se desplomara en 2021 y causara la muerte de 26 personas, así como la entrega de permisos “grises” o poco verificados para construcciones en la ciudad, varias desplomadas cuando el terremoto de 2017, cuando aún dirigía una de las delegaciones de la ciudad. Aunque ha sido una activista social desde sus años de estudiante, es considerada más una tecnoburócrata con poco carisma pero sumamente fiel y sacrificada a López Obrador, de quien ha sido clara favorita para ser elegida candidata de su coalición, lo le ha valido críticas de no tener identidad propia ni cuestionar jamás ningún resultado del actual gobierno mexicano. (También se ha cuestionado el contrasentido de que una tecnoburócrata suceda a un permanente populista, lo cual conlleva a pensar que Sheinbaum no será más que el continuismo digitado por López Obrador —pero sin su carisma)

Quedan más de nueve meses hasta el 2 de junio de 2024, día de las elecciones. Todo puede suceder en el México lindo y querido, con los vientos favorables del TLCAN y el nearshoring, los problemas de la migración a través de México —AMLO ha desarrollada un política colaborativa con los EEUU— y la grave crisis del fentanilo que circula al vecino del Norte…

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