Las crónicas de los viajes a través del tiempo, nos transportan a California, Estados Unidos, alrededor del año 1849, momento en el cual se tenían registrados cerca de 150.000 indígenas; aquel año marcaría el inicio que lo que más tarde sería conocida como la “fiebre del oro” en la historia. La intensa actividad minera provocó un sinnúmero de enfermedades, causando junto a otros males que la población de nativos americanos se redujese a sólo 31.000 para el año 1870.
Se excavaron cerca de doce mil toneladas de tierra, empleando el mercurio como medio para la extracción del oro, utilizándose irresponsablemente la cantidad de veintiseis millones de libras, concentradas en mayor cantidad en la Sierra Nevada y las montañas de Klamath-Trinity. Un estudio de la Universidad de California en la actualidad, estimó que el lago Clear Lake todavía contiene una concentración de más de cien toneladas de mercurio. Tras ciento setenta largos años, las minas abandonadas continúan produciendo escapes de desechos tóxicos. Los ríos American, Bear, Feather y Yuba, echan sus aguas en la Bahía de San Francisco que se encuentra altamente contaminada, debido a ello, sus recursos marítimos no son aptos para el consumo humano.
Otro desastre de envenenamiento producido por mercurio se registró en la ciudad japonesa de Minamata durante la década de los años cincuenta. La enfermedad de Minamata se originó en al suroeste del Japón, una pequeña comunidad pesquera que durante el año de 1953 observaba atónita como las costas se llenaban permanentemente de peces muertos, algunas especies habían desaparecido y los gatos presentaban espasmos y convulsiones por lo que este fenómeno recibió el nombre de la enfermedad de los “gatos danzantes”.
Los primeros casos de envenenamiento en seres humanos se presentaron en 1956, los síntomas eran diversos, desde el entumecimiento de las extremidades, dificultades para comer y hablar. Se formó un comité de acción para determinar las causas de esta extraña enfermedad, llegando a las conclusiones de que la contaminación venía del mar y se servía en las mesas.
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Varios fueron los estudios que se realizaron con estos pacientes que presentaron daños irreversibles en sus células cerebrales, afectando directamente al sistema nervioso, espasmos y convulsiones, así como temblores incontrolables; los pacientes presentaron desequilibrios, daño sensorial, además que el envenenamiento afectó a través de la vía intrauterina a las mujeres embarazadas, provocando malformación y enfermedades en los fetos.
Independientemente de lo ilustrativo que puede resultar la historia en estos casos, se debe establecer con precisión que el mercurio es un mineral que afecta gravemente a los animales y humanos con consecuencias terribles para la salud. Para la extracción del oro se realiza el proceso de amalgamación, en la que se remueven grandes cantidades de tierra con maquinaria y sistemas de succión. Durante este proceso, el exceso de mercurio es vertido en el agua y en los suelos, liberando una letal carga tóxica que se acumula en fauna silvestre, bosques primarios, ríos y cuerpos de agua, produciendo contaminación ambiental de forma criminal, constituyendo un atentado contra la salud y la vida de todo ser viviente en la faz del planeta.
Según la investigación realizada por las universidades de Tian Yang (China) y Michigan (USA), que analizaron a las especies que habitan en las fosas marinas Mariana y Kermadec Trench, encontraron resultados alarmantes de una cantidad irregular de concentración de mercurio en las mismas. Esta contaminación no es atribuible a efectos naturales, todo lo contrario, el carbono que se eleva en la atmosfera y se precipita en las aguas en forma de lluvia, el petróleo o la minería que termina echando mercurio en las aguas de los ríos que van a desembocar en los océanos, son responsables directos del daño irreversible causado por este envenenamiento planetario.
El exceso de metales pesados altera el metabolismo de las plantas y los animales, llegando a nuestras ciudades a través de la cadena de alimentos, provocando un alto riesgo en la seguridad alimentaria de los seres humanos. Los responsables de este acto criminal deberían ser juzgados por delitos de lesa humanidad en lugar de seguir gozando de la complicidad y encubrimiento por parte de los Estados. Nos encontramos frente a una señal clara del fin del mundo, que llega en forma, olor, color y sabor a mercurio.
Es esencial promover la responsabilidad ambiental en búsqueda de soluciones sostenibles que permitan frenar y evitar que estos problemas continúen atentando contra el planeta y a la humanidad en su conjunto. Se deben tomar acciones para garantizar la salud y la vida de los seres humanos, no hacerlo, significa irremediablemente enfrentarse a una de las posibles causas de extinción de la raza humana.