Mujeres, premios Nobel, privilegios y mis fobias


 

“Los hombres pobres siguen disfrutando de los privilegios de ser hombres, por mucho que no disfruten de los privilegios de ser ricos”.        Chimananda Ngozi Adichie



Pues sí, género y clase son dos categorías muy distintas, bien afirma la escritora nigeriana. Sin embargo, unos y otros, menos mal que no todos, maltratan, pegan, reprimen, oprimen, comprimen, violan y matan mujeres sin que les tiemble la mano, rica o pobre, miserable y canalla siempre.

La justicia que debiera proteger y defender a las víctimas, la manejan esos mismos hombres que miran al costado, ¿“qué habrá hecho”, o cómo estaría vestida?, preguntan. Y en el colmo del desprecio, ofrecen conciliación, como ofreció el ministro de (in)justicia en Bolivia.

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Hasta septiembre de este año, según datos de la Fiscalía, se habían registrado 63 feminicidios, sin contar sus intentos; de enero a octubre hay 36.422 víctimas de violencia, y más de 1.000 mujeres asesinadas en 10 años de vigencia de Ley que tipifica el feminicidio.

Ya lo había sentenciado Adela Zamudio, cuyos 169 años de nacimiento pasaron en la habitual sordina oficial hace un par de días: 11 de octubre. “¡Oh mortal privilegiado, que de perfecto y cabal gozas seguro renombre! Para ello ¿qué te ha bastado? Nacer hombre” escribió y puso el dedo en una llaga que no cierra. La recordamosausente, pero no perdida para seguir sus sensibles huellas, con esa mirada aguda y visionaria, sin que estuvieran definidas todavía en su tiempo, las múltiples variables de las inequidades de género en detrimento femenino.

No es que vayamos a asumir el grito de la francesa Pauline Harmange “hombres, los odio”, porque no se resuelve la violencia con más violencia, ni con más odio, como si no tuviésemos suficiente aquí, en Ucrania, Israel, Gaza y otros sitios cubiertos de ignorancia y desdén.  Ese grito, “hombres los odio”, es un grito antimachista contra el patriarcado. Es un grito que reclama respeto, reconocimiento, equidad, representación, empatía, para disminuir, o borrar, las asimetrías en la distribución de bienes, servicios, trabajo, prestigio, libertad y poder entre hombres y mujeres.

¿Será que los miembros de la Real Academia Sueca de Ciencias Instituto Karolinska y el Comité Nobel de Noruega están oyendo esas demandas? Parece que algo han oído, y este año reconocen y premian el trabajo de 4 mujeres. Premio Nobel de química por las vacunas contra la covid a Katalin Karikó, 68 años, bioquímica, húngara, que la paso muy mal antes de que sea reconocido su trabajo sobre el ARN mensajero. El premio Nobel de Física a la francesa Anne L’Huillier, 65, por su aguda penetración en el interior del átomo. Es decir, ciencia pura y dura, que el Nobel no reconoció antes a la astrónoma estadounidense Henrietta Leavitt, descubridora de la cinta métrica del cosmos (1925) que permitió a Edwin Hubble observar que el universo se estaba expandiendo. El telescopio lleva su nombre: Hubble. Entre otras lamentables injusticias, está la cometida contra la doctora en física, Lisa Meitner, judía austríaca. Ella desarrolló la teoría de la fisión nuclear (1938) que contribuyó a hacer realidad el Proyecto Manhattan: la bomba atómica, investigación conducida por Robert Oppenheimer, en la que Meitner se negó a participar.

El Nobel de Economía fue para la estadounidense Claudia Goldin, 77 años, por sus estudios sobre las mujeres en el mercado laboral, pues ellas perciben salarios más bajos, tienen menos opciones de ocupar puestos altos en la escala jerárquica y en general acusan mucha menor tasa de empleo. Goldin investigó datos de más de 200 años en Estados Unidos, para demostrar cómo y por qué evolucionaron en el tiempo las diferencias de ingresos y tasa de empleo, y puso en evidencia que «a pesar de la modernización, el crecimiento económico y el aumento de la proporción de mujeres empleadas en el siglo XX, durante un largo período de tiempo, la brecha salarial entre mujeres y hombres apenas se cerró”, según un miembro de la Academia. Allí, las mujeres ocupan 30% del mercado laboral y la brecha es de 13%. En Bolivia, la diferencia trepa a 30%, señaló la economista cruceña Patricia Viera, en el programa ‘Estudios Centrales’, y subrayó el mezquino e inequitativo mercado laboral para las mujeres.

El Premio Nobel de la Paz, fue para la presa política iraní Narges Mohammadi, 55 años, vicepresidenta del Centro de Defensores de los Derechos Humanos, periodista y activista presa antes también por su «lucha contra la opresión de las mujeres de Irán». No es que la teocracia patriarcal, machista y dictatorial iraní vaya a cambiar, si su policía de la moral mató siempre, mató a Masha Amini, hace más de un año, dicen que por llevar mal puesto el velo y sigue matando. Esa hiyab que esconde el pelo, como si el pelo tuviese la culpa de la cultura patriarcal y misógina que los Ayatolas cultivan con vehemencia.

La Fundación Nobel, en 122 años, desde 1901, ha concedido 6% de los premios a mujeres: solo 63; mientras que 91% los ha otorgado a hombres: 892.

Tamañas desproporciones exigen ‘hacer camino al andar’, andar largo, pesado, lleno de obstáculos. Las mujeres tendremos seguir dando tiempo, espacio, energía y amor para asegurarles a los hombres no los odiamos, que son nuestros padres, hermanos, esposos, hijos, amigos, compinches y que son bienvenidos, siempre que nos respeten.  Excluyo al ex Morales, García Linera, Arce Catacora, sus colgandejos locales, los algo lejanos, y los de allende los mares. Esos nunca serán bienvenidos.

 


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