En los albores del siglo XX, Argentina era un país sólido y fuerte, económicamente atractivo, un país mucho más rico que sus pares europeos por lo que gente de allí y de muchas otras partes del mundo, migraba en grandes cantidades con la promesa de una vida mejor; algo de lo que pudieron gozar durante décadas quienes decidieron aventurarse. Los puertos europeos se encontraban abarrotados de personas que tenían la oportunidad de embarcar rumbo a Nueva York o Buenos Aires, en ambos casos, buscando tierras de libertad y de progreso, el idioma terminaba por decantar a muchos que tenían raíz latina para llevarlos por las rutas del Sur.
En junio de 1946 asumía la presidencia de gobierno Juan Domingo Perón, un militar que había realizado durante algunos años actividades políticas ligadas a los sectores sindicales y populistas de la Argentina, por lo que su elección no sorprendió a nadie. Restituyó el Ministerio de Trabajo, comprometiendo la distribución de la riqueza, con una política de nacionalización que puso nuevamente en manos del Estado las empresas más importantes de la Argentina. Los primeros años, el nuevo modelo económico funcionó de maravilla, debido a que el país tenía reservas suficientes para permitírselo.
Con el correr de los años, el Estado comenzó a hacerse cada vez más grande, se crearon diversos y generosos subsidios con recursos públicos, que tal como ocurre en otras partes del mundo, estimularon la corrupción. En casi ocho décadas, el peronismo se fue reinventando, adaptando y mimetizando de acuerdo a las circunstancias, priorizando en cada momento el gasto a corto plazo que le habría permitido alimentar un discurso permanente de solidaridad y redistribución de los recursos, en desmedro del desarrollo económico de largo plazo, la seguridad y la garantía de las futuras generaciones.
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La historia reciente en Argentina, nos muestra que en los últimos tres lustros, la inflación no bajó del 10%, por el contrario, lo que ha hecho es incrementar cada vez más, llegando a situarse en la actualidad por encima del 140% y presumiéndose que cierre cerca al 190%. La inflación es un fantasma que ronda permanentemente los mercados argentinos; para 1990 hubo una hiperinflación arrastrada desde la década de los años ochenta, manteniéndose constante por encima del 100%, hasta situarse en el 600%.
Pero la inflación es uno de los tantos problemas a resolver en la actualidad, el déficit fiscal es de 2,96 billones de pesos, yendo a juego con la deuda pública que alcanzó superar el 62% del PBI, haciéndolo prácticamente insostenible. Actualmente, cerca al 50% de los argentinos viven por debajo del umbral de la pobreza, con una economía altamente dolarizada, quedándose paulatinamente sin reserva de divisas. Comprar dólares en el mercado formal es poco menos que imposible, por lo que el argentino, con tal de deshacerse de los pesos argentinos –que día tras día valen menos–, ha creado mecanismos para conseguir divisa norteamericana, aunque eso implique tener que pagar precios mucho más elevados. Habrá que ponerse a reflexionar, pues la fiesta, no se paga sola.
La deuda externa contraída con el FMI es superior a los 400.000 millones de dólares, habiéndose comprometido los distintos gobiernos a sanear sus cuentas, algo que hasta la fecha ninguno ha hecho. Desde que Argentina se unió al FMI (1956), ha recurrido para que la rescaten en una veintena de oportunidades, aceptando los condicionamientos de controlar el déficit y aminorar la deuda, traducido en lenguaje sencillo, tener un menor gasto, recorte en los subsidios, generar empleo, entre otras, exigiendo que el gobierno pueda cuadrar sus cuentas, aspecto que tampoco han sido capaces de cumplir.
Hace una semana, el economista “ultraliberal” libertario Javier Milei ganó las elecciones con el 55,69 por ciento de los votos, un triunfo sin apelativos, que le aporta un capital político en las urnas que será fundamental para hacerle frente a la tormenta que se le avecina a partir del 10 de diciembre. Argentina atraviesa una estanflación mucho mayor de lo que se aprecia a simple vista. La contracción del PIB para este año llegará a ser del 2,5%, mismo que hace una década. El PIB per cápita sitúa a la Argentina en los mismos niveles del año 2006. La crisis económica golpea especialmente a las rentas más bajas, apreciable en que el salario medio y las pensiones se han visto afectados en un 30%.
El presidente electo conoce perfectamente el problema al que debe enfrentarse, por lo que la propuesta de implementar reformas severas de reajuste económico, serán determinantes para la República Argentina, que esperó largos años para ser rescatada. El mundo observa atento las medidas que asumirá el primer presidente “anarco capitalista” de la historia (Jesús Huerta de Soto), esperando que sean de pasos firmes, tendentes a la recomposición política y económica de la región, que a vista de la expectativa generada en torno a su elección, Javier Milei tiene una responsabilidad que traspasa las fronteras, pues la Argentina es ahora mismo el espejo, en el que se reflejan muchos otros países.
Escritor, investigador, divulgador histórico