La mitología griega, uno de los tesoros mejor guardados de la tradición cultural del ser humano, alberga una colección impresionante de relatos fantásticos y sorprendentes que involucran a dioses, oráculos, colosales bestias, monstruos, héroes, fantasía, aventuras trepidantes que han perdurado a lo largo de los siglos dejando una huella indeleble, encuentra la forma de hacer que su historia, trascienda a través del tiempo hasta llegar a nuestros días.
En el corazón de la mitología griega, los dioses ejercían un poder absoluto sobre distintos aspectos del mundo. Poseidón, dominaba los mares y los océanos, por su parte Zeus era el soberano de la tierra y los cielos, mientras que Hades controlaba el inframundo. Para los griegos, los dioses eran omnipresentes, sin que detalle alguno pueda escapar a su influencia. Los mortales buscaban el favor de sus ancestros, a quienes rendían homenajes y entregaban ofrendas para que sean aquellos quienes intercedan en su nombre desde el más allá.
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Medusa, hija de Forcis y Ceto, hermana de Esteno y Euralie, junto a quienes eran conocidas como las tres Gorgonas (monstruos femeninos). Sin embargo, en sus días, Medusa fue una mujer de incomparable belleza según cuenta la leyenda. Era una mujer que despertaba pasiones y a la que los pretendientes le llegaban por cientos, provocaba suspiros y desencadenaba un mar de emociones en aquellos con los que cruzaba la mirada.
Para su desgracia, su enorme belleza sería a la vez su perdición. El poderoso Poseidón, gobernante de los mares se había enamorado perdidamente de aquella mujer, por lo que, siendo uno de los dioses más poderosos de la antigua Grecia, creyó que podía poseerla a su antojo. Durante un instante trágico, Medusa oraba en el Erecteion (templo construido en honor a la diosa Atenea en el lugar más sagrado de la acrópolis griega), apareció Poseidón seguro de conseguir que ella lo amase, intentó seducirla de diversas maneras, pero al ver que su amor no era correspondido, procedió a violarla.
La diosa Atenea, considerando este acto como un sacrilegio imperdonable a su templo, decidió castigar a Medusa de la forma más cruel. La transformó en un monstruo sin alma, una Gorgona cuya mirada podía convertir en piedra al que se atreviese a mirarla a los ojos, esto, con el propósito de que nadie más volviera a enamorase de ella. No conformes con aquel castigo, Afrodita, diosa del amor, quiso quedarse con su cabellera, por lo que decidió remplazarlo por serpientes.
Convertida en monstruo y alejada para siempre de la sociedad humana, Medusa fue desterrada a tierras lejanas. Este mito fue ampliamente conocido en la antigüedad clásica, griegos y romanos la conocían perfectamente bien y se encargaron de transmitirla por generaciones, sin embargo la historia tiene otro fin.
Como resultado de la violación, Medusa había quedado embarazada, lo que provocó una irá aún mayor de los dioses. Aprovechando un acuerdo entre Polidectes, rey de Sérifos, y el joven Perseo que había prometido traer la cabeza de Medusa para evitar el matrimonio entre Polidectes y Dánae (madre de Perseo). Lo que el rey de Sérifos no había previsto, era que los dioses intervendrían en favor del muchacho.
Atenea le regaló una espada y un escudo forjado en hierro, pulidos como espejos, en el que podía reflejarse cualquier imagen. Hades por su parte le obsequió un casco que lo hacía invisible, Hermes (mensajero de los dioses) le entregó una hoz afilada y unas sandalias aladas, que habían pertenecido a Zeus. Así pues, Perseo marchó rumbo al oeste, donde se topó con las Grayas (vigilantes de la morada de las Gorgonas, tres viejas brujas que usaban un único ojo y un diente para ver y comer). Tras proseguir su camino, llegó hasta las Hespérides, donde las ninfas que habitaban el lugar, le entregaron un “kibisis” para que guarde la cabeza de Medusa.
Al llegar al reino de los muertos, el lugar donde reinaba la oscuridad perpetua, entró a la caverna donde habitaba la temible Medusa. Valiéndose de sus artilugios, se hizo invisible y reflejando la imagen del interior en su escudo, pudo acercarse sigilosamente hasta el lecho donde dormía la Gorgona, asestándole un golpe certero con el filo de su espada que hizo rodar la cabeza por los suelos. De las entrañas del monstruo decapitado, emergieron sus hijos, Pegaso (caballo alado) y Crisaor (gigante con espada de oro).
De regreso a Sérifos, Perseo se enteró de que su madre había tenido que refugiarse en el templo para escapar del asedio de Polidectes a quién, Perseo salió a buscar inmediatamente. Asombrado de ver a aquel que creía muerto, Polidectes comenzó a burlarse, negándose a aceptar que haya cumplido tan difícil misión. En un giro asombros, Perseo revela la cabeza de Medusa al rey de Sérifos y a sus invitados, quienes al verla quedaron petrificados. Posteriormente llevó la cabeza ante la diosa Atenea que decidió añadirla a la égida (emblemático escudo de Atenea).
En un mundo donde cuesta tanto poder diferenciar lo real de la fantasía, es importante recordar que hay historias que se presentan de forma atemporal debido a la complejidad del ser humano. Belleza, tragedia, poder, abuso y justicia, son elementos sobre los que debemos seguir reflexionando en un mundo que se torna cada vez más confuso.
Por: Carlos Manuel Ledezma Valdez
Escritor, investigador, divulgador histórico