La periodista que entrevistó “en la selva” al capo uruguayo del narcotráfico Sebastián Marset lo abordó a merced y en condiciones que el hombre impuso, al punto de impedirle cualquier observación desde que abordó el avión.

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Luego de haber acordado la conversación el 3 de noviembre, Patricia Martín, periodista del programa Santo y Seña de Canal 4, aceptó las condiciones de discreción para la entrevista, aunque pudo también plantearle las suyas.

La noche del domingo, al difundir la entrevista que no solo causó expectativa en Uruguay, sino también en Paraguay y Bolivia, la periodista contó su cometido en una conversación previa con su compañero Ignacio Álvarez.

Todo comenzó el 3 de septiembre, cuando el mismo espacio de la televisión —según recordó— difundió un reportaje sobre la trama Marset y en el que la periodista desafió al narcotraficante a ofrecer su versión.

 

A MERCED

Dos meses después, una llamada de alguien “que tenía contacto con él” fue el inicio del periplo. Relató que “las palabras fueron: El entorno del hombre quedó conforme” con la entrevista con Martín al presentar el domingo la entrevista con Marset.

Es que “le estaban achacando delitos contra él”, justificó.

Precisamente, Marset se había molestado con el ministro boliviano de Gobierno, Eduardo del Castillo, por declaraciones que rechazó. “Me molestó que Del Castillo me haya acusado de pedófilo, abusador de mujeres y violador, puedo ser todo menos eso”, dijo en la entrevista.

Y la periodista logró hablar con el mismísimo buscado por las autoridades de Uruguay, Paraguay, Bolivia y Brasil, además de la Agencia de Control de Drogas (DEA) de Estados Unidos y Europol. “Cuando hablé con él, y también estaba su pareja Gianina García”, le expliqué la necesidad de la entrevista, afirmó la profesional.

El 5 de noviembre, Martín cerró la entrevista con Marset y definió la vía. “Convengamos que soy medio kamikase, para los que me conocen”, dijo con ironía.

Había posibilidades de que sea vía Zoom, Skype o preguntas por escrito. “Yo le dije que lo mejor era que sea una entrevista personal”, recordó.

Pero Marset lo pensó dos veces, hasta que el 7 de noviembre se contactó con la periodista de Santo y Seña. “Para mi sorpresa me preguntó si yo me animaba a hacer una nota personal”, contó.

Trato hecho. “Le dije que, si él me daba la tranquilidad de que a mí no me iba a pasar nada, yo no tenía ningún problema e iba”.

CONDICIONES

Martín dijo que le planteó tres condiciones: que pudiera viajar con el abogado de Marset en Uruguay, Santiago Moratorio. “No sabía a qué me iba a exponer si no llegaba a ningún lado”, dijo la periodista.

La segunda condición era que Marset debía permitirle estar con contacto con su familia, para avisarle sus pasos, como a Álvarez, el conductor de Santo Seña.

Finalmente, la apuesta periodística: “Te voy a preguntar todo lo que yo quiera y tú verás si quieres contestar o no”.

Llegó el día del viaje, el 9 de noviembre. Cuando hablaba de rumbo desconocido, lo único que sabía era que el “jueves iba a tomar un avión del aeropuerto de Carrasco de Uruguay hacia Paraguay, pero después no sabía cuál iba a ser el recorrido”, develó Martín.

Al llegar a destino, una camioneta esperaba a Martín y Moratorio. “En ese momento sentí un poco de inseguridad, estás a ciegas”, relató.

Dijo que en la cena Marset le hizo una videollamada que la tranquilizó. “Y me dice ‘que estás con mi gente’. Yo no sabía si realmente estaba con la gente de él o si me iba a buscar”.

“Me enteré lo del helicóptero, me preguntó cómo había ido el viaje o si necesitábamos algo. Al otro día, sin falta íbamos a salir”.

Durmieron en el primer destino luego de su viaje desde el aeropuerto de Carrasco General Cesáreo Berisso, en Montevideo.

“Lo que sí me pasó fue cómo perdí la noción del tiempo, porque yo les pedí que al otro día me despertaran; porque yo, sin alarma, no me podía despertar”, develó.

Es que no tenía celular. “Es bastante complejo”, lamentó Martín.

Al día siguiente, el viaje fue en helicóptero, por “varias horas”, seguro más de una hora. “Algo que me preguntaron es que, si me habían vendado los ojos o me han encapuchado”, recordó.

“A pedido de él (Marset), no lo hicieron, pero sí me pidieron cumplir determinadas medidas, como, por ejemplo, cuando —el helicóptero volaba alto— ya se podía ver (tierra), nos bajaban las cortinas y nos hacían mirar para adentro”, contó.

HELICÓPTERO

A ciegas. Pero dijo que aterrizaron en un lugar “medio selvático”, que, no obstante, “no era en medio de la selva”. “A mí no me importa dónde está Marset ni dónde se esconde; ni me quería hacer la heroína y decir a ver qué puedo ver acá”, se justificó Martín.

El viaje en un segundo helicóptero tuvo las mismas condiciones. “Cuando bajo del helicóptero, me piden que mirara hacia el piso y me dirigiera a una camioneta, pero uno con el rabillo del ojo ve: ahí es que vi que había gente armada como un perímetro”, detalló.

Pudo ver a más de 10 personas de seguridad, entre civiles y “gente uniformada”. “Si estaban uniformados para despistar, no lo sé; no sé si serán policías y militares”, dijo Martín.

Al fin pudo llegar a la mansión de Marset, esta vez en medio de la selva. Fue una cara a cara por primera vez en años entre el hombre más buscado del momento y una persona ajena a su entorno.

“Yo estaba sí ansiosa, pero no tenía miedo”, admitió Martín.

Corre la entrevista.