Jeanine no es Mandela


“El que no conoce la verdad es simplemente un ignorante. Pero el que la conoce y la llama mentira, ¡ése es un criminal!”

Bertolt Brecht

Fuente: Gabriela Ichaso



 

El día que asumió la Presidencia del Senado la senadora Jeanine Añez, en su condición de 2ª Vicepresidente de la institución y ante la renuncia de la presidente y el vicepresidente del Senado, ambos del MAS, un escalofrío recorrió mi espalda.  No la conocía, ni siquiera había oído hablar de ella. Ex constituyente, beniana, abogada, mujer y madre… De oposición, además. Valiente y patriota, me dije queriendo despejar el nubarrón que me estremeció por un momento.

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Casi dos décadas atrás, yo había vivido el dramático desenlace de la renuncia presidencial y la sucesión constitucional del vicepresidente que asumió sin contar con un solo diputado o senador en el Congreso, sin estructura partidaria ni bancada parlamentaria. Presentí, en los recuerdos relampagueantes de entonces, que, aunque las circunstancias fueran otras, la mano invisible del poder totalitario movería los hilos oscuros de 2003 en esos días aciagos de 2019.

Cuando se reniega de la historia, se condena a repetirla.

Un día de noviembre de 2019, como hoy, ya Jeanine era Presidente Constitucional de Bolivia y busqué reunirme con el senador que devino en Ministro, el senador con quien había tenido varios cruces en las redes sociales por sus desatinos. Me recibió en un lugar público en Santa Cruz y, ante su cara de sorpresa porque no escuchó pedido de pega o de contrato, tuvo que sostenerme la mirada y escuchar: Cuide a la Presidente. No son ustedes los que han puesto el pecho: Ha sido, es y será ella.

Lo que sigue es la triste historia que vivimos, matizada por los dedos acusadores y los embustes en torno a lo que hizo o no hizo Jeanine Añez pero lo cierto es que quienes lideraban la oposición cuando ella lidiaba con un cargo que no pidió para llevar a un país a nuevas elecciones suplicando Unidad, eligieron no acompañar mientras los fugitivos autores del fraude y del vacío del Órgano Ejecutivo,  aprovechaban cada instante para rearmarse en torno a la narrativa victimista desde el exterior.  Una vez más, pensaron que cada uno se salvaría por su lado, que cada uno se distinguiría fustigando a la Presidente que asumió para que todos, incluídos ellos, los opositores, también tuvieran democracia.

Otra vez pisaron el palito de cada uno por su lado le gana a cualquiera, minimizando que la Asamblea Legislativa seguía siendo masista, de los masistas que se quedaron y no abandonaron, de la Asamblea Legislativa masista que producida la sucesión constitucional maliciosamente incumplieron su mandato de “recibir el juramento de la Presidenta del Estado”, como manda la Constitución; de la Asamblea Legislativa masista que desinstitucionalizó la democracia parlamentaria al desconocer su propio Reglamento habilitante de asunción de Jeanine Añez a la Presidencia del Senado; que el Órgano Judicial era de los masistas designados a pesar de la mayoría de votos nulos que los habían deslegitimado de los cargos a los que postularon; que el Estado masista destine un presupuesto injustificable y encubierto de recursos en ítems de ministerios, viceministerios, fiscalía, policía, procuraduría, etc. etc. en equipos descomunales de persecución política, empezando por la multiplicidad de reparticiones que se juntan en cada proceso montado contra una mujer sola. Y así, es larga la lista. En fin.

Roberto Gargarella, uno de los juristas más estudiosos del neoconstitucionalismo latinoamericano y con un perfil más bien de izquierda, justamente ayer describía al masismo argentino, léase al kirchnerismo que pronto sale del gobierno de ese país: “De todos modos, y para que se entienda: no estoy hablando aquí de abstracciones ajenas a los pesares propios de nuestras vidas. Según entiendo, esos obscenos hechos ayudan a explicar muy bien el resultado de las elecciones.

Cualquier persona pudo entender entonces que no había ninguna razón para confiar en un equipo de gobierno semejante, como el que sobrevino, mal preparado, mal intencionado, mucho menos sensible a la verdad que dispuesto a la mentira: un gobierno que necesitó, siempre, encubrirlo todo”. Él habla del kirchnerismo, repito, y yo leo exactamente al masismo.

Esas garras obscenas son las que secuestraron, encerraron e impulsan hace 990 días la condena penal ilegal y anticipada más infame a una Senadora Nacional a la que tocó por azar y asumió confiando en la institucionalidad pública, la sucesión constitucional cuando sus carceleros huían, dejando la instrucción confrontacional de la violencia y el dolor.

Desde su mismo origen, a finales del siglo XVIII, el constitucionalismo se propuso evitar los excesos del poder; resguardar a las minorías; impedir que cualquiera de las ramas del gobierno avanzara sobre el campo de acción que le correspondía a las otras ramas. Esto también lo recuerda el jurista argentino. Hoy, luego de más de dos siglos de vigencia, el constitucionalismo luce oxidado y maltrecho: una práctica centenaria ha ido deteriorando al máximo al viejo mecanismo de relojería de los frenos y controles. El Poder Ejecutivo goza de “poderes de amenaza” mayúsculos en relación al Legislativo y el Judicial; la Justicia ha devenido (por ello mismo) en un poder directamente dependiente de la política; mientras que la Asamblea Legislativa es un apéndice del Órgano Ejecutivo, que responde con o sin 2/3, a las directrices presidenciales.

Jeanine Añez es la víctima más emblemática de la ausencia de Estado de Derecho, de la desinstitucionalización más peligrosa y de la negación del derecho internacional de los derechos humanos, a los cuales Bolivia no solo está adscrita sino que los adoptó como directamente justiciables desde la Constitución.

Jeanine Añez no es Mandela. Es una mujer traicionada por sus pares, como en la Revolución Francesa, donde tantos que actuaron con las mejores intenciones por el bien superior acabaron en la guillotina. Jeanine Añez es el drama de la integridad, el deber cumplido y el sacrificio.

Su libro es la memoria de una mujer que no quiso ser extraordinaria y, sin embargo, lo es; una mujer que tiene la conciencia en paz, la convicción del compromiso con la lealtad, el honor y la democracia, la certeza de sus actuaciones en base a la Constitución y la buena fe.  Una mujer que lejos de lamerse las heridas que le provocan todos los días sus verdugos, nunca se resignó a la condena anticipada del régimen opresor de su vida y de su familia y resiste con una dignidad indoblegable.

Dicen que la Historia la escriben los vencedores. Esta es la historia que no conocimos los que estuvimos en las calles defendiendo nuestro voto y la democracia. Esta es la historia que Jeanine Añez, la que venció al vacío de poder, la que venció los intentos de instalar un autogolpe desde el Chapare, la que venció al mito de que sol se oscurecería y la luna se ocultaría, vivió como protagonista con la Constitución en una  mano y la fe en Dios y en el pueblo boliviano, en la otra.

Gracias, Jeanine, por tu palabra y sobre todo, gracias por ser ejemplo de amar, resistir y luchar. Que este sacrificio perverso al que te han sometido los que te han robado la libertad y el derecho natural a un Juicio de Responsabilidades, sea luz incandescente para quienes tienen la obligación moral, política y material de recuperar y reconducir los destinos de la Justicia y la Democracia.

Gabriela Ichaso en la presentación de la 3ª edición del libro «Jeanine de puño y letra», en el centro cultural «El Alfarero», Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, el jueves 30 de noviembre de 2023.


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