La literatura griega ha pervivido a lo largo del tiempo gracias a la representación universalmente conocida de obras como: La Ilíada y La Odisea, obras, que describen las hazañas legendarias de sus dioses y de sus héroes. Estas obras corresponden a la poesía épica que alcanzó su máximo apogeo durante el siglo de Pericles, responsable de hacer de Atenas el centro cultural e intelectual de toda Grecia, aspecto que influenció a la creación del espíritu griego. Pericles fue durante dos décadas el prototipo casi ideal de la perfección helénica, caracterizado por su enorme belleza, fue un insigne orador, hombre de profundas creencias religiosas, patriota como ningún otro, amante de las artes y las letras.
De acuerdo con el relato, “Paris, hijo de Príamo (Rey de Troya), robó a Helena, esposa de Menelao (Rey de Esparta). Para vengar esta afrenta, Agamemnón (Rey de Micenas), hermano de Menelao, reunió a los ejércitos sobre los que mantenía control y con 1.100 embarcaciones y cerca de cien mil hombres –entre los cuales figuraban el bravo Aquiles, el prudente Néstor y el astuto Ulises–, se hicieron a la mar con el propósito de destruir Troya.
Uno de los poemas de La Ilíada, canta la guerra de Troya. Agamemnón, loco de poder, despojó a Aquiles de una de sus esclavas, provocando una seria disputa entre ambos. Finalmente, esta confrontación, hizo que Aquiles tome la decisión de no participar de los combates, aunque se mantuvo dentro de su campamento. Enterados de esta decisión, los troyanos comenzaron a recuperar terreno, inclinando la balanza a su favor.
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Patroclo, decidió vestirse con las armaduras de su amigo Aquiles, en su intento por persuadir al enemigo de que éste había vuelto al combate. Durante el desarrollo de la batalla, el joven Patroclo es ultimado por Héctor, héroe de los troyanos y en quien confían para alcanzar la victoria final. Enterado de lo ocurrido, Aquiles retorna al campo de batalla, para después de una prolongada persecución y un feroz combate lograr vengar la muerte de su amigo, dando cuenta de la vida de Héctor, para desconcierto del pueblo troyano.
La Eneida, brinda los pormenores del epílogo de la guerra. Tras diez años de combate, Paris, hermano de Héctor, logra asesinar a Aquiles, quién tenía su único punto vulnerable en el talón. Tras la muerte, quedó al frente del ejército griego Ulises. La resistencia troyana repelía cualquier ataque, los gruesos muros de la ciudad, resultaban infranqueables. Ulises pidió consejo a la diosa de la Sabiduría, por lo que mandó a construir un gigantesco caballo de madera, que en su interior escondiera a los principales soldados helenos, mientras que el resto simulaba la retirada. Al quedar el caballo abandonado sobre la playa, los troyanos decidieron introducirlo a la ciudad como trofeo de guerra. Durante la noche y mientras los troyanos celebraban el triunfo, los griegos abandonaron el caballo y abrieron las puertas de Troya. La gente fue muerta y otros esclavizados, la ciudad incendiada y destruida, para finalmente ser abandonada para que la devore el paso del tiempo y sucumba bajo el polvo del olvido.
No fue hasta 1870, cuando tras conseguir los permisos del gobierno turco, el explorador e investigador alemán Heinrich Schliemann, realizaría las primeras excavaciones. Pico y pala, comenzaron a exhumar los primeros restos, muros, cerámica, lanzas y armas de una época remota, alumbraban la presencia de fascinantes tesoros de lo que él intuía, había sido la ciudad de los libros que desde su niñez lo habían obsesionado con la cultura helena. Para 1873, la expedición alcanzó uno de sus más importantes hallazgos: hachas y martillos de piedra, cuchillos y puñales de bronce, varias copas de plata, copas y una jarra de oro, floreros que tenían en su interior diademas finamente labradas, anillos, pulseras, collares forjados en oro y plata también fueron encontrados. Schliemann bautizó estos efectos como el Tesoro de Príamo.
La noticia del descubrimiento se extendió rápidamente, por lo que –de manera clandestina– Heinrich Schliemann se llevó todos los artículos encontrados hasta Grecia. Los reclamos del gobierno turco no se dejaron esperar, por lo que el Tesoro de Príamo fue donado al museo de Berlín. Tras la Segunda Guerra Mundial, el tesoro desapareció, hasta que para el año 1993 se comunicó que se encontraban en los almacenes del Museo Pushkin de Moscú, donde se conoció que habían sido trasladados por las tropas soviéticas como trofeo de guerra, luego de que concluyera el conflicto armado.
Las excavaciones posteriores, que se llevaron a cabo en aquel yacimiento arqueológico, demostraron la existencia de ciudades sobrepuestas a través de los siglos en el mismo emplazamiento, siendo Troya la séptima de todas ellas, por lo que los arqueólogos Wilhelm Dôrpfeld y Carl William Blegen, establecieron que aquella ciudad podía ser el lugar de la legendaria Ilión de los cánticos de Homero.
La ubicación geográfica de Grecia, situada sobre los Mares Egeo, Mediterráneo y Jónico, le permitieron gozar de una ventaja única para consolidarse como una civilización de cultura marítima, con importantes flotas navieras que le permitían disponer de ejércitos poderosos y enormes riquezas que le proporcionaban a su gente la posibilidad de disfrutar de una vida tranquila, dejando constancia de aquello están los fascinantes edificios de una arquitectura sublime. Una región de ciudades y poblaciones marinas, de belleza inigualable y riquezas sin límites, la convertirían en el cerebro del mundo, centro del conocimiento mundial, debido al contacto permanente con otras civilizaciones, a las que fue irradiando una fuente inagotable de pensamiento y conocimientos que han trascendido los límites del tiempo.
Por: Carlos Manuel Ledezma Valdez
Escritor, investigador & divulgador histórico