El ciclo político marcado por la Presidencia de Evo Morales, que comenzó en 2006 con la promesa de un cambio radical y esperanzador para Bolivia, ha llegado a su fin. Lo que una vez pareció ser la solución a los problemas históricos del país, se ha desvanecido en medio de escándalos de corrupción, despilfarro de recursos y una profunda polarización social.
Morales, en su momento, encarnaba una imagen de renovación y representación de los sectores marginados, pero su gobierno se vio ensombrecido por la gestión cuestionable de la bonanza económica y la implementación de políticas divisorias que sembraron el odio entre regiones y clases sociales.
Hoy, tras 18 años de su ascenso al poder, Bolivia se encuentra sumida en una crisis política, social y económica sin precedentes. Las malas decisiones en la administración de los recursos públicos, junto con la propagación de una ideología sectaria, han dejado al país en un estado de descomposición.
El desencanto con el régimen de Morales ha dado lugar a una fractura en su propio partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), evidenciando que su liderazgo ya no era intocable. La población, hastiada de un liderazgo autoritario y demagógico, ha comenzado a buscar alternativas para el futuro de Bolivia.
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El gobierno de Arce, aunque prometió un cambio, ha mantenido muchas de las políticas y prácticas de su predecesor. La gestión de la economía y los recursos públicos sigue siendo cuestionable, y la polarización social persiste.
En lugar de marcar una ruptura con el pasado, el gobierno de Arce parece estar perpetuando un modelo político que ha demostrado ser insostenible.
En este panorama desafiante, la oposición encuentra una oportunidad para resurgir. La victoria en el referéndum del 21 de febrero de 2016, seguida de la renuncia y posterior huida de Morales en 2019, marcaron un punto de inflexión en la historia política del país. Ahora, en 2025, se vislumbra la posibilidad de una nueva etapa, libre de los vicios del llamado «proceso de cambio».
Es evidente que Bolivia necesita un cambio real y significativo. La oposición tiene la oportunidad de capitalizar el descontento popular y ofrecer una alternativa creíble y constructiva.
Sin embargo, esto solo será posible si la oposición se une y presenta un frente unido contra el continuismo y la corrupción. Es crucial que la ciudadanía boliviana tome conciencia de la importancia de este momento histórico y participe activamente en la construcción de un futuro mejor para el país. El camino hacia la verdadera democracia y el desarrollo inclusivo no será fácil, pero es necesario si queremos evitar repetir los errores del pasado.
En este sentido, es crucial profundizar en la democratización del proceso electoral mediante la implementación de primarias abiertas.
Las primarias abiertas permitirían que cualquier ciudadano, independientemente de su afiliación política, pueda participar en la elección de candidatos. Esto garantizaría que las decisiones sean tomadas de manera más inclusiva y democrática, sin depender únicamente de los militantes de los partidos políticos.
Las primarias abiertas fomentarían una mayor participación ciudadana en la vida política del país, al permitir que los ciudadanos ejerzan su derecho a elegir a los candidatos que mejor representen sus intereses y valores. Además, promoverían la transparencia y la rendición de cuentas en el proceso electoral, al reducir la influencia de los grupos de interés y los caciques políticos.
De igual manera, las primarias abiertas podrían ser un encuentro de la unidad democrática de la oposición. Al permitir que diferentes fuerzas políticas compitan de manera equitativa y así facilitando la consolidación de un frente común contra el autoritarismo masista. Es fundamental que la oposición entienda la importancia de la UNIDAD DEMOCRÁTICA en este momento crucial. Un país dividido no puede avanzar.
La tercera batalla, en contra de un régimen que prometía el «vivir bien» pero entregó muerte, pobreza, corrupción y autoritarismo, está en marcha.
Bolivia tiene la oportunidad de escribir un nuevo capítulo en su historia, uno basado en el respeto a los derechos humanos, el Estado de derecho y la búsqueda de un desarrollo inclusivo y sostenible para todos sus ciudadanos.
Es hora de dejar atrás el pasado y mirar hacia un futuro de esperanza y progreso para el país.
Roger Mario Castellón Saucedo