Ronald Palacios Castrillo
Nuestra comprensión de cómo interactúan el cerebro y el sistema inmunitario ha cambiado sustancialmente en los últimos años y décadas.
Inicialmente, se pensó que el cerebro tenía privilegios inmunológicos y estaba aislado del resto del cuerpo. Si se analiza los descubrimientos recientes, incluida la atribución de la vigilancia inmunitaria del sistema nervioso central a la microglía residente en los tejidos y el reconocimiento de la existencia de una red inmunitaria cerebral compleja que involucra a múltiples actores inmunológicos periféricos.
Esta compleja relación cerebro-inmunidad es importante durante el desarrollo, la edad adulta y el envejecimiento, así como durante diversas patologías. Repensar la inmunidad cerebral podría revelar nuevos objetivos terapéuticos para diversos trastornos neurológicos.
A principios del siglo XIX, el cerebro se consideraba un órgano autónomo detrás de barreras y, por lo tanto, como «inmunológicamente privilegiado».
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Esta suposición fue respaldada por experimentos que mostraron que un tinte inyectado en la circulación no tiñó el cerebro y por la evidencia de supervivencia prolongada de los injertos de tejido en el cerebro en comparación con los trasplantes en tejidos periféricos.
Estas conclusiones llevaron a la visión axiomática de que el cerebro no puede tolerar ninguna actividad inmunológica.
La identificación de células inmunitarias residentes en el cerebro, la microglía, se utilizó a menudo como argumento adicional para respaldar la autosuficiencia inmunológica del cerebro.
Además, a pesar de la descripción temprana del drenaje linfático cerebral, que data de 1787, la supuesta ausencia de vasos linfáticos dentro del cerebro fué, hasta hace poco, una de las razones más comunes utilizadas para apoyar la idea de una separación completa entre el cerebro y el sistema inmune.
AVANCES
Nuestra percepción de la relación entre el cerebro y el sistema inmunológico ha cambiado por completo en las últimas décadas. Ahora se ha establecido que las células inmunitarias funcionan como guardianes del sistema nervioso central (SNC), apoyan la función y reparación del cerebro y residen en nichos inmunológicos especializados en sus bordes, incluidas las meninges, el plexo coroideo y los espacios perivasculares.
Las meninges afectan remotamente al cerebro a través de la liberación de citocinas derivadas de células inmunitarias.
El plexo coroideo alberga y orquesta la localización selectiva de las células inmunitarias en el parénquima del SNC.
Los espacios perivasculares están poblados por células inmunitarias que regulan el flujo de líquido cefalorraquídeo.
La demostración del sistema linfático del SNC y el drenaje cerebral condujo a la identificación de los ganglios linfáticos cervicales que drenan el cerebro como sitios complementarios cruciales de la interacción entre el SNC y el sistema inmunitario.
Observaciones adicionales revelaron que los canales microscópicos en el hueso del cráneo permiten la exposición de la médula ósea (MO) al líquido cefalorraquídeo, lo que influye en la maduración celular en la MO y la migración al cerebro.
Una red de comunicación tan intrincada garantiza actividades eficientes de monitoreo del SNC por parte de las células inmunitarias vecinas, cuyo fenotipo está formado por el microambiente del SNC al que están constantemente expuestas.
La naturaleza bidireccional de la interacción entre el SNC y el sistema inmunitario está respaldada por estudios emergentes que demuestran la capacidad de las células neuronales para modular la respuesta inmunitaria a través de la inervación de órganos linfoides en el contexto de enfermedades del SNC.
PANORAMA
El lado negativo de la participación del sistema inmunitario en la fisiología del cerebro es que las interacciones cerebro-inmunológicas desequilibradas pueden ser críticas en el envejecimiento y en los trastornos autoinmunitarios, neurodegenerativos y del neurodesarrollo.
En tales condiciones, el microambiente cerebral perturbado podría provocar una respuesta inmunitaria dañina, que podría exacerbar las manifestaciones de la enfermedad.
Los avances adicionales en nuestra comprensión de la inmunidad cerebral y la capacidad recíproca del SNC y el sistema inmunitario para detectarse e influirse mutuamente ofrecerán herramientas de intervención para el diseño de nuevas estratégias terapéuticas para el tratamiento de patologías cerebrales.
Comprender qué es lo que falla en cada uno de los nichos inmunitarios del cerebro, incluidos el MO del cráneo, las meninges y el plexo coroideo, así como en el drenaje linfático, podría revelar nuevos objetivos potenciales para los enfoques terapéuticos en un futuro próximo.
Nueva percepción de la inmunidad cerebral.
Se muestra una representación de la red de comunicación que permite una inmunovigilancia cerebral afinada.
Las células inmunes están posicionadas estratégicamente en nichos inmunológicos, donde están constantemente expuestas a las señales del SNC transportadas por el tejido intersticial intracraneal, el líquido cefalorraquídeo y el linfático.
Al detectar señales cerebrales, las células inmunitarias pueden migrar hacia el SNC para ejercer sus funciones efectoras.
Los estudios contemporáneos han cambiado por completo la visión de la inmunidad cerebral de imaginar el cerebro como aislado e inaccesible para las células inmunitarias periféricas a un órgano en estrecha comunicación física y funcional con el sistema inmunitario para su mantenimiento, función y reparación.
Las células inmunitarias circulantes residen en nichos especiales en los bordes del cerebro, el plexo coroideo, las meninges y los espacios perivasculares, desde los cuales patrullan y detectan el cerebro de manera remota.
Estos nichos, junto con el sistema linfático meníngeo y los microcanales del cráneo, proporcionan múltiples rutas de interacción entre el cerebro y el sistema inmunitario, además de la vasculatura sanguínea.