El Gran Poder ha dado paso una nueva élite aymara en 100 años y tres generaciones con la danza madre, la Morenada


Los abuelos llegaron del campo. Los hijos prosperaron el negocio. Los nietos estudian en universidades privadas y heredan emporios gigantescos. Al menos dos de las tres generaciones bailan la danza pesada y derrochan poder económico no sólo el día de la entrada, sino todo el año

“Cuánto cuestas cuánto vales, amor mío, si tu quieres yo te pago” o “si quieres bailar morenada tienes que tener platita”, son dos estribillos de célebres canciones de Morenada, que se bailan en la fiesta del Gran Poder y que pintan de cuerpo entero a la fiesta que este año será el próximo sábado 25 de mayo.

Según tres sociólogos y el presidente de su asociación de sus fraternidades, el Gran Poder es la expresión de una nueva élite, y que en sus más de 100 años abarca a tres generaciones. Abuelos que migraron del campo a la ciudad y que una vez al año salían a las calles para bailar y hacerse visibles. Hoy, sus hijos y nietos han consolidado o han heredado enormes y prósperos negocios en los rubros del transporte, el gremial, el transporte, entre otros y ahora danzan para ostentar todo su poder económico y demostrar con derroche su ascenso social.



“Oruro y su Carnaval ha quedado chico frente a lo que hoy representa el Gran Poder. Ellos tienen una fiesta que no abarca ni medio año. La nuestra ha crecido tanto que tiene actividades el año entero, cada fin de semana”, advierte el presidente de la Asociación de Conjuntos Folclóricos, Galo Carrillo.
La morenada es la reina. Las últimas 12 ganadoras fueron fraternidades que despliegan destrezas en esta danza denominada “pesada”. El 2020 y 2021 no hubo fiesta por la pandemia. Pero, en 2012, 2015 y 2018 ganó la Juventud Rosas Residentes de Viacha «Los Legítimos”. En 2010 y 2017 los Fanáticos del Gran Poder, el 2011 y 2019 la Señorial Illimani; en 2013, Señor de Mayo; el 2014 Los Verdaderos Intocables; en 2016, la fraternidad Plana Mayor; el 2022 no hubo ganador y el año pasado la Morenada de La Paz Unión de Bordadores AMABA.

Uno de los aspectos en los que se marca la competencia entre fraternidades, y donde cada una de ellas muestra su poder económico son los espectáculos internacionales que presentan como cartelera para sus fiestas. Es decir, que las estrellas llegan a La Paz, para subirse a la tarima de alguna de ellas y desplegar su repertorio exclusivamente para los fraternos. Del avión a la fiesta, y de la fiesta al avión.

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En marzo de este año, el cantante mexicano Pedro Fernández participó en una gran celebración organizada por la fraternidad ‘Morenada Poderosa Illimani de La Paz para el mundo’. El artista llegó con todos sus mariachis y cobró decenas de miles de dólares. Además, era el plato fuerte pero no el único en una cartelera que también incluyó a los argentinos Ángela Leiva, Ráfaga, Tambó Tambó y otros prestigiosos y no económicos grupos bolivianos como Maroyu de Néstor Yucra y Semilla.

“Creo que todos los cantantes más importantes ya han llegado”, dice con orgullo el presidente Carrillo: Christian Castro, Lucero, Ana Bárbara, Los ángeles azules, Laura León, Américo, Bronco, Boney M., Los Bukis, Pedro Fernández, Néctar, Charly Sa, Daniel Agostini, Los Bibys, CC. Catchs, Alicia Villarreal, Jambao y Pablo Montero son algunos nombres de una lista creciente.

Fiesta del Gran Poder, en La Paz

Fiesta del Gran Poder, en La Paz

Las tres generaciones

El sociólogo Gregorio Lanza define al Gran Poder como “la representación de la burguesía chola que ha crecido muchísimo en los últimos 20 años y que se pasea una vez al año por las calles de La Paz, pero todos los fines de semana en distintos puntos de la ciudad con actividades muy sonadas. Son tres generaciones, los abuelos llegaron del campo, los hijos prosperaron el negocio y los nietos heredan el emprendimiento, ya estudian en universidades privadas e incluso tienen casas en la zona sur de La Paz. Ojo, es una fiesta que tiene un afán concreto, adueñarse cada vez más de la urbe y eso va mucho más allá que el día de la Entrada”.

Su colega Franco Gamboa coincide. “Los padres heredan sus emporios a los hijos, los mandan a estudiar a universidades caras” y asegura que los más jóvenes son las que más ostentan, y por supuesto que bailan en el Gran Poder, siguiendo la tradición familiar.

Gamboa marca que la segunda y tercera generación consolidaron esa nueva élite, desde finales de los años 90 y el inicio del nuevo siglo. “La fuerza del compadre Carlos Palenque, les dio una notoriedad e impulso importante. El músico, comunicador y luego político realizaba coberturas de la fiesta desde el sistema de Radio Televisión Popular (RTP), Sábados Populares invitaba a los folcloristas y dirigentes culturales, y así la festividad fue creciendo”.

Galo Carrillo, el alto dirigente de la asociación, señala que “efectivamente los actuales bailarines somos la tercera generación. Las fraternidades están completamente empoderadas. Antes no eran más de 25 y cada una con 50 fraternos. Ahora son 75 grupos y cada uno de ellos, especialmente los de morenada, tienen hasta mil miembros a 1500 contando a los músicos. Esa participación genera aportes y eso a generado el crecimiento del poderío económico de las diferentes asociaciones de bailarines que participan en la fiesta. A más gente más recaudación. Así se autofinancian”.

Para Gamboa en el siglo XXI hubo un cambio drástico. “En 2024 la fiesta del Gran Poder ya representa la presencia de élites económicas muy bien consolidadas en el ámbito comercial, que han agigantado y muestran cómo las desigualdades económicas son más marcadas en la urbe paceña. Se ve un derroche enorme de dinero, lo que ha cambiado radicalmente las estructuras urbanas. El Gran Poder ya no tiene una influencia cultural, sí una de carácter económico, y político, influyen en los partidos que ocupan el poder, pero tampoco les interesa espacios allí, sino atraer la atención a su ascenso social”, sostiene Gamboa.

Sin embargo, remarca que detrás de toda gran fortuna, siempre hay un gran crimen. “En este caso es que estas nuevas élites económicas han generado desigualdad. Asistí como observador a fiestas en los cholets, en la zona del Gran Poder, y se nota claramente la segregación respecto a los que no tienen el poder adquisitivo y que son los grandes mayoristas importadores de electrodomésticos, de grandes tiendas de repuestos de automóviles, construcciones y negocios muy prósperos, con respecto a otras personas que participan en la misma fraternidad, pero no tienen el mismo poder adquisitivo”.

Fiesta del Gran Poder, en La Paz
Fiesta del Gran Poder, en La Paz

 

Consecuentemente, el gran pecado de estas nuevas élites “morenas, aymaras, o como quiera llamarlas, es entonces perpetuar la desigualdad. Hay estructuras y condiciones sociales que hacen que los grupos económicos equilibren la balanza, y esto va más allá de repartir su dinero, lo que no se da en ninguna parte del mundo. Los patrones del sector informal se consolidan con un prestigio y la opulencia que cierra las puertas para que otras personas que antes eran del mismo círculo prosperen. Ahí se genera otra vez el problema de siempre, la desigualdad” ya no con el blanco o mestizo, sino dentro de miembros de una misma fraternidad.

Los nietos herederos llegan como jefes, “y sus empleados, en las condiciones de la economía informal son personas que no tienen seguro médico, no se respetan sus derechos laborales y carecen de un trabajo digno que los lleve a prosperar y a catapultarlos poco a poco”.

Gregorio Lanza advierte que esta fiesta se nutre de “grandes importadores. Es decir, contrabandistas. Hay estudios que señalan que esa actividad está relacionada a todo lo ilícito. Hay que decirlo, recibe la renta del narcotráfico que de una u otra manera recibimos todos, unos más que otros. El contrabando, los importadores y exportadores la reciben y en todas las zonas fronterizas están siempre vinculados al negocio de la droga. Hay que decirlo”. Dirigentes de la Asociación de Conjuntos folclóricos que prefirieron no identificarse admitieron que lo ilícito está en todas partes, pero que no hay forma de demostrarlo.

¿Cómo fueron sus inicios?

Antes de la década de los 90, Franco Gamboa reseña que la fiesta del Gran Poder se nutría de grupos de migrantes aymaras y aquellas personas de clase popular que buscaban un acomodo sociocultural en la estructura urbana de La Paz, profundamente influenciada por la discriminación racial y por la segregación espacial que todavía caracteriza a esta metrópoli boliviana.

Los comerciantes buscaban ganar un espacio cultural y político, simbólico, mostrando esta fiesta que les permitía visualizarse claramente. “No es lo mismo vivir en Achumani, en Irpavi, es decir, la zona sur de la ciudad, que en la Segundo Crucero, en la Circunvalación, en Chamoco Chico, Vino Tinto, La Portada, que forman parte de las laderas paceñas. Por ello, los migrantes y comerciantes, entre los años setenta hasta principios de los 90 era ser reconocidos, ganar un espacio de notoriedad folclórica y cultural”.

Los migrantes eran una fuerza de trabajo barata. “No siempre conseguían trabajo como jornaleros, ayudantes, albañiles, plomeros, zapateros. La gran mayoría se dedicó a subsistir como podían y un escenario es el contrabando, el comercio estructurado, que caracteriza a la economía informal. Muchos de ellos son intermediarios entre el productor y los vendedores, son redes de comercio en los que los bailarines del Gran Poder se fueron consolidando”.
La fiesta, el derroche de alcohol, una celebración de carácter religioso católico, los visibilizaba, pero después eran oscurecidos, discriminados y marginados, sostiene Gamboa.

La Explosión del derroche, a principios del nuevo siglo

El sociólogo Germán Guaygua, en un ensayo escrito en 2003, coincide con Gamboa y Lanza. Señalaba que desde el año 2000, en el Gran Poder se reflejó el surgimiento de nuevas fraternidades es la expresión de sectores aymaras emergentes, que muchos cientistas sociales denominaron como “burguesía chola” o los “nuevos qamiris”.

Ellos tenían en esa época la posibilidad de reflejar los deseos de innovación de un grupo social emergente, la consolidación de una “nueva elite” que tiene sus aspiraciones y valoraciones, otras características, una forma muy particular de ejercicio del poder no sólo en el ámbito económico sino fundamentalmente en el simbólico, su forma de escenificación del prestigio, su propia estética y una manera de articular lo global y lo local redefiniendo la identidad aymara urbana.

Mencionaba como pioneros a las morenadas Fanáticos del Folklore en Gran Poder y Los verdaderos Intocables, y argumentaba que sus integrantes en esa época elaboran estrategias de diferenciación. La primera más identificada con un dis¬curso de reivindicación de los valores culturales bolivianos y aymaras, con un fuerte discurso tradicionalista, mientras la segunda está más identificada con “imaginarios de Hollywood”, símbolos de persona¬jes de películas y series norteamericanas, con una estética muy propia basada en referentes externos, un principio que luego se reflejó en la arquitectura de los cholets. Ambas agrupaciones fueron en su irrupción productoras de sentido, de diversas maneras o a través de distintas formas de escenificar sus distancias económicas, sociales, culturales y simbólicas.

La emergencia de fraternidades hacía a principios de los años 2000 que se perfilaron nuevas expresiones con distin¬tas perspectivas y distintas intencionalidades, abrieron el camino, hoy se cuentan por decenas. Así surgieron dos fraternidades emblemáticas que bailan hasta hoy morenada en la Fiesta Gran Poder: Los Verdaderos Intocables, fundada por Adolfo Tintaya, Edy Callejas, Sergio Calle y Saturnino Villanueva el 20 de octubre de 1995; por otro, la «Unión de Bordadores Señoriales Morenos y Achachis Los Fanáticos del Folklore en Gran Poder», fundada por el conocido bordador Francisco Mamani, en 1993. En el transcurrir del tiempo, surgieron otros grupos, y hubo también rupturas y divisiones entre estos dos primeros.