La bofetada que rompe el silencio de las salas de cine, en la película “Siempre nos quedará mañana”, de la directora Paola Cortellesi, representa la fuerza, el poder y la virilidad tóxica, en una sociedad que pretende mirar desde el pasado, una vida de abusos y violencias de género, para generar un debate imprescindible en el presente.
Filmada en blanco y negro, en la Italia de posguerra, la película describe a una mujer sumisa, madre de tres hijos: es ninguneada por casi todos, no se la toma en cuenta, trabaja en negro, apenas sabe leer y escribir y resulta ser una mujer molida a palos por su marido porque sí. Es la costumbre.
El abuelo, a quien la esposa maltratada cuida y limpia el orinal, le aconseja a su hijo no pegarle todos los días porque “se acostumbra” sino una vez, suficientemente fuerte, para que no lo olvide. Cuando su amiga confidente le pregunta por qué no se va de esa casa, responde, “pero a dónde quieres que vaya”. Le pertenece al hombre, es suya, porque, como en tantos otros lugares, en Italia se asumen las relaciones de amor como una posesión personal, situación que no solo sufre la madre, sino también la joven hija con su novio. No obstante, esta última desprecia a su madre por actuar sumisa con su padre.
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En la vida real, esa situación supone una vida de violencia, abusos, hasta feminicidios, que muchas mujeres han normalizado e interiorizado durante toda su vida.
“Yo no ha rodado una película biográfica porque no fue la vida de mis abuelas, pero sí refleja la de muchas otras abuelas. Esto va la por la ‘nonna’ a la que hacían sentir inferior, pero logra hazañas silenciosas” afirma Cortellesi, sobre un problema “que no podemos ignorar más.” Su película, ópera prima, ha tenido más de 5 millones de espectadores italianos, de los cuales el 45% han sido hombres.
Cortellesi pidió a la derechista primera ministra Georgia Meloni y a la líder de la oposición, Elly Schlein, que se reunieran para buscar mecanismos que eduquen en violencia de género a chicas y chicos. “No es suficiente tener una mujer en el Gobierno y una en la oposición. Que opongan sus divergencias, porque desde el gobierno se puede educar a las nuevas generaciones para que se visibilice la violencia de género. Todos tenemos que esforzarnos para cambiar las cosas…es un problema que no podemos ignorar más”, sostiene la cineasta.
Con un giro empoderado la frase “Siempre nos quedará mañana “abre el despertar de conciencia de la protagonista, Delia, la propia Cortellesi. No será una toma de conciencia revolucionaria, pero algo se despierta en ella: es el instinto de amor y de protección a su hija, que le ayuda a reconocer sus derechos. En una muestra más del magistral uso del pasado con criterio político, la directora hace coincidir la toma de conciencia personal de Delia con el hecho político más importante del siglo pasado en Italia: el Referéndum del 2 de julio de 1946, cuando más del 54% de la población votó y optó por la República y el fin de la monarquía.
“Siempre nos quedará mañana” es, en realidad, la esperanza de que las cosas sí pueden cambiar en cuestiones de género como políticas, siendo ambas de carácter político.
Bolivia es el segundo país de la región con mayores índices de violencia contra las mujeres. Según las estadísticas, 7 de cada 10 mujeres han sufrido algún tipo de violencia. De cada 10 personas que denuncian, 9 son mujeres. Todos los días se registran 12 denuncias de violencia sexual. Cada cierto tiempo, siempre más corto, una mujer muere víctima de feminicidio. El 9 de marzo de 2013 se aprobó la Ley 348 “Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia” que debiera protegerlas de cualquier tipo de abuso, pero que, como otras leyes, no suelen ser un freno.
El delito más denunciado durante la gestión pasada fue la violencia familiar, con 43.011 casos. Hubo 6.206 denuncias por violación de niños y adolescentes, 5.812 casos de abuso sexual, 5.696 por el delito de violación y 2.374 por estupro, entre otros, agregan desde el Observatorio de Igualdad de género.
La película “Siempre nos quedará mañana” aborda la necesidad de que las mujeres definan su propia identidad, al margen de la mirada masculina, sin verse coaccionadas por las imposiciones morales, intelectuales y simbólicas, alimentada por siglos de dominación, subordinación y abusos.
Deja abierta la esperanza de que las cosas pueden cambiar y que mañana puede ser otro día, aun en Bolivia manejada por un régimen afín a la Rusia de Putin, al Irán teocrático que lapida mujeres, a la China expansionista, y a las populistas dictaduras revestidas de demócratas de América Latina, como Venezuela, Nicaragua hasta el ambivalente México de López Obrador, todos regímenes fieles militantes del socialismo del Siglo 21.
Sí se puede generar un cambio en Bolivia con voluntad política de la oposición, aún lejos de encontrar el derrotero de la unidad posible. Pero confío con esperanza en que “Siempre nos quedará mañana”.
Susana Seleme Antelo