Emilio Martínez Cardona
Una mañana, tras un sueño intranquilo, el modelo económico y social comunitario se despertó convertido en un monstruoso insecto… De la intersección entre los 100 años del fallecimiento de Franz Kafka y la aceleración crítica en la realidad nacional podemos extraer esta versión de “La metamorfosis”, donde la invención de Evo Morales y Luis Arce termina por revelar su naturaleza profunda.
Durante años, el modelo burocrático vivió parasitando las enormes exportaciones de gas natural, que fueron posibles por las reservas descubiertas en previos gobiernos “neoliberales”, que también abrieron grandes mercados en el exterior. Pero esa bonanza pasajera no se invirtió en educación de calidad (a través, por ejemplo, de un sistema de vouchers), no apalancó transformaciones hacia la economía del conocimiento ni ayudó a activar múltiples motores regionales de desarrollo.
Ahora, el monstruoso insecto debe alimentarse de donde pueda, para mantener sus múltiples patas clientelares y su gruesa anatomía hecha de gasto público. Y en esa voracidad todo vale: desde echar mano a los fondos previsionales hasta girar frenéticamente la máquina de la emisión monetaria, pasando por el endeudamiento feroz, sin el atisbo de un mínimo plan de austeridad que inicie alguna corrección de mediano plazo.
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Para completar el escenario kafkiano, el padre principal de la criatura, Evo, busca mostrarse como el “salvador”, como si todo el desbarajuste fuera simplemente un problema de gestión de su continuador. Pero haber pasado de una exploración de 60 pozos de gas al año a uno o dos fue su demérito indiscutible.
En la Asamblea, algunas oposiciones festejan alborozadas la mayoría momentánea construida en torno a Andrónico Rodríguez, mano derecha del cocalero en el Senado, y aunque se entiende la necesidad de ponerle freno al “TCP Constituyente” (que ha vuelto elástica a la Carta de la Calancha), debería primar la cautela ante la posibilidad de estar reviviendo políticamente al evismo.
“El sueño de la razón produce monstruos”, como dice el aguafuerte de Goya. Y el sueño de la racionalidad democrática nos trae la paradoja bizarra de un déspota y demagogo como Evo, hablando de un encuentro para el diálogo nacional.
Si un proceso de diálogo tendiente a la gobernabilidad económica quisiera llevarse a cabo de manera seria, habría que empezar por levantar las descalificaciones de “golpistas” que en su momento se lanzaron a los obispos, probablemente los únicos que podrían facilitar unas conversaciones creíbles sobre ese tema.
A modo de cierre: “El pequeño Larousse ilustrado” dice que “el término kafkiano se utiliza para calificar aquellas reacciones incongruentes que tienen las personas, frente a la represión ejercida por el sistema burocrático deficiente”. Cuando estamos a milímetros de que surja una Policía del Tomate, podemos afirmar que sí, que como país llegamos a ese punto kafkiano.