Desde hace ya varios años, más de una voz ha advertido públicamente que Bolivia avanza hacia un régimen inspirado en el modelo cubano, replicado ya en Venezuela y Nicaragua. Y, sin embargo, a la fecha, poco se ha hecho para frenar esa avanzada. Por el contrario, las actuaciones de muchos políticos, dirigentes sectoriales y activistas de causas diversas van contraruta: alientan esa avanzada, justificando y alineándose al proyecto autoritario.
Una adhesión no siempre abierta, explícita, sino más bien camuflada, en la creencia de que de esta manera salvarán el pellejo. Por eso callan ante los atropellos o hacen la vista gorda frente a medidas que va aprobando el gobierno del MAS, tanto hace que sea Evo Morales o Luis Arce el que esté a la cabeza. Comenzó con una nueva Constitución Política del Estado, y le han seguido leyes, decretos y normas burocráticas en todos los ámbitos.
Todas apuntan a un mismo objetivo: ampliar e ir consolidando el control gubernamental de todas y cada una de las actividades que se desarrollan no solo en el aparato estatal, sino también las que realiza la sociedad civil. No son casuales obligaciones como la de abrir cuenta bancaria en el estatal Banco Unión, si se aspira a contratos con instituciones públicas; o los cupos que limitan la exportación de productos agroindustriales.
A esos dos ejemplos se pueden sumar muchos más, entre otros la centralización de la definición de la currícula escolar -área fundamental para la formación ciudadana- y, entre los casos más extremos, el sometimiento al poder ejecutivo de todos los otros poderes del Estado: el judicial, el legislativo y el de los órganos de fiscalización de la administración pública. Lo que está ocurriendo con la prórroga de los magistrados es una muestra de ello
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El control de la información, a través de la asfixia económica de los medios de prensa que se ven obligados a cerrar o ceder su propiedad a personas o empresas afines al gobierno, es otro de los objetivos que están en la mira del partido de gobierno. La política tributaria y la legislación laboral, entre otras, son parte de esa estrategia gubernamental que busca el fracaso y la quiebra no solo de los medios de prensa, sino de toda iniciativa privada-
El partido de gobierno avanza en ese su cometido sin tener que recurrir a una revolución como la que llevó a Cuba a una dictadura comunista. Utliza todos los instrumentos de la democracia para avanzar, a vista y paciencia de quienes aseguran combatirlo. Las pocas veces que ha sido frenado en su avance ha sido resultado de movilizaciones ciudadanas, como la que defendió el 21F o la que logró la abrogación de un Código Penal lapidario.
Tal vez sea necesario difundir más lo que ocurre hoy en Cuba, en esa isla prisión sometida a un régimen dictatorial en el que se espeja el gobierno de Arce, siguiendo la ruta trazada por la gestión de Morales. Es la tarea a la que se ha lanzado la abogada y exprefecta de Potosí, Gisela Derpic. En su último libro, “Cuba, ¡no hay derecho!”, Depric detalla la ruta seguida por los hermanos Castro desde inicios de los años 50.
Resulta reveladora la investigación de Depric, inicialmente enfocada en el estudio de la legislación cubana, pero que derivó luego en un trabajo más amplio que le ha permitido descubrir datos desconocidos y relevantes para comprender por qué Cuba es hoy un país en decadencia, en el que la gente no sobrevive, sino que dura. A duras penas, sin comida suficiente, sin energía suficiente, sin libertades y sin perspectiva de un futuro decente.
Un camino tortuoso marcado, en contrapartida, con un notable éxito en la propaganda que pinta a Cuba y a su régimen como un modelo exitoso. ¿Qué éxito puede tener un proyecto de poder que prometió igualdad material a cambio de la anulación de los derechos humanos e individuales, y que al cabo de más de setenta años solo tiene para mostrar una población empobrecida y un país en decadencia?
A ese futuro se encamina Bolivia si continúa en el mando gubernamental una cúpula partidaria que apuesta también al empobrecimiento de la población, al fracaso de toda iniciativa privada y al control absoluto de quienes lo habitan. ¿Tendrán conciencia de esto quienes disputan desde ahora el mando del país, presentándose como la oposición y alternativa democrática? ¿La tendrán los ciudadanos, responsables de su destino?