El Zuñigazo, lo que pasó y lo que deja

Por un breve momento, el país volvió a recordar la importancia de la democracia y el respeto al orden constituido, por un muy breve momento.

POR PABLO DEHEZA



Fuente: La Razón

El punto sobre la i

Era un miércoles normal, común y silvestre. Los noticieros del mediodía habían cerrado edición sin mayores sobresaltos, siendo la noticia de la jornada, hasta ese momento, el acuerdo al que llegó el Gobierno nacional con el transporte pesado y el consiguiente anuncio de que se suspendían los bloqueos. La gente retomaba la jornada después del almuerzo y el cielo paceño irradiaba una claridad parsimoniosa.

De pronto, en algún momento después de las dos y media de la tarde, comenzaron a llegar las noticias del movimiento de fuerzas militares en la Plaza Murillo. A las tres ya era un hecho: una asonada estaba en curso. La gente corrió a los cajeros y a los supermercados como si no hubiera un mañana. El Zuñigazo entraba en funciones.

Detengámonos en este punto y rebobinemos. ¿Cómo es posible que prácticamente de la nada se arme una intentona de cuartelazo en Bolivia? Más aun, ¿cómo es posible que las autoridades del Gobierno nacional se enteren de lo que estaba pasando a partir del ulular de las sirenas de las tanquetas que ya estaban en la Plaza Murillo, según sus propios relatos de los acontecimientos? ¿Qué tuvo que pasar por la cabeza del ahora excomandante del Ejército, Juan José Zúñiga, para acometer semejante atropello a la Constitución, a su propia institución y a la cordura?

LO QUE PASÓ

Comencemos con un breve recuento de los hechos, señalando que es de conocimiento público que el general Zúñiga venía siendo cuestionado de tiempo atrás por muchas voces, dentro y fuera del Ejército, incluyendo críticas y reclamos del expresidente Evo Morales. El pasado lunes, el militar no tuvo mejor idea que presentarse a una entrevista con la periodista Jimena Antelo en la que amenazó al exmandatario. Esta conducta, contraria a lo que establece la Constitución, en sentido de que el personal de las Fuerzas Armadas no delibera sobre política, resultó inaceptable e intolerable para el Ejecutivo. Según cuenta el propio presidente del país, Luis Arce, al día siguiente, el martes último, le hacen conocer la intención de retirarlo de sus funciones, de “cesarlo”. Este es el antecedente directo de la insurrección del comandante del Ejército y que deriva en la fugaz y tremebunda asonada.

Las declaraciones de Zúñiga en la tarde de ese miércoles de miércoles fueron profusas, bizarras y patéticas. Del pedido del reemplazo del ministro de Defensa, pasó a pedir el cambio de todo el gabinete, habló luego de “restablecer la democracia” y “liberar a nuestros presos políticos”, citando a Luis Fernando Camacho y a Jeanine Añez, además de otro personal militar.

El momento cúlmine de aquella tarde es el careo que tiene lugar entre Zúñiga y el presidente Arce. “General, vuelva a sus órdenes y lleve a toda la policía militar a sus cuarteles en este momento”, sentenció el primer mandatario. “No puede ser eso. No puede ser tanto desprecio, tanta lealtad de las Fuerzas Armadas”, fue la respuesta entre amenazante y dudosa del comandante. El reclamo quedó claro, la querella del militar era por su despido. Las redes sociales se dispararon y el país estaba en las primeras planas alrededor del mundo, no por alguna noticia positiva, sino por todo lo contrario y otra vez.

“Zúñiga actúa, digamos, en reacción a lo que él entiende como una deslealtad, porque en ese careo con Arce él habla de lealtades. ¿Lealtad a qué? A ver, este señor entiende la lealtad de él con Arce por su pelea con Evo Morales. Desde mi perspectiva, el hecho de que él haya salido a los medios y que supuestamente se haya enfrentado al expresidente representa, para él, una muestra de lealtad al presidente Arce. Esto está en la sintonía con lo que está pasando en general. Es decir, una prueba de lealtad con Arce es estar en contra de Evo Morales y una prueba de lealtad para Evo Morales es ofender al gobierno de Arce y a todos sus seguidores. Entonces, cuando uno se pregunta qué es lo que ha pasado aquí, para Zúñiga, en su fuero interno, esta es una cuestión de lealtad”, explica la politóloga Susana Bejarano.

En criterio del también cientista político, Carlos Saavedra, “estamos ante la aventura golpista de un militar que quería cerrarse al poder como comandante del Ejército y que, en un día de furia, no tuvo mejor idea que planificar y entrar con tanquetas para amenazar el poder constituido en la Plaza Murillo, hasta la Casa Grande del Pueblo y el Palacio Quemado. Esto tiene que ver con un contexto político de una multipolarización ya muy larga, destructiva en el país, que está socavando los cimientos de la vía institucional para la resolución del conflicto. Ante esa debilidad, cuando se decide cesarlo de sus funciones, como es tuición del presidente, y más aún ante una falta tan flagrante como las declaraciones de Zúniga, abriéndose de manera pública a discutir temas políticos, violando la constitución y el rol que tiene como comandante del ejército, su respuesta es organizar un grupo de militares, porque no actúa solo. Yo creo que él y su grupo de poder al interior del Ejército deciden ir con tanquetas a hacer toda una protesta.

Yo entiendo que lo que querían era tomar el poder, pero al parecer algo le falla en su plan y no pueden concretar este golpe de Estado al poder constituido democráticamente”.

LO QUE QUEDA

El hecho que gatilla, literalmente, la insubordinación Zúñiga es que el Gobierno le diga que ya no será el comandante del Ejército, pero sin reemplazarlo efectivamente. Al respecto, Bejarano comenta que “no creo que sea una muy buena alternativa que pase mucho tiempo en las Fuerzas Armadas con una acefalía, tomando en cuenta los malestares y tensiones que existen permanentemente ahí dentro. Es decir, no se puede tener un cargo tan alto acéfalo y esto creo que es una lección para el gobierno de Arce en cuanto al modelo decisional que carga el Ejecutivo. El suyo es un modelo donde las decisiones se toman demasiado lento, tardan por demás en existir. Entonces, al señor se lo cesa y se tarda más de 36 horas en establecer un nuevo mando. Entre el cese y lo que sucede con el intento de golpe existe ya una insubordinación pública que debió alertar, si no al presidente, por lo menos a los conductores del área, al ministro de Defensa. Se informó que lo cesan en la noche y al día siguiente Zúñiga les dice a dos medios de comunicación que va a seguir a trabajando normalmente hasta que superiores le digan lo contrario. No hay nadie más superior a él que el presidente del país. Entonces ya hay un proceso en curso de insubordinación. Esa declaración ya es una declaración de insubordinación notable que debió tener una reacción de parte del poder político y que no la tuvo”.

La politóloga prosigue señalando que “existe una necesidad urgente de que se repiense cómo opera el Estado y cómo funcionan los mecanismos de inteligencia en el país. Porque no es la primera vez que éstos no funcionan. En 2019 pasó lo mismo. Los mecanismos de inteligencia no funcionan o están a cargo precisamente de personas que están dispuestas a ir en contra del poder político. Entonces, tiene que haber mecanismos de inteligencia que sean lo suficientemente capaces de detectar irregularidades también dentro del Estado. Normalmente en muchos otros Estados hay inteligencia militar, pero también hay inteligencia civil”.

Por su parte, Saavedra reflexiona indicando que “no es casual que, en menos de cinco años, las fuerzas del orden hayan intervenido en temas políticos. Pasó el 2019, pasó ahora, pero lo peor es que siento que puede volver a pasar. Pienso que la intentona de golpe no ha acabado. Siento que estamos en un momento muy frágil y que hay fuerzas internas y también factores geopolíticos externos que siguen amenazando el orden democrático en Bolivia. Y eso preocupa”.

“Esta vez el gobierno la sacó barata, pero pudo no haber sido así. Pudo haber sido una cosa más radical”, advierte Bejarano.

“En determinado momento, esperar de manera paciente que los conflictos evolucionen le resultó muy bien al Gobierno. Hoy estamos en otro contexto. La política está mucho más dinámica y exige una toma de decisiones mucho más rápida. El Gobierno tiene que entender que no está ya en un momento normal, que está en un momento de crisis y ante ese escenario tiene que operar de manera mucho más pragmática. Debe cambiar el estilo decisional en el gobierno porque en este momento hay amenazas múltiples”, señala Saavedra.

DE REGRESO AL ABISMO

Pasadas las cosas, el infortunio es saber que el país se salvó por poco de rodar por el precipicio de una nueva aventura golpista, sólo para volver a la “normalidad” de la polarización abismal,

“Cuando vi la imagen de la tanqueta intentando entrar al Palacio, se me venían a la cabeza las palabras de Álvaro García Linera y su advertencia en 2021, que le costó el mote de traidor y toda esa cuestión, cuando él decía que habí aque tener cuidado con las formas. O sea, esta ruptura interna no es una consecuencia simplemente de una candidatura. Es un proceso, una forma de leer y entender al Estado, una forma de concebir al país”, dice Bejarano.

Agrega que “si se hace un recorrido cronológico de los actores políticos y sus seguidores hora a hora, la reacción inicial fue de unidad en favor de la democracia y, como el gobierno democrático hoy es el de Luis Arce, entonces fue a su favor. Tres horas ha durado eso, tres horas. Luego de la última declaración de Zúñiga (pasadas las 19:00, cuando fue aprehendido) se tiene un evismo durísimo, radical, mucho más radical que la oposición, comprándose la tesis de autogolpe, después de que todo el MAS en 2019 fue víctima de un golpe de Estado. Es decir, nadie mejor que el MAS sabe que no son broma los efectos políticos posteriores que puede tener un tema con los militares. Entonces, esa sensación de racionalidad política, de defensa de Estado de derecho, de defensa de un gobierno popular, se disipa en tres horas. Cuando de alguna manera se vuelve a la normalidad política, el MAS continúa con su disputa y no aprende ninguna lección”, En las filas del arcismo, el correlato a la formulación de la narrativa del autogolpe que impulsan tanto la oposición tradicional como el evismo, es la generación de otra narrativa, que aspira a un aire épico, sobre una heroica resistencia a un golpe militar en toda su extensión.

“Si bien en ese momento hubo una reacción institucional, de búsqueda de Zúñiga y toda aquella cuestión, la construcción del mensaje no es exigir que se haga una investigación transparente, que de una vez se conforme una comisión multipartidaria, que llamen a observadores internacionales, para que no haya dudas sobre ese proceso”, afirma Bejarano.

“Lo que también ha mostrado la gente ahora es que existe una duda permanente sobre todo lo que hace el Gobierno, sobre todo lo que dice el MAS. Hay una duda sistemática sobre la clase política y lo que la clase política le entrega a la gente”, añade.

Ahora bien, lo acontecido debería ser terreno fértil para la reflexión serena y la propuesta, sobre todo del lado de las oposiciones, poque, al menos en teoría, están pugnando por conducir al país y deberían tener algo que decir cuando algo como el Zuñigazo acaba de ocurrir. Sin embargo, no fue así.

Saavedra sostiene que en el país “se tiene una oposición simplona, cegada por el odio y encerrada en sus burbujas ultrarradicales. La oposición actúa de manera también absolutamente inmadura. Lo único que hace es intentar aplaudir el error ajeno, pero tiene una incapacidad estructural de leer y de conectar con la población”.

El politólogo añade que, con todo, “no es un hecho de ahora, este ya es un comportamiento recurrente del opositor tradicional al MAS, que tiene miopía política. Una miopía que es alimentada justamente por un odio que es visceral, que no propone nada, no reflexiona y lo único que quiere es exacerbar odios, sentimientos de rechazo. El recurso fácil ahí es construir la descalificación rápida, la mofa, que coincide con esa lógica de estar más preocupados de cómo se genera el meme antes de cómo se genera la reflexión política y cómo la oposición le plantea algo serio al país. La oposición tiene un momento de oro para construir una propuesta política que pueda cautivar a la población ante la implosión del MAS. En realidad, el MAS ha encontrado a sus peores enemigos en el propio MAS, pero también tiene su mejor aliado en la oposición”.

Para Bejarano, “la reflexión de la oposición es cómo le pasa esto al Gobierno en la nariz y nadie se da cuenta. Esto refleja una serie de cosas que me parece que la oposición debió ser quien nos invite a pensar, que nos invite a pensar qué pasa con la institucionalidad del país, qué pasa con el modelo decisional, qué pasa con la fortaleza o no del Gobierno, con la legitimidad o no del Gobierno, qué pasa con la capacidad de gobernar un país. Ahí hay muchísimas reflexiones que hacer y salen con lo más fácil. O sea, lo más simple es decirle a la gente que ha sido un autogolpe. Es la versión más fácil de las cosas, pero, a la vez, la menos reflexiva y la más pequeña”.

(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

Fuente: La Razón