La idiotización del fútbol

CABILDEO DIGITAL: Manfredo Kempff

Manfredo Kempff Suárez

El fútbol debe ser uno de los deportes más bellos y sin duda el más popular en el mundo entero. En estas fechas lo estamos disfrutando en el Viejo Mundo y en América.



Iniciado en Europa se ha extendido por todos los continentes y ahora vemos que, hasta los riquísimos reinos árabes, que lo conocían muy poco, gastan fortunas contratando estupendos futbolistas, entrenadores de gran nivel, construyendo modernos estadios, y su juventud luce camisetas con los nombres de Messi o Cristiano Ronaldo.

Para qué vamos a mencionar a nuestra América Latina donde se ha revolucionado la práctica del fútbol con jugadores de genio, que lo han hecho alegre y triunfador; y hasta la América gringa, donde, paulatinamente, va ganando terreno. Asia y Oceanía, así como el África interior, se han entusiasmado a niveles insospechados con ese deporte que hace poco era solo de varones y ahora lo practican hábilmente las damas.

El gol es la culminación, desata el fervor, en este hermoso deporte. El gol es la meta que cada equipo busca para vencer. Un partido de fútbol puede ser bueno si concluye sin goles, ciertamente, pero lo que provoca la locura de los aficionados es el gol.

Todas las tácticas se plantean para anotar goles. Y también otras rigurosas estrategias para evitarlos. El gol es la explosión de las emociones, lo que el público espera ansioso.

En suma, los hinchas en las graderías y también la multitud que ve los partidos desde sus casas, quieren gritar los goles de su equipo.

Un partido con muchas anotaciones hace vibrar a los aficionados. Enronquece a los vencedores y silencia a los perdedores.

Entonces, si el gol explosiona los espíritus de los aficionados ¿por qué se lo quiere menguar? ¿Por qué no alentar los goles en vez de limitarlos? ¿Por qué no facilitar el gol respetando el reglamento?

Esto último es lo que está sucediendo en el mundo con la imposición del VAR. El VAR, un “árbitro asistente”, le ha quitado autoridad al arbitraje y ha transferido esa potestad a una o más personas que, mediante la tecnología electrónica, están observando el partido milimétricamente, con coordenadas y trazos, como si estuvieran construyendo una autopista, y no se tratara de dar impulso a la belleza de un juego.

Es un deporte donde hoy se gastan millones de euros en transacciones de futbolistas, donde derrochan fortunas los millonarios dueños de los clubes, no la masa futbolera que gasta sus pesitos para comprar una entrada con la ilusión de ver los goles de su equipo.

En estos últimos tiempos un árbitro puede dar por bueno un gol y, luego de un instante, cuando los jugadores abrazan eufóricos al autor del tanto y los hinchas enloquecen de alegría en las tribunas, el juez habla por su auricular y corre a ver las imágenes que le muestra el VAR.

Es el momento del terror, se la ansiedad extrema. Es cuando se interrumpe el partido y los jugadores de ambos equipos acosan y empujan al árbitro sin que este tenga culpa de nada. Hay una espera de segundos o minutos.

Se muestran líneas trazadas milimétricamente y lo que todos, inclusive el árbitro, han visto como bueno – incluso como brillante – resulta invalidado porque el autor del tanto o uno de sus compañeros tenía, según los “ingenieros” del VAR, una uña, la mano, o el dedo meñique adelantado, es decir “off side”. ¡Pero qué estupidez!

El VAR se ha hecho para apoyar al juez en “flagrantes errores humanos”. Se podría sancionar el “off side” cuando es evidente que el cuerpo del jugador ha faltado evidentemente las reglas. Hasta hace poco se decía que los jugadores estaban “en línea” cuando un árbitro daba por bueno o anulaba un gol dudoso. Ahora un pelo anula una anotación.

El gol (puede ser una obra de arte) se invalida cuando ya ha sido aceptado y festejado. Todo se da vuelta cuando el juez habla con el VAR; se produce la confusión, vitorean los jugadores adversarios y brama la multitud contraria a la anotación.

El partido se interrumpe malogrando el ritmo del partido, pero el juez está sometido a la máquina y los jugadores también. ¿Es la inteligencia artificial (IA) que está invadiendo el fútbol? ¿Pronto un dron reemplazará a los árbitros y guarda líneas? ¿O también fabricarán un balón electrónico?

El gol es la esencia del fútbol, es la culminación de una exitosa combinación de conjunto o de un malabarismo individual genial.

Es el gol lo que espera la gente. ¿Por qué se lo limita? ¿Por qué tienen que existir individuos en el VAR a quien nadie ve y cuyo oficio es apoyar al árbitro y sancionar las faltas y los fuera de juego matemáticamente? ¿Dónde queda el alborozo y la duda? ¿Por qué existe este triste invento que detiene un encuentro y lo saca de ritmo?

El fútbol es un deporte y como tal tiene un árbitro. ¿Por qué no puede equivocarse un árbitro alguna vez y no por eso convertir un juego ágil y creativo en un riguroso deporte de sometimiento a la tecnología? ¿Qué sucedería si volvemos a ver los goles de Csibor, Puskas, Di Stéfano, Pelé, Garrincha, Maradona y hasta los primeros goles de Messi y Cristiano Ronaldo, a través de las grabaciones actuales?

La mitad serían anulados hoy por el VAR porque observaría una uña o una nariz indiscreta y la belleza del gol se hubiera perdido. El fútbol lo hubiera lamentado. Aún es posible ver esas proezas de años anteriores, porque, el VAR no logró detener al veloz Gento ni al magnífico Zidane aunque tuvieran la punta del botín en fuera de juego.

Esperemos que el VAR tenga corta vida, que no sea el intruso que está quitándole agilidad, sorpresa y belleza, a este deporte centenario que tanto nos apasiona. Si en Bolivia los arbitrajes son reconocidamente malos, ¿quiénes serán los que decidirán lo que sucede en nuestras canchas parapetados detrás del VAR? Va a ser catastrófico…