Por más que uno repase la historia, no encuentra caso igual, ningún tirano se atrevió a tanto, Zúñiga que pasará a la historia «como el general frustrado» por haber intentado un golpe contra Luis Arce y haber fracasado en el intento, será sujeto de las páginas negras en la historia a las que nos referimos.
En efecto, según su propio relato habría sido Luis Arce que con una palabra le ordenó «sacar los fierros» y ponerlos en las calles de la urbe paceña, según el mismo general caído, Arce necesitaba subir algunos puntos en la escala de popularidad, había descendido al 10%, algunos afirman que menos del 8% lo evidente es que está bajísimo en aceptación de los electores, lo que sería desastroso en el intento de ser reelecto para ocupar la Presidencia de Bolivia nada menos que en el año del segundo centenario de la creación o sea en 2025, cuando se espera ofrecer al mundo, un Estado modelo con el mayor prestigio y desarrollo, aspiración destruida por acción de los incidentes de este día.
Los blindados estiman en número de 30 ocuparon el centro de la ciudad, sede administrativa del Gobierno de la Nación, se informa de la presencia del mismísimo golpista Zúñiga a bordo de la primera volqueta… desde dentro había ordenado derrumbar la maciza puerta metálica del viejo Palacio, y el conductor hoy preso de la Policía, no tuvo reparos en consumar el atropello, el mayor acto de temeridad y osadía, arremeter contra la casona de tres pisos que ha sido sede desde siempre de la Administración de Bolivia.
!Oh tremendo pecado cívico! Destrozar la puerta. Según el ministro de Gobierno, el Palacio estaba lleno de defensores, que permanecían agazapados, listos a repeler al atacante cuando se diera la orden, orden que no llegó, puesto que Zúñiga y sus secuaces desembarcaron las tanquetas, se desplazaron entre policías que no supieron cómo actuar en el patio interior del Palacio, hasta que pasadas las horas, de dos de la tarde a cinco y media de aquel 26 de junio que nos ocupa, el mismo Zúñiga enfrentado a la prensa que estaba en el sitio, se negó a declarar y optó por la retirada, algo más adelante subió a un automóvil y desapareció del lugar.
Allí quedó la puerta violada, una entrada vencida, derrotada ante el lenguaje de la violencia de la máquina fabricada para destruir, para sobrepasar cualquier obstáculo, incluyendo la «puerta sagrada» de este vetusto edificio, desde donde varios presidentes resistieron y derrotaron a los subversivos, a los violadores de la libertad, enemigos de la democracia, sin importar sus intenciones de copar el poder de los atacantes. Esto queda en la memoria imborrable de todo boliviano.