‘Psicopatía, perversión y personalidad antisocial’, el perfil del cura pederasta

Según la psicóloga forense Lorena Cox, aquellos que se ajustan a este diagnóstico, como los sacerdotes conocidos como “Pica” y “Lucho Roma”, no sienten culpa, no tienen cura y su comportamiento es recurrente.

Pancartas en contra de los curas abusadores en las puertas del templo de la Compañía de Jesús en Cochabamba./ NOÉ PORTUGAL
Pancartas en contra de los curas abusadores en las puertas del templo de la Compañía de Jesús en Cochabamba./ NOÉ PORTUGAL

 

Fuente: Opinión



Los sacerdotes conocidos como “Pica” y “Lucho Roma”, jesuitas que escribieron y revelaron los abusos sexuales y violaciones cometidos contra niños en Bolivia, según la psicóloga forense, perfiladora criminal y realizadora de informes periciales, Rocío Lorena Cox, encajarían en un perfil de “psicopatía, perversión y trastorno de personalidad antisocial (parafilia)”.

Alfonso “Pica” Pedrajas Moreno (España 1943 – Bolivia 2009) y Luis María “Lucho” Roma Pedrosa (España 1935 – Bolivia 2019) tenían muchas cosas en común. Los jesuitas extranjeros que llegaron al país se mostraban amables, joviales y hasta divertidos, pero era solo una apariencia, ya que el fin era acercarse a sus víctimas, ganarse su confianza, agredirlas sexualmente y hacer que guarden el “secreto”. Ambos dejaron diarios en los que confesaron haber vejado a niños. El primero cuantifica más de 85 y el segundo más de 70, aunque no se descarta que sean muchas más, y este último incluso guardó fotos y videos que tomó a las niñas de las que abusó sexualmente durante décadas. Murieron sin ser juzgados. Los delitos de “Pica” salieron a la luz pública en 2023, después de la publicación de un reportaje de El País de España, mientras que los casos contra “Lucho” fueron denunciados en febrero de 2019 por un periodista de EFE, por lo que la Compañía de Jesús lo suspendió del ejercicio público del ministerio sacerdotal y lo alejó de todo contacto con menores, pero no lo denunció ante el Ministerio Público, sino que – según sus comunicados – inició una investigación que llegó a la Curia General en Roma, pero el sacerdote falleció seis meses después, en agosto.

Estos casos, al igual que otros que involucran a sacerdotes, en violencia sexual contra niños y adolescentes, han indignado y causado repudio en Bolivia, por lo que muchos se han preguntado ¿Qué pasa por sus mentes?

La psicóloga forense, Rocío Lorena Cox, respondió a varias interrogantes.

Pregunta. ¿Qué patrones de comportamiento se pueden observar en un sacerdote que abusa de niños, niñas o adolescentes?

Respuesta. Estas personas suelen ser moralistas y tener un alto coeficiente intelectual. Conocen las normas y las transgreden de manera estratégica, evitando hacerlo a vista y paciencia de terceros que puedan denunciar sus acciones. Esto sugiere que tienen un coeficiente intelectual elevado y capacidad de planificación de sus actos delictivos. Además, suelen aprovecharse de la vulnerabilidad de sus víctimas, como en el caso de los niños, y se valen de su posición de autoridad en la comunidad para cometer los abusos.

P. ¿Experimental remordimiento o culpa estos agresores sexuales?

R. No, estos agresores sexuales no experimentan ningún tipo de remordimiento, culpa o empatía. Consuman sus delitos en busca de satisfacción sexual. Si hablamos de los niños como víctimas, desde la psicología se define como perversión, que proviene de “perversio”, significando desviación, es decir, todo lo que se aparta del camino común. Este término abarca diversas conductas desviadas del comportamiento esperado, incluyendo las parafilias, lo cual indica que estas personas han desarrollado un trastorno de personalidad.

P. ¿Cuándo desarrollan estos agresores sexuales este trastorno de personalidad?

R. Estamos hablando de personas que casi con seguridad comenzaron a desarrollar este patrón desde la infancia. En la edad adulta, este comportamiento se concreta como un trastorno de personalidad antisocial, pero los signos de este patrón conductual probablemente fueron evidentes desde una edad temprana. Por ejemplo, mostraban comportamientos agresivos o encontraban placer en causar dolor a seres vulnerables, como los animales.

El origen se encuentra enraizado en la familia, en un modelo educativo excesivamente permisivo donde no se establecieron límites claros ni estrategias para orientar sobre lo que está bien o mal. En la edad adulta, esto conlleva un pronóstico reservado, indicando que la transgresión de normas o la comisión de delitos se repetiría de manera consecutiva, estableciendo un modus operandi. Planifican meticulosamente cómo valerse de sus víctimas, identificando horarios, ubicaciones y situaciones que les faciliten el acceso. Aprovechan su posición de superioridad para perpetrar estos actos.

P. ¿Por qué tienden a reincidir estas personas?

R. Estas personas, al momento de cometer el delito, tienen pleno conocimiento de que están infringiendo la ley y actúan con plena voluntad. Reconocen que su acción constituye un delito y entienden las consecuencias legales que conlleva. Desde el punto de vista legal, se habla de imputabilidad y se evalúan dos esferas en la psicología forense: el cognitivo y el volitivo. Además, estas personalidades, debido a su alto coeficiente intelectual, no solo planifican meticulosamente sus actos delictivos, sino que también pueden crear circunstancias para eximirse de responsabilidad.

P. ¿Por qué estos abusadores documentan sus acciones a través de escritos, fotos o videos?

R. En este tipo de personalidades, siempre hay evidencias, no como una prueba de haber cometido el acto, sino como un medio para recrear la sensación de satisfacción que experimentaron al perpetrar el delito. Por ello, algunos abusadores conservan prendas de vestir, escriben, toman fotos o graban videos. Lo hacen para buscar esa autosatisfacción sexual, no como reconocimiento del acto delictivo, pues son plenamente conscientes de su carácter ilegal, sino para reexperimentar esa sensación de placer.

P. ¿Es posible identificar a un potencial agresor?

R. A simple vista, estas personas no parecen capaces de causar daño a otros. Suelen ser simpáticas y moralistas, lo que dificulta su identificación. En el caso de una persona con diagnóstico de perversión, la única manera de reconocer que han cometido un delito es a través del acto mismo, ya que antes resulta complicado señalar a alguien como potencial agresor. Sin embargo, hay señales que pueden alertarnos, como comportamientos excesivamente generosos, caritativos o una disposición a cuidar de nuestros hijos de forma desinteresada.

Además, estas personas desarrollan un alto grado de intimidación y manipulación hacia sus víctimas. Las víctimas pueden no ser conscientes de lo que están atravesando, y los agresores las culpan, les imponen castigos o prometen premios o les hablan de secretos, dejándoles secuelas emocionales.

P. ¿Pueden estas personas mostrar sus emociones?

R. Estas personalidades destacan por su escaso vínculo afectivo y su escasa expresión emocional, lo que se conoce como aplanamiento afectivo. Pueden relatar eventos tristes y alegres con el mismo tono emocional, mostrando una incapacidad para demostrar sus emociones.

P. ¿Representan estas personas un riesgo inminente para la sociedad?

R. Estas personas no solo no se van a curar, sino que van a reincidir, lo que constituye un alto riesgo social. En el ámbito de la psicología forense, se evalúa el riesgo y la peligrosidad criminal de personas que han cometido delitos para determinar si es probable que vuelvan a cometer delitos. En el caso de este perfil de personalidad, (como el de “Pica” y “Lucho”), la reincidencia es inminente.

P. ¿Es posible rehabilitar a una persona con este tipo de comportamientos?

R. Este tipo de personalidades representan un riesgo eterno. No son susceptibles de cura ni de tratamiento efectivo; de hecho, cualquier intervención podría ser contraproducente al proporcionarles más herramientas para manipular. En muchos casos, han intentado aplicar metodologías extranjeras para evaluar a personas con estas características debido a su habilidad para manipular las pruebas.

P. ¿Por qué otros sacerdotes o superiores de los abusadores eligen guardar silencio?

R. Estas personas son parte del delito, pero en calidad de confabulación porque están solapando, a no ser que adicionalmente también hayan desarrollado estos hechos (delitos).

Este tipo de personalidades suelen mostrar una marcada dependencia emocional y una búsqueda constante de aprobación. Es más fácil ignorar estas circunstancias porque sería desfavorable para su contexto (…). Siempre hay un beneficio adicional con la confabulación, ya sea para uno mismo, para su trabajo o para su familia.

En este caso, la institución religiosa es realmente muy grande, es un monstruo, pero es un monstruo en todo el sentido de la palabra porque muy pocas acciones positivas se han reforzado.

Pedro Lima, exjesuita de Bolivia muestra a algunos de los sacerdotes identificados como encubridores y abusadores en el caso pederastia./ DICO SOLÍS
Pedro Lima, exjesuita de Bolivia muestra a algunos de los sacerdotes identificados como encubridores y abusadores en el caso pederastia./ DICO SOLÍS

 

Fuente: Opinión