Tierras de libertad: El espíritu cruceño

Carlos Manuel Ledezma Valdez – eju.tv

Por: Carlos Manuel Ledezma Valdez

Escritor, Docente Universitario & Divulgador Histórico



DIRECTOR GENERAL PROYECTO “VIAJEROS DEL TIEMPO”

Cuentan las crónicas del 18 de marzo de 1983 que, durante la madrugada, una prolongada tormenta comenzó a castigar fuertemente a la pujante ciudad de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), provocando un desastre natural sin precedentes. El río Piraí, había comenzado su avance urbano tras derribar los puentes Tarumá (Ibáñez) y Bélgica (Sara), prosiguiendo su avance sobre los barrios de la creciente ciudad y arrasando con asentamientos completos. Miles de familias de migrantes se habían visto damnificada y fue gracias a la solidaridad y esfuerzo del pueblo cruceño, que pudieron ser reubicados e indemnizados por la pérdida. Un tiempo que a poco más de cuatro décadas vista, pareciera tratarse de una época completamente distante.

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Los cambios de era y la transformación generacional han comenzado a sepultar bajo el fino polvo del olvido aquellos aspectos que han caracterizado la grandeza de esta tierra de libertad, aquellos que le han permitido ser distinta a tantas otras de la región, las cuales no consiguieron en tan poco tiempo, convertirse en la más importante del país por su desarrollo y sólida economía, siendo además un referente para muchas otras que decidieron seguir sus pasos rumbo a la modernidad, dentro y fuera de sus fronteras. El talento del ser: “cruceño”, podría resumirse en su obsecuente deseo de emprender, luchando y venciendo las adversidades, alcanzando con determinación sus objetivos y pasando de la pasividad a la acción.

Bien se conoce que el carácter de los hombres se forja en las peores circunstancias, mientras que el sufrimiento fortalece su espíritu, dejándoles como resultado la esperanza. La esperanza que, en el caso de Santa Cruz, llegó desde el exterior del país. Durante la primera mitad del siglo XX, producto de los conflictos que tenían lugar en Europa, éxodos masivos se producían y arrojaban embarcaciones hacia los Océanos con millones de personas dispuestos a abandonar sus países en búsqueda de aquella esperanza aparentemente perdida. Comunidades de japoneses, menonitas, rusos, alemanes, italianos, españoles, yugoslavos, entre muchos otros, llegaron para echar raíces en suelo de libertad, provocando un cambio significativo que beneficiaría a todos los habitantes del departamento.

Una urbe que vio por vez primera el enlosetado de sus calles el año 1966, mirando con extrañeza el desaparecer de sus calles arenosas y descuidadas. Esas calles en damero colonial que conservan aquella fisionomía de porte real y que son el mayor símbolo de una tradición que se fue labrando con el correr de los días, enraizándose cada vez más en el alma del “cruceño”. Una tradición forjada gracias al abandono del Estado y fortalecida con el esfuerzo y sacrificio de todos aquellos venidos desde lejos, para darle forma y consolidarse como parte de la filosofía de trabajo y progreso. Viviendo con esperanza, la misma que les proporciona saber que tienen en sus manos la mejor herramienta para seguir avanzando.

Ser “cruceño”, puede entenderse como el gentilicio que define al nacido en Santa Cruz de la Sierra, extrañamente, la “cruceñidad” trasciende los límites de aquel individuo surgido de la estirpe de los pueblos guaraníes, ayoreos, guarayos, chiquitanos o sirionos, el ser “cruceño” va mucho más allá de identificar a los oriundos de la región. El “cruceño”, es aquel que siente, piensa, ama, trabaja y se sacrifica por su familia cada día, gracias a las oportunidades que le brinda esta tierra bendita. El sentido de pertenencia es fundamental para crecer, integrarse, conocer, entender su historia y respetarla, para adquirir, en palabras de Dn. Alcides Pareja Moreno: “el espíritu cruceño”.

En las últimas décadas han buscado destruir el espíritu y la identidad de aquellos hombres libres. Los acontecimientos políticos se han cebado contra la región, intentando desvirtuar la cultura e identidad “cruceña”. Se ha intentado por todos los medios desintegrar la unidad en base a relatos étnicos que golpean despiadadamente la identidad e integridad cruceña, ante la amenaza que representa Santa Cruz si logra consolidarse y fortalecerse para plantarle cara al centralismo.

Se ha buscado lastimar la identidad cruceña mostrándolo como “enemigo” de la heredad nacional, desacreditando y empleando una serie de eufemismos para hacerlo, manejando un discurso de odio que se ha encargado de aislar a la región tal como ocurrió en el pasado. Lo que no comprenden es que ese pasado fue el que le permitió al cruceño construir su identidad, alimentar su alma y escribir su propia historia, aquella de trabajo y esfuerzo tesonero que no comparte la idea absurda del bloqueo.

La identidad cultural es la que le ha permitido al pueblo “cruceño” en base a mucho esfuerzo, llegar a convertirse en el motor de desarrollo del país gracias a su vocación agrícola y ganadera, sus recursos naturales dentro un vasto y vigoroso territorio parecen ser inagotables. El protagonista del desarrollo en Santa Cruz es uno mismo, contribuyendo al éxito regional con esfuerzo y tesón, evitando el uso de las malas prácticas del bloqueo y la destrucción, que de ninguna manera pueden ser el camino correcto.

El modelo económico cruceño ha mostrado ser exitoso, por lo que debe ser replicado en otras regiones en el país. Un modelo vilipendiado por el centralismo y que ha posibilitado que Santa Cruz se convierta en menos de medio siglo en el bastión de la economía nacional. Las nuevas generaciones deben prestar atención a los ejemplos del pasado, aquellos que le han permitido a Santa Cruz sobreponerse a situaciones adversas en varias etapas de su historia, gracias, a que conserva intacto el “espíritu cruceño”, antes de alimentar y reproducir la “cultura del bloqueo”.