«El General desbarrancado» devela una Trinidad de Seres, subraya Darwin Pinto al comentar el contenido del libro escrito por el reconocido jurista Juan Carlos Urenda, sobre la vida del ilustre militar y expresidente de Bolivia.
Darwin Pinto Cascán
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Esta noche, en este lugar maravilloso que custodia gran parte de la historia de nuestro pueblo, -memoria escrita desde las mentes más brillantes y los espíritus más activos nacidos en la Tierra de Ñuflo de Chaves- quiero hablarles de tres seres… Entendiendo por ser aquello que existe o que, de alguna forma, está…
Esta Trinidad de Seres está conformada por: una memoria, un objeto y una persona.
El primer ser es una memoria, la de José Manuel Pando, el General desbarrancado.
José Manuel Pando es un hombre que atraviesa los días más oscuros de la nacionalidad y es protagonista de primera línea en la guerra del Pacífico de 1879.
Es uno de los pocos bolivianos que acompaña a los peruanos, incluso, cuando Bolivia ya se ha retirado del conflicto. Es en esos afanes de la guerra en que recibe una herida en el brazo, daño que cargará el resto de su vida.
Veinte años después, ya como prestigioso jefe militar y honrado parlamentario, será él quien encabece a las fuerzas federales del liberalismo paceño para golpear a la Constitución y al gobierno unitario y conservador de Sucre, en la Guerra Federal de 1898-99.
Tras la victoria del federalismo paceño, será también él quien ordene acabar con la amenaza aimara del Wilka, su amigo y aliado en la Guerra Federal, sin cuya ayuda La Paz no hubiera podido derrotar al ejército regular de Bolivia ni a la Constitución vigente.
Ya como Presidente, Pando marchará al Territorio de Colonias para prestar ayuda al cruceño Nicolás Suárez y a sus siringueros cambas, que defienden en el Acre la integridad de Bolivia y los intereses de Suárez, claro, en un esfuerzo combinado entre lo público y lo privado que busca salvar del expansionismo bandeirante al territorio y a la goma boliviana. Sin embargo, la presencia de Pando en el futuro departamento de Pando, será inútil. El Acre se pierde a cambio de dinero, la promesa de un tren y una salida al río Paraguay en una zona pantanosa donde no se puede levantar puerto.
Será su obra o la de su gobierno (1899-1904), de manera directa o indirecta, la que perderá territorio ante Chile, Brasil y Perú. Esos desmembramientos, más las acciones contra su amigo el Wilka, serán algunas de las sombras que lo seguirán el resto de su vida con el mismo encono, con que lo tortura el dolor en el brazo, fruto de la herida en el Pacífico.
El país y él están dañados por dentro y por fuera. En esos momentos, uno es reflejo del otro.
Soldado en el Pacífico, Jefe en la Guerra Federal y Presidente en la del Acre, el General Desbarrancado será protagonista de esos grandes momentos trágicos para el país que quedarán impresos en su mente, en su ser y volverán a él en los últimos momentos de su vida.
Además de todo ello o quizá por todo ello, Pando se constituye involuntariamente en un símbolo.
Él, nacido en La Paz y amante de las selvas orientales, representa en sí mismo las grandes contradicciones bolivianas, que lejos de generar una síntesis hegeliana -que nos impulse hacia adelante, hacia el progreso-, por el contrario, se corresponden a una antítesis permanente que nos mantiene amarrados en el rencor y el pasmo sin avanzar hacia ninguna parte.
De vocación médico, Pando se hace soldado. Tiene un espíritu de libertad y aventura, pero se deja envolver con la telaraña traicionera de la politiquería altoperuana. Es paceño, sí, pero también parlamentario por Chuquisaca antes de la Guerra Federal que enfrenta directamente a ambas regiones.
Es federalista y liberal, sí, pero también será unitario, centralista y republicano.
Ha sobrevivido a dos guerras internacionales y a una civil, sí, pero muere en un barranco solitario, en un frío páramo de tristeza y desamparo, sin nadie que lo llore, sin un perro que le ladre. Solo.
Es uno de los hombres más conocidos del país, sí, pero nadie sabe quién movió la mano asesina en su contra.
Es un ídolo de su pueblo, sí, pero los republicanos de Bautista Saavedra tratarán de usar su muerte para destruir a los enemigos políticos, en este caso, los liberales de Gutiérrez Guerra.
Sólo su familia buscará justicia.
Y eso me lleva al segundo ser sobre el que vine a hablarles esta noche: Este libro.
El segundo ser: el libro.
En esta obra, el autor describe con paciencia y precisión las últimas horas de vida del General Desbarrancado, además del proceso judicial en contra de su supuesto asesino. Describe los momentos intensos del juicio y la hora suprema de una ejecución-espectáculo en las planicies pelonas y por entonces deshabitadas de El Alto.
El libro no es una novela y tampoco una biografía oficial. Es una mezcla de ambas, una biografía, o una reseña novelada, o una novela histórica que se centra en los últimos días de Pando, en el proceso y en el resultado del juicio contra los supuestos asesinos.
Es una obra basada en hechos reales, una sucesión de datos bien documentados con pinceladas de ficción para llenar esos espacios que los archivos no pueden.
Esta es una obra que representa parte de la vida y muerte de este hombre que atravesó a caballo los siglos XIX y XX, que debió lidiar con sus victorias y sus fracasos, y cuyo cobarde asesinato es quizá la metáfora más acabada de la vida política boliviana.
Digo esto, porque en este país los adversarios políticos no se confrontan, se aniquilan. Y casi nunca de manera directa, sino que se valen de triquiñuelas, chivos expiatorios, emboscadas callejeras y judiciales, además del clásico abuso de poder que riega las raíces de este país con injusticias y, por lo tanto, con deseos de venganza.
Es, pues, un eterno retorno hacia la calamidad…
La obra narra la historia de un hombre en el que se reconocen momentos de esa perpetua y dramática insurgencia de Bolivia, como diría Charles Arnade.
Es casi un grabado de la Bolivia congelada en el momento justo en el que no se sabe si dará un gran salto hacia adelante o si se destruirá para siempre de una vez por todas.
José Manuel Pando pudo ser un estadista, pero le tocó vivir en tiempos en que se definían las fronteras de una república débil, extensa, poco poblada, sitiada por sus vecinos y claro, carente de una burguesía real con un proyecto de poder más allá del campanario y del exterminio del adversario político.
Pando sólo gobernó un periodo, para luego retirarse a vivir en paz, pero las sombras del pasado y los cálculos de la politiquería altoperuana, fueron tras él algunos años después y lo devoraron en un caminito de montaña.
Pero luego vinieron otros hombres que tomaron su memoria y la reconstruyeron, no precisamente para reivindicarlo -no hacía falta- sino para que su vida nos sirva, quizá, de lección y veamos en ella el reflejo de un país que acaso aún hoy vive en su propia Edad Media, como vivía entonces, y aún antes de entonces.
Lo que me lleva al tercer ser sobre el que quiero hablarles esta noche.
El tercer ser: el autor
El tercer ser es el autor. Es él quien recoge la memoria de Pando por medio de una investigación seria, lo trae a la vida a través de la escritura y le da un nuevo cuerpo en este libro.
El General Desbarrancado es una obra que me permitió conocer mejor en su faceta de investigador y escritor a mi muy respetado Juan Carlos Urenda.
Lo que encontré, mientras leía las versiones mejoradas del libro, fue a un autor meticuloso, atento a los detalles, comprometido con la mejora perpetua de su obra y con la humildad necesaria para recibir sin ruidos de ningún tipo, cualquier pequeño comentario.
Su ejercicio de la escritura puede considerarse como bastante disciplinado y su visión es muy clara en cuanto a buscar el mejor libro posible. Los lectores agradecemos eso.
Desde su cultura cruceña, el autor deja ver en esta obra su mirada profunda sobre el quizá máximo campeón de los paceños. Destaco esto, la mirada regional sobre un personaje del centro político, porque lo habitual siempre ha sido al revés.
Nuestra historia como pueblo cruceño ha sido construida -casi siempre- desde la Bolivia oficial, la andina, la que está a más de 2.500 metros de altura, y han sido ellos los que en muchos casos han reconfigurado a través de los aparatos de dominación cultural del Estado: el quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos. Lo cual es totalmente antinatural, puesto que no pueden saber nada de eso, ya que nos conocen.
Sin embargo, el trabajo de estudiosos locales ha recuperado nuestra historia, mientras que otros grandísimos autores cruceños como, por mencionar algunos: Gabriel René Moreno, Enrique Finot o los dos Vázquez Machicado, han escudriñado y aportado a la historia boliviana en general sin pedirle permiso a nadie.
Así, el abordar sin complejos la historia de Bolivia y la de sus personajes más notables desde la mirada cruceña en el siglo XXI, es un ejercicio que debe perpetuarse como la expresión cultural de nuestro evidente desarrollo material.
Puedo decir, para terminar, que El General Desbarrancado es un paso más, un paso muy firme, en esa necesaria y urgente dirección.
Muchas gracias.