Elecciones en Venezuela: de Hugo Chávez a Nicolás Maduro, 25 años de fracaso económico y social de la “Revolución Bolivariana”

En 1998 los venezolanos eligieron como presidente al mismo militar alzado que el 4 de febrero de 1992 intentó reventar a cañonazos y metralla la sede de la presidencia de la República y la residencia familiar del entonces presidente Carlos Andrés Pérez.

En estas dos décadas y media, numerosos hechos llevan a una certeza: la supuesta revolución chavista ha sido un estruendoso fracaso que ha dejado al país en peores condiciones de como la recibió.

Elecciones en Venezuela: de Hugo Chávez a Nicolás Maduro, 25 años de fracaso económico y social de la "Revolución Bolivariana"Un afiche del presidente Nicolás Maduro en las calles de Caracas. Foto Reuters

 



 

Omar Lugo

Caracas. Especial para Clarín

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La noche del 28 de noviembre de 1998, el teniente coronel Hugo Chávez cerró su campaña por las elecciones presidenciales en la avenida Bolívar de Caracas, con un acto apoteósico que según testigos congregó a unas 500.000 personas.

Esa multitud de “descamisados”, en su vasta mayoría eran habitantes de barriadas pobres que habían llegado de manera espontánea para escuchar ilusionados el mensaje vengador de aquél ex comandante de paracaidistas de verbo incendiario que se convertiría en el hombre más poderoso en la historia de este país.

Veinticinco años después, su heredero, Nicolás Maduro, cerró su campaña para la elección de este 28 de julio en la misma avenida del centro de Caracas, también ante una multitud, pero mucho menor, y compuesta en su mayoría por cansados empleados de ministerios y otros organismos de Estado, vestidos con remeras multicolor, en vez del violento rojo sangre instaurado por Chávez como emblema.

Buena parte de estos seguidores fueron traídos obligados en autobuses desde remotas ciudades y pueblos de toda Venezuela, para avivar la llama menguante del chavismo.

En 1998 los venezolanos eligieron como presidente al mismo militar alzado que el 4 de febrero de 1992 intentó reventar a cañonazos y metralla la sede de la presidencia de la República y la residencia familiar del entonces presidente Carlos Andrés Pérez.

Tras ganar esa elección con abrumadora mayoría y en medio de una alta abstención, Chávez concentraría un poder absoluto, casi monárquico y tuvo la carta blanca del propio sistema para demoler las instituciones democráticas e instaurar la llamada revolución bolivariana, un costoso régimen autoritario y populista que por estos días de julio de 2024 se tambalea, presionado por la fuerza del voto de millones de venezolanos hastiados.

El declive de un reinado chavista

En los 25 años que median entre el ascenso y el eclipse del chavismo en el poder, numerosos hechos llevan a una certeza: la supuesta revolución chavista ha sido un estruendoso fracaso que ha dejado a Venezuela en peores condiciones de como la recibió este movimiento militar cívico que reinterpreta el culto a disecados héroes de la Guerra de la Independencia, y que prometía el cielo del socialismo en la tierra.

Un mural que representa al fallecido presidente Hugo Chávez se ve mientras las mujeres sostienen sus papeletas en un colegio electoral durante las elecciones presidenciales, en Caracas. Foto Reuters
Un mural que representa al fallecido presidente Hugo Chávez se ve mientras las mujeres sostienen sus papeletas en un colegio electoral durante las elecciones presidenciales, en Caracas. Foto Reuters

 

Pero, ¿Cómo llegó a este declive el chavismo, el movimiento político con más poder y fuerza en la historia republicana de Venezuela?

“El chavismo fue una ilusión de cambio engendrado por la situación de pobreza y exclusión social”, recuenta el economista Víctor Álvarez, un académico y ex ministro de Industrias de Hugo Chávez, que años después abjuró de la izquierda.

“Fue exitoso mientras el país recibió una caudalosa renta petrolera que sirvió para financiar los programas sociales, pero una vez que se derrumbó la renta, el modelo se hizo insostenible”, agrega.

Esa renta histórica malgastada se acercó al billón de dólares, un millón de millones, según otras fuentes.

Entonces, “salieron a flote en los errores derivados de un modelo estatista, expropiador y controlador de la actividad económica, social y política”, resume Álvarez.

Atribuye ese derrumbe a la caída del ingreso petrolero que dejó sin financiamiento al modelo neo rentista socialista, a la degeneración de un modelo de inclusión social “en uno populista clientelar” y a la corrupción y erosión de los valores éticos y morales.

Minuciosas recopilaciones de la ONG anticorrupción Transparencia Venezuela demuestran que solamente en un cementerio de 246 obras públicas inconclusas, abandonadas por el chavismo, se robaron o malgastaron $346.000 millones.

Por todo el país hay monumentos a esta desidia, desde puentes, subtes y trenes fantasma, hasta carreteras, fábricas y hospitales a medio levantar.

Hugo Chávez y más tarde Maduro gobernarían con poder absoluto, autocrático. Han ejercido un control total de todas las instituciones, desde el Congreso (Asamblea Nacional) hasta el Tribunal Supremo de Justicia, el Consejo Nacional Electoral (CNE), la Fiscalía, la Contraloría, todos los estados y municipios, los medios de comunicación públicos y los privados (que fueron aniquilados, cerrados o comprados por el gobierno), las empresas del Estado, y por la siempre leal Fuerza Armada, con todos sus componentes.

Votar sin elegir

Al argumentar su legitimidad, el chavismo dice que en el país nunca han faltado las elecciones. Pero en un régimen que usa la mentira como forma de ejercicio de poder ese es un razonamiento relativo: la verdad es que nunca ha acatado los mandatos de sus derrotas electorales, aunque de momento acepte resultados de los sufragios.

Cuando es derrotado opta por atajos para mantener el poder: cuando Chávez perdió un referéndum por una reforma constitucional en 2007 la terminó imponiendo por decreto; cuando en 2015 Maduro perdió la Asamblea Nacional, le aplicó un fujimorazo en cámara lenta y le arrebató sus poderes a través del Tribunal Supremo de Justicia y de una Asamblea Constituyente que nunca llegó a redactar un artículo de una nueva constitución.

Una mujer camina junto a un mural que representa al fallecido expresidente venezolano Hugo Chávez y al presidente venezolano Nicolás Maduro en Caracas. Foto Reuters
Una mujer camina junto a un mural que representa al fallecido expresidente venezolano Hugo Chávez y al presidente venezolano Nicolás Maduro en Caracas. Foto Reuters

 

Cada vez que ha perdido gobernadores y alcaldes les ha impuesto “protectores”, que junto a los generales designados en cada Zona Estratégica controlan el poder real.

Uno de los escenarios es que en caso de perder la presidencia el régimen se refugie en los demás poderes.

“Desde 2015 para acá cualquier elección se convierte en una maniobra con alto costo político. Es sin duda alguna el declive de una época, puede por la fuerza tratar de imponerse”, señala el politólogo Ríos.

“El chavismo va seguir formando parte del mapa político nacional”, advierte.

Cuando Chávez asumió el poder, aupado por los electores resentidos con la democracia bipartidista, Venezuela era el sexto mayor exportador mundial de petróleo y tenía la cuarta economía más grande de América Latina, después de la Argentina, gracias a la locomotora de Petróleos de Venezuela (PDVSA), la cuarta petrolera más grande del mundo, hoy quebrada.

La crisis política económica y social ha recrudecido durante la última década. Datos recopilados por el FMI muestran que la economía es una de las más pequeñas de América, con un ingreso per cápita más cercano al de Haití y Paraguay que al de Argentina y Uruguay.

El país mantiene una deuda externa en default que se acerca a 200.000 millones, incluyendo la de la República y la de PDVSA.

En las arruinadas escuelas públicas niños mal alimentados solo reciben dos días de clase por semana; y en los hospitales, donde es más fácil morirse por falta de atención que por la propia enfermedad, pacientes y familiares tienen que llevar hasta las sábanas y jeringas.

Como un mal chiste, Maduro acusa a la oposición de pretender privatizar la educación y la salud.

Venezuela es un caso de ayuda humanitaria internacional, asistido sistemáticamente por los organismos de la ONU que ayudan a combatir el hambre y la falta de acceso a servicios asistenciales. No hay un sistema de seguridad social, el salario mínimo y las pensiones equivalen a tres dólares por mes; la carga de los impuestos es confiscatoria y este es uno de los países más corruptos del mundo.

Los jerarcas de régimen culpan en su retórica “al bloqueo”, como llaman a las sanciones impuestas por Estados Unidos desde 2017.

Pero en realidad en Venezuela hoy ruedan ferraris y otros autos de lujo, el whisky escocés y otras exquisiteces son más baratos que en cualquier aeropuerto del mundo; hay lujos estrafalarios en segmentos de nuevos ricos ligados al régimen, en medio de una economía importadora que ha terminado ahogando a la producción nacional.

No hay crédito masivo en la banca, ni actividad inmobiliaria, o construcción civil y el país sufre una crisis energética estructural con escasez de gasolina, gas natural, racionamientos de electricidad y de agua corriente.

El economista José Manuel Puente, de la universidad de Oxford, observa que recuperar el camino perdido va a llevar “mucho tiempo y mucho esfuerzo”. Si la economía creciera al 5%, para recuperar el PIB de 2007 se necesitan 13 años y para recuperare el que había en 2014 harían falta 26 años.

“No hay salidas fáciles o rápidas a esto, lo que hay es mucho trabajo y mucho esfuerzo”, dice Puente.

“El PIB venezolano es más pequeño que el Guatemala o República Dominicana, algo impensable hace 30 años atrás. Es 17 veces más pequeño que el de México y 20 veces más pequeño que el de Brasil (casi 7 veces menos que Argentina). Es un drama lo que ha vivido y recuperar el perdido nos va a llevar décadas”, observa Puente.

Es que en la era Maduro el chavismo pulverizó el 80% del tamaño de la economía y expulsó del país a una cuarta parte de la población. Son datos verificables, aunque los niegue el gobierno, que censura y amenaza a sus detractores, y descalifica los argumentos más sólidos que prueban el fracaso de la supuesta revolución bolivariana y de sus mesías.

PB