La Justicia que tenemos

Por: Juan Jonás Cayú Rossel

La reciente preselección en la etapa de exámenes orales para postular a magistrado en el Órgano Judicial de Bolivia, nos sumó elementos para echarle una mirada a ese proceso y, lamentablemente, darnos cuenta por qué está así en su punto fallido el sistema judicial de nuestro país.



Son simples elementos dispersos, que al conjugarlos, nos muestran parte de esa terrible causa-efecto, que nos hace pensar que aún no encontramos la fórmula para gozar de un sistema judicial aceptable en breve.

Expertos en el análisis del sistema, nos indican que en el país se ocuparon de ver lo formal, la estructura y organicidad (cambiando nombre a las instituciones, modificando normas), dejando de lado lo real, que tiene que ver con el estado de situación, merced al constructo social y humano que rodea nuestra malograda señora justicia.

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El cambio de nombres y más leyes, no solucionó el problema sobreviviente a la Asamblea Constituyente, cuando pensaron que con la elección popular llegaría la solución de la corrupta y mezquina justicia con los más desamparados. El problema se acentuó en modos exponenciales, porque lo político coptó todos los poderes y en la sociedad se aplaude la cultura del «más vivo», dejando germinar una justicia sin posibilidad de no ser contaminada.

Ahora, el ciudadano se dio cuenta de otros elementos; no se elige lo mejor con el proceso de selección, porque todo lo tocado por el poder político tiene sus condicionantes y porque el diseño de selección no había sido lo adecuado; pensábamos que ese examen oral era lo más pulcro y exigente versado sobre Derecho, que despertaba confianza en las capacidades y conocimiento del exponente.

No había sido así, las universidades y colegios de abogados «se lucieron», formulando las preguntas más básicas demostrando una falta de interés con la seriedad del proceso, tanto así, que hasta se confundieron ellos mismos con sus respuestas. No hubo lugar para el razonamiento, una propuesta o ensayo en el ámbito jurídico, donde se pueda ver la capacidad cognitiva del jurisconsulto interesado en ser Magistrado.

En general, viendo la prueba del examen oral, vemos muy pocos excelentes juristas que se los encuentra en el nivel social medio-alto; por el contrario, el bajo nivel de conocimiento académico está en la clase indígena (posiblemente por su cosmovisión y forma de ver y entender las cosas); el nivel de conocimiento de la mujer todavía no es el óptimo (hay dos excepciones); y un fenómeno interesante para el análisis es la presencia de profesionales de la tercera edad, se quedaron en el tiempo, les cuesta reaccionar al cuestionamiento; aunque en descargo, se podría decir que es la parte de la mesura y la coherencia con su conducta de vida en sus última fase vital donde la búsqueda de la riqueza material no es lo importante.

LA CULTURA DE LA INJUSTICIA

Ya les hablaba del constructo social edificado sobre el entorno de la justicia. Una obra reciente del sociólogo y jurista Wilder Molina Argandoña (Sociología del Derecho), nos abre las posibilidades de adentrarnos en el análisis crítico, auscultando parte de las causas que nos llevó a este fallido sistema judicial.

Habría que construir desde las bases, retomar valores humanos y principios éticos dejados en el fondo de la conciencia. Molina toma como punto de partida de su análisis el criterio de Lawrense Friedman (1977), señalando que frente al estadío decadente, la identificación de las verdaderas barreras de acceso a la justicia, es la primera tarea a emprender para buscar soluciones a los problemas. Para ello hay que ver: la estructura (organización de administradores), sustancia (normas y procedimientos) y cultura jurídica (actitud de la gente frente al derecho y las normas).

Los clásicos filósofos griegos y los modernos hasta Inmanuel Kant se enfrascaron en discusiones sobre la capacidad del razonamiento y la experiencia para llegar al conocimiento verdadero; y el derecho no escapa a esas disquisiciones, siendo su campo de aplicación, su finalidad, la justicia, que requiere de  un diagnóstico y conocimiento para su correcta aplicación y la satisfacción de la vida en sociedad.

Nosotros vivimos esperanzados en la academia, de donde deben emerger las ideas y propuestas de solución; sin embargo, «es el sistema universitario que tenemos», declaró el Presidente de la Comisión Mixta en Diputados, Juan José Jáuregui, dejando tácitamente expuesto que ahí está el problema, en realidad, parte del problema. Lo que cierra la idea global, indicando que hay un problema que va más allá de lo formal y se afinca en la educación, la universidad, la cultura de justicia en la misma sociedad y luego está la estructura, la selección y nombramiento de jueces y magistrados, cuyo procedimiento no hemos acertado y nos llevó a «la justicia que tenemos».