Presidente camba

LA MANO DEL MOTO
Miguel V. de Torres

Presidente camba

Collage

Fuente: https://elpais.bo

La elección de 2019 fue anulada, pero es imposible olvidar algunos de los detalles que se brindaron en aquella campaña pasaron a formar parte de la historia política de este país.



Una de las coletillas que empezaron a utilizar los Demócratas de Rubén Costas para avalar la candidatura de Óscar Ortiz fue la de que era el momento de tener “un presidente camba” en Bolivia. El resultado, borrado, aun se recuerda: Bolivia Dijo No, que la integraba básicamente Demócratas porque a Unidad Nacional le habían dado puñalada por la espalda al vetar el nombre de Samuel Doria Medina, fue la cuarta fuerza con apenas un 3 por ciento de los votos. A más, Carlos Mesa, otrora declarado enemigo de Santa Cruz, arrasó en el departamento y hasta Chi Hyun Chung sacó mejores resultados que el candidato de la Gobernación.

En la elección siguiente, 2020, el candidato cruceño fue Luis Fernando Camacho, que se había convertido en héroe nacional al ser la figura clave para tumbar a Evo Morales y que además, había sido ninguneado y apaleado por los Demócratas, esta vez de Jeanine Áñez, que inexplicablemente habían alcanzado el poder tras su 3% gracias a las protestas sostenidas de Camacho y su Comité Cívico. Sus leales estrategas sin embargo no exploraron demasiado el perfil nacional en su candidatura y más bien optaron por una fórmula insostenible, pero que tuvo su recorrido, pues se insistió que con que el 70% de Santa Cruz votara por Camacho sería presidente.

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Tampoco llegó, pero sí logró la votación más alta de la tercera opción más votada en las elecciones desde 2005 con un 14% de los votos, una cifra nunca bien ponderada desde el centralismo político nacional, en parte – dicen los analistas – porque tampoco nunca lo ha hecho valer en su justa medida.

Hay cierto debate, pero Camacho posiblemente ha sido la figura de la oposición nacional más relevante de las últimas dos décadas, e incluso fue su equipo el que logró encaminar – con Jerjes Justiniano, Roxana Lizárraga, etc., – el gobierno de Áñez. Sin embargo, su equipo optó por Santa Cruz. Ya a media campaña estaba claro que el objetivo real era conformar una bancada suficientemente potente que complementara después las iniciativas políticas de la Gobernación de Santa Cruz: era la vía secesionista.

El colapso inmediato

Camacho ganó las elecciones departamentales sin mucho problema, sobre todo luego de que los Demócratas de Rubén Costas tomaran otra de esas decisiones inexplicables después de 15 años al frente de la Gobernación: no presentaron candidatos ni pelearon la Asamblea, y concentraron sus fuerzas en la Alcaldía donde la derrota fue estrepitosa.

La segunda victoria al hilo y con suficiente margen auguraba un futuro promisorio y probablemente convulso: estaba claro que Camacho iba a poner más empeño en los asuntos políticos que en los técnicos, y en medio de una incipiente crisis económica no iba a quedar mucho más margen de acción que buscar la confrontación.

Dicho y hecho: casi sin ponerse la banda de Gobernador ya armó un monumental lío con David Choquehuanca a cuenta de la wiphala en la plaza 24 de septiembre; luego exigió el Censo y poco después, en uno de esos grandes cabildos, el Comité Cívico invocó el principio de autodeterminación de los pueblos para redefinir la relación con el Estado. Era noviembre de 2022 y Santa Cruz había protagonizado una larga lucha exigiendo la realización del Censo en 2023 y garantizando su aplicación para las elecciones de 2025.

Más allá de que el censo finalmente se hizo en 2024, el declive de Camacho y su entramado fue acelerado: en diciembre fue secuestrado y encarcelado en Chonchocoro; unos meses después el Comité Cívico quedó en manos de Fernando Larach, que convirtió el camino de la autodeterminación en una lucha jurídica por la aplicación de la autonomía, y en abril quebró el financiador de los grandes “sueños” cruceños: el Banco Fassil. A principios de este 2024 se le dio la puntilla con la asunción del Vicegobernador Mario Aguilera, enfrentado con Camacho y su gente y obviamente, acusado de paramasista, y arrebatándole incluso el control de la Asamblea con otro pacto de prófugos. Por supuesto su bancada en la Asamblea Plurinacional es el Rosario de la Aurora.

Las opciones de futuro

El MAS sabe bien que la cárcel es sinónimo de ostracismo y que los juegos de efecto se le acaban a cualquiera en un plazo más o menos corto. Camacho intenta evitarlo a como de lugar, pero su popularidad ya es baja y no solo peligra su reelección en 2026, sino cualquier posibilidad de mediación en las elecciones de 2025.

Aún así, diferentes sectores mantienen viva la opción de un “presidente camba” de forma real y no solo estratégica, aunque el único verdaderamente posicionado en la carrera, aunque ya amortizado como fenómeno novedoso, es Vicente Cuéllar, el presidente de la UAGRM. Cuéllar aglutina los restos del MIR y en La Paz le están intentando armar una plataforma junto a Iván Arias y algunas otras figuras…

Los Demócratas intentan rearmarse, pero con poca fe. Vladimir Peña, el cerebro oficial de la última parte de la gestión (no de la política) de Rubén Costas y el que acabó cediendo a las presiones para retirarse en 2021, sigue siendo el mejor cuadro disponible, pero la desmovilización general de sus cuadros augura pocas capacidades de movilización.

Oficialmente camba también ha presentado credenciales Branko Marinkovic, ex presidente cívico, empresario de las oleaginosas y reciente vencedor de un millonario juicio contra el Estado. Su nominación llegó desde un balneario en Santa Catalina al sur de Brasil donde por cierto solían reunirse peces gordos del nazismo en la clandestinidad después de la guerra. Marinkovic no cumple requisitos constitucionales, pero no pudo contenerse a la nominación ante la plana mayor de la ultraderecha libertaria del continente, con Milei y la familia Bolsonaro a la cabeza. No ha dado más detalles, pero su nombre está sobre la mesa.

En cualquier caso, el poder real lo conserva en la Alcaldía el incombustible Johnny Fernández, que tiene intacta la salud de su sigla UCD con la que por cierto candidateó Camacho y su Creemos, y por el otro lado un Mario Aguilera que es una incógnita, pero a quien Camacho no quiere.

¿Aparecerán más opciones en el ecosistema político cruceño de cara a las elecciones de 2025? Es muy posible. Veremos.