Las divergencias y coincidencias en política exterior de Biden y Trump operarán a partir de 2025 en un mundo multipolar complejo y diferente del pasado.
Demócratas y Republicanos coincidieron durante décadas en que la política exterior de Estados Unidos era un terreno consensuado alrededor del liderazgo político, económico y militar de Washington en el mundo occidental, la promoción de sus intereses económicos, comerciales y financieros, y la hegemonía en las instituciones multilaterales. Ese consenso ha dejado de existir y ese liderazgo está desgastado.
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El Partido Republicano se ha convertido en un movimiento masivo de ultraderecha con el expresidente Donald Trump, procesado, entre otras causas, por llamar a la insurrección contra el Estado. Los Republicanos han llevado la lucha doméstica al ámbito internacional: lo que Washington hace en Ucrania y Palestina, en América Central, Colombia o Venezuela es objeto de confrontación electoral y legislativa.
Por su parte, el Partido Demócrata ha adoptado con la presidencia de Joe Biden una agenda económica y social de relanzamiento de la economía, promoción de empleo, desarrollo tecnológico y ayudas sociales, y una política exterior multilateralista, mientras no afecte los intereses de EEUU. Los Republicanos califican a la primera de “socialista” y a la segunda como “débil”.
Quien gane las elecciones en noviembre próximo tendrá que liderar a EEUU en un mundo de múltiples poderes, con China en ascenso, alianzas flexibles, y con un variado grupo de países del Sur que rechazan subordinarse, como en el pasado, a las grandes potencias.
El equilibrio
Algunos Republicanos proponen que EEUU lidere el sistema global y fortalezca su aparato militar. Otros, que se centre en la lucha interna contra el “socialismo” y deje de implicarse en problemas y guerras que no le incumben. Todos quieren acabar con la ONU, cortar las ayudas a refugiados, inmigrantes, minorías, y organizaciones de derechos humanos. Para los Republicanos y sus aliados en fundaciones, iglesias, y medios periodísticos, los Demócratas apoyan una agenda internacional de izquierdas, feminista, y ecologista a combatir.
Encuestas recientes sugieren que los estadounidenses están cada vez más preocupados por la política exterior. Emma Ashford, investigadora del Stimson Center, explica que “con dos grandes guerras en el extranjero y una creciente percepción de amenaza por parte de China, la política exterior parece más urgente en 2024. Esta tendencia se ve reforzada por el hecho de que los políticos enmarcan cada vez más cuestiones de política industrial interna, política energética e incluso inmigración, como cuestiones de política exterior o de seguridad nacional”. El programa de Trump, piensa Ashford, resuena en los electores más que el de Biden.
Una segunda administración, Biden seguiría las líneas trazadas en su primer mandato. El marco general es Democracia vs Autoritarismo, pero con muchos matices. Hacia China se trataría de encontrar el equilibrio entre competir, negarle acceso a alta tecnología estratégica, y evitar una confrontación militar, especialmente alrededor de Taiwán.
David E. Sanger explica en New Cold Wars que esto supone continuar con las inversiones, el comercio y las complejas interacciones entre los dos países; potenciar la carrera tecnológica para obtener semiconductores (chips) más potentes y veloces; producir armas de nueva generación; lanzar una nueva era de exploración espacial, y ser vanguardia en inteligencia artificial. Algunos asesores de Trump, en cambio, consideran que la guerra con China es un destino inevitable.
Biden piensa apoyar a Ucrania, mantener el compromiso con la OTAN y aislar a Rusia. Con mejores formas que Trump exigirá a Europa aumentar el gasto militar y fortalecer su capacidad bajo el liderazgo de Washington.
La guerra en Gaza es el último ejemplo de la crisis de legitimidad de Washington en Oriente Medio, luego de los fracasos en Irak y Afganistán y la inoperancia en Siria y Libia. El apoyo irrestricto a Israel con motivo de la ofensiva en Gaza condenada por amplios sectores, dentro y fuera de EEUU, continuará con una Administración Demócrata.
Trump apoyaría la ocupación permanente de Gaza por parte de Israel, acelerar el establecimiento de relaciones diplomáticas de ese país con Arabia Saudita, y perpetuar la ocupación de Cisjordania y Jerusalén Este. Se tensarán más las relaciones con Irán.
En Asia-Pacífico, gane quien gane, Washington fortalecerá los vínculos con India, Filipinas, Vietnam, Australia y Nueva Zelanda para contener la expansión china.
Una mirada selectiva
Trump previsiblemente, usará el poder económico y militar cuando sea posible para imponer acuerdos, atacará el multilateralismo y el Derecho Internacional, los acuerdos de control de armas nucleares, y a las reglas vinculadas a la ONU. (La Administración Biden también rechaza la competencia de la Corte Penal Internacional en el caso del primer ministro Benjamin Netanyahu y su ministro de Defensa por la guerra en Gaza.)
Un segundo mandato será menos improvisado. Al igual que en política interior, políticos, exfuncionarios, académicos, ideólogos, fundaciones, una red de think-tanks, y miembros de la primera administración Trump están tomando posiciones.
Biden y Trump comparten un interés selectivo por el mundo: hay zonas de alto interés, otras que no importan nada, y franjas intermedias. Por ejemplo, ninguno de los dos piensa dedicar muchos recursos, excepto asesorar contra el terrorismo yihadista, a África Subsahariana.
América Latina, Central y el Caribe importan por la migración, el crimen organizado, y sus minerales estratégicos. Trump quiere usar fuerzas especiales para combatir al narco en México, expulsar inmigrantes masivamente, y desplegar las fuerzas armadas en la frontera con ese país. Mientras, el Comando Sur del Pentágono hace campaña, más allá de quien triunfe en EEUU, para ganar aliados en la contención de las inversiones chinas y alinear a los ejércitos en la lucha contra el crimen transnacional.
La prédica de Biden sobre la democracia no tiene resonancia en la región, especialmente después de haber levantado sanciones al Gobierno de Venezuela a cambio de petróleo y no haber revertido las sanciones que impuso Trump a Cuba. El trumpismo ve con esperanza las alianzas con Jair Bolsonaro en Brasil, el presidente Javier Milei en Argentina, y otros ultraderechistas.
Rechazo a la Unión Europea
Los aliados de la OTAN temen que Trump vuelva con la amenaza de retirar a EEUU de la Alianza en caso de que no aumenten sus presupuestos de Defensa. Esta demanda coincide con el plan de la ultraconservadora Fundación Heritage que contempla un papel militar reforzado de los aliados de EEUU alrededor del mundo para, liderados por Washington, contener el poder económico, tecnológico, comercial y militar de China y Rusia.
La Heritage, que inspira en gran medida el plan de gobierno de Trump, propone que Washington desarrolle relaciones bilaterales con los países europeos, pero se oponga la Unión Europea a la que considera “una organización supranacional y antidemocrática que infringe la soberanía nacional de sus miembros, desperdicia el dinero de los contribuyentes, distorsiona las políticas de inmigración europeas y defiende una agenda energética y social de izquierda radical”. Así mismo, rechaza los intentos de “integración de la defensa de la Unión Europea” y considera que “una OTAN sólida encabezada por Estados Unidos sigue siendo el único garante de la seguridad transatlántica”.
A partir de 2025 EEUU comprobará que ya no tiene el poder del pasado. Con formas diferentes los candidatos a la Casa Blanca intentarán recomponer un liderazgo global perdido y cuestionado por múltiples actores y complejas circunstancias.
Mariano Aguirre es autor de Guerra Fría 2.0. (e-book en Icaria editorial, Barcelona, 2023).