Sobre el castigo moral

 

A lo largo del tiempo, la palabra «moral» ha tenido múltiples interpretaciones que se han ido transfigurando de generación en generación. Este término, objeto de estudio atemporal desde los filósofos antiguos hasta los post-socráticos (como Aristóteles y su «Ética a Nicómaco»), ha tenido una trascendencia continua y mantiene una vigencia importante al momento de interpretar diversos fenómenos sociales que afectan de manera positiva o negativa a las poblaciones, y principalmente al individuo que se enfrenta al castigo moral.



De manera concisa, y sin extenderme en la semántica de la palabra, podemos dilucidar que la moral es una construcción social en la que inciden directamente la cultura, la religión y el poder dominante. Estos tres elementos, aunque no son percibidos materialmente, han estado presentes desde el inicio de nuestra existencia hasta el final de la misma. Pero, ¿quién tiene el derecho de juzgar lo que es políticamente correcto? En toda cultura existen las llamadas élites pensantes, cuyo pensamiento cobra relevancia al influir en el poder político dominante. De esta manera, al igual que la economía busca la riqueza y la ciencia política busca el poder y su organización, la labor de los pensadores está específicamente dirigida a moldear el pensamiento de las masas. A través de ellos y del uso de las costumbres y mitos culturales, los individuos que forman parte de la colectividad emiten juicios de valor sobre el bien y el mal.

Ahora, centrándonos en nuestro contexto local, los cruceños, por naturaleza, forman una sociedad hospitalaria y más flexible y tolerante. Sin embargo, esto no implica que quienes cometen agresiones queden impunes. Un claro ejemplo de esto ocurrió durante una disputa entre un opinólogo, que en su soberbia atacó a un activista, y este último, a pesar de no contar con los mismos recursos y conexiones de poder, hábilmente cuestionó los valores éticos y morales de su adversario, destacando los privilegios que le otorga el poder. Aunque el opinólogo espera ansiosamente otro escándalo mayor para desviar la atención, esto no significa que su acción caiga en el olvido colectivo; por el contrario, ninguna ofensa guardada deja de tener consecuencias con el tiempo. Por eso, aquellos que negocian en detrimento de los intereses regionales sonríen embriagados por los beneficios del poder, olvidando que el castigo moral espera pacientemente en la esquina. Como mencionó el filósofo francés Charles Péguy: «Ni la economía, ni la justicia, ni la política están fuera del imperio de la moral».

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Sergio Vega Morales, presidente del Colegio de Politólogos Santa Cruz