Bolivia se encuentra rezagada en la adopción de la biotecnología agrícola en comparación a otros países de la región. Si bien el uso de semillas transgénicas ha sido clave para impulsar la productividad y competitividad de los sectores agrícolas de países vecinos como Brasil, Argentina y Paraguay, Bolivia aún mantiene una posición cautelosa frente a esta tecnología.

En este contexto, conversamos con Luis Llanos, decano de la facultad de Agronomía de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (UAGRM), y Fernando Romero, presidente de la Asociación de Productores de Oleaginosas y Maíz (Anapo), quienes analizaron la situación actual del uso de biotecnología en Bolivia, los beneficios que podría traer su adopción y las lecciones que Bolivia puede aprender de sus vecinos.

Biotecnología

Luis Llanos, decano de la facultad de Agronomía de la UAGRM

—¿Cuál es el estado actual del uso de biotecnología en la producción de oleaginosas en Bolivia? ¿Qué cultivos transgénicos están autorizados actualmente en el país?

—El estado actual es que solamente está aprobado un solo evento de biotecnología para la producción de soya en Bolivia, que es el evento RR Resistente al herbicida glifosato, que fue aprobado en el año 2005. Comparado con países del Mercosur como Paraguay, existe un gran rezago tecnológico, porque ese país tiene aprobados 44 eventos de biotecnología para cultivos de soya, maíz, trigo y algodón.

—¿Por qué se hacen necesarias las semillas transgénicas en Bolivia?

—Es fundamental las semillas transgénicas en Bolivia porque constituyen un salto tecnológico para aumentar la productividad de cultivos de soya, maíz, trigo y algodón, que permitirán aumentar la producción de estos alimentos para garantizar el abastecimiento del mercado interno y principalmente para generar excedentes destinados a las exportaciones, que significan el ingreso de divisas para la economía del país. El impacto de la biotecnología permitirá al país consolidarse como un exportador de alimentos para el mundo como actualmente son los países del Mercosur, como Brasil, Paraguay, Argentina y Uruguay, donde los productores de esos países vienen utilizando la biotecnología desde hace más de 20 años y por eso son más competitivos. En términos económicos, con el uso de la biotecnología del evento en soya Intacta y el evento de maíz BT+RR, se pueden generar alrededor de $us 4.500 millones en exportaciones en el mediano plazo, lo que significa una contribución importante en la generación de divisas para el país.

—¿Cómo incide el uso de biotecnología en la estructura de costos y en la mitigación de riesgos?

—El uso de la biotecnología ayuda a reducir los costos de producción en cultivos como soya, maíz, trigo y algodón, principalmente por una reducción sustancial en el número de aplicaciones de plaguicidas que actualmente se hacen para controlar el ataque agresivo de plagas. En el caso de soya se estima una reducción de costos en $us 62/ha, mientras que en maíz la reducción alcanzaría los $us 81/ha. Además, permitirá reducir y mitigar el riesgo de pérdidas productivas y económicas para cultivos como la soya y trigo, donde el evento HB4 tolerante a sequía puede generar ese impacto y evitar las pérdidas de más de $us 400 millones que tuvieron los productores este año debido a la sequía extrema.

—Uno de los argumentos habituales contra la biotecnología es que ésta beneficiará a los grandes productores en desmedro de los más chicos. ¿Esto es así?

—El uso de la biotecnología beneficia a todos los estratos de productores, pero principalmente a los pequeños agricultores porque su adopción es fácil ya que no necesita de inversiones adicionales ni de expertos técnicos para su producción y eso queda demostrado con las movilizaciones que han realizado recientemente pequeños productores de interculturales de San Julián, Cuatro Cañadas y del Norte Integrado demandando la aprobación de nuevos eventos de biotecnología.

—¿Cómo compara el uso de biotecnología en Bolivia con otros países de la región como Brasil, Argentina o Paraguay? ¿Qué lecciones puede aprender Bolivia de estos países en cuanto a la implementación de biotecnología en la agricultura?

—La comparación se da principalmente en la diferencia abismal que existe en términos de productividad de estos países del Mercosur con Bolivia, en el caso de la soya, el rendimiento promedio de estos países es de 3 toneladas por hectárea, mientras en Bolivia es de 2 toneladas por hectárea, es decir 50% de mayor productividad. Y en el caso de maíz la diferencia de productividad es mayor porque en estos países el rendimiento promedio es de 6 toneladas por hectárea, mientras en Bolivia no supera las 3 toneladas por hectárea. Estas diferencias de productividad hacen a los productores de los países del Mercosur más competitivos y que puedan soportar las caídas de precios que se dan en el mercado internacional como está ocurriendo actualmente y que en el caso del productor de soya de Bolivia quede más vulnerable a que sea inviable para seguir produciendo. La principal lección que se puede extraer de las experiencias de los países del Mercosur es la apertura que tienen sus gobernantes para viabilizar el uso de nuevos eventos en nuevos cultivos, en el entendido de que una de las formas de generar competitividad en la agricultura es el uso de tecnología de punta.

Fernando Romero, presidente de Anapo

—¿Cuáles son los pedidos en concreto que se tienen respecto a biotecnología desde Anapo y cómo se espera que esto incida, en caso de concretarse?

—El pedido concreto es que se acelere la aprobación de los eventos de biotecnología que están siendo utilizados en países del Mercosur, ahora que Bolivia es miembro pleno del mismo, para que los productores bolivianos tengamos las mismas herramientas tecnológicas para competir en igualdad de condiciones. La aprobación de estos eventos biotecnológicos de países del Mercosur debería ser por homologación de los dictámenes de aprobación que han emitido los Comités de Bioseguridad de uno o más países del Mercosur. En principio debería priorizarse la aprobación de los eventos en soya Intacta y HB4 tolerante a sequía, en trigo del evento HB4 tolerante a sequía, en maíz del evento RR+Bt y en algodón del evento RR+Bt. De concretarse estamos seguros que daremos un salto tecnológico importante con una mejora sustancial en la productividad de estos cultivos, aumentando la producción y generando mayores excedentes para las exportaciones. En el mediano plazo podemos llegar a generar más de $us 4.500 millones en exportaciones solo con el aumento de producción en soya y maíz.

La adopción desigual de la biotecnología en Sudamérica

El área de cultivos transgénicos a nivel mundial sigue en aumento, alcanzando un total de 206,3 millones de hectáreas en 2023, un nuevo récord histórico. Liderados por la soja, el maíz y el algodón, estos cultivos genéticamente modificados se han convertido en una parte esencial de la producción agrícola global. Sin embargo, su adopción varía ampliamente entre países y regiones, reflejando diferentes posturas políticas y regulatorias.

América Central y del Sur se mantiene como la región con la mayor superficie dedicada a cultivos transgénicos, con 97,3 millones de hectáreas en 2023, un aumento del 4,1% respecto al año anterior. Este dominio se debe principalmente a Brasil, que cultiva el 68,8% del área transgénica de la región, según los datos de la consultora especializada AbioInvestor en su reporte Cultivos de Semillas Genéticamente Modificadas 2024.

Brasil es el segundo país con la mayor superficie de cultivos transgénicos en el mundo, solo superado por Estados Unidos. En 2023, Brasil cultivó 66,9 millones de hectáreas de variedades transgénicas, un aumento del 5,9% con respecto al año anterior. Esto se debe principalmente a los incrementos en el área de soja, maíz y algodón transgénicos.

La soja transgénica ocupa la mayor parte del área cultivada con organismos genéticamente modificados en Brasil, con 43,6 millones de hectáreas, el 65% del total. La adopción de la soja transgénica en Brasil alcanzó niveles superiores al 90% en 2014, convirtiéndose rápidamente en la norma en el país. Además, la mayoría de la soja cultivada en Brasil utiliza variedades apiladas que combinan tolerancia a herbicidas e insecticidas.

En el caso del maíz, el 97% del área cultivada en Brasil en 2023 correspondía a variedades transgénicas, con un aumento significativo en la adopción de las variedades apiladas en los últimos años. Por su parte, el algodón transgénico ocupa el 99% del área algodonera brasileña.

Argentina es el tercer país con mayor superficie de cultivos transgénicos, con 23,1 millones de hectáreas en 2023, el 23,8% del total regional. Al igual que Brasil, la soja transgénica es el cultivo dominante, ocupando el 69% del área transgénica argentina.

Paraguay, por su parte, ha visto un rápido aumento en el uso de cultivos transgénicos, llegando a 4,3 millones de hectáreas en 2023, el 8,2% más que el año anterior. Aquí también la soja transgénica es el principal cultivo, representando el 83,1% del área transgénica del país.

A diferencia de sus vecinos, Bolivia se mantiene como un caso atípico en la región. El país cultivó solo 1,5 millones de hectáreas de soja transgénica en 2023, el 7% más que el año anterior. Sin embargo, la adopción de la soja transgénica en Bolivia se ha estancado en torno al 97% desde 2014, muy por debajo de los niveles de Brasil, Argentina y Paraguay.

La expansión de los cultivos transgénicos en América del Sur refleja el dominio de estos en la producción agrícola mundial. Liderados por Brasil, Argentina y Paraguay, la adopción de variedades genéticamente modificadas se ha vuelto la norma en la región. Sin embargo, Bolivia se mantiene como un caso excepcional, donde se observa una adopción más lenta y limitada de esta tecnología.

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