Brasil no participó en el histórico intercambio entre rehenes occidentales y rusos: el espía Cherkasov sigue encarcelado en el país

Muchos, en retrospectiva, se preguntaron si la llamada telefónica del día anterior entre el presidente Lula y su homólogo estadounidense, Joe Biden, también había tratado este caso

Sergey Cherkasov en un video de 2017



Sergey Cherkasov en un video de 2017

 

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Fuente: infobae.com

El histórico intercambio de rehenes de la semana pasada entre Rusia y seis países extranjeros, entre ellos Estados Unidos, dejó fuera al espía ruso más famoso de Brasil, Sergey Vladimirovich Cherkasov, encarcelado en el gigante latinoamericano desde abril de 2022. Muchos, en retrospectiva, se preguntaron si la llamada telefónica del día anterior entre el presidente Lula y su homólogo estadounidense, Joe Biden, también había tratado este caso.

Durante meses, de hecho, en círculos diplomáticos se había afirmado que el espía moscovita podía convertirse en una valiosa moneda de cambio para Brasil, que a pesar de la petición de Rusia nunca lo había extraditado hasta ahora. Por el contrario, en esta negociación, definida como histórica por el mayor número de personas intercambiadas, el gigante latinoamericano se ha quedado con las manos vacías, según algunos analistas, como prueba del peso cada vez menos decisivo de Lula en la escena internacional.

No sólo no se ha incluido a Cherkasov en el intercambio, sino que ahora el presidente brasileño, que siempre ha mantenido una postura prorrusa incluso en el tema del conflicto en Ucrania, tendrá que demostrar a la comunidad internacional cómo va a manejar el caso de este engorroso detenido. Es decir, si le hará un favor a Putin enviándolo a Moscú como se le ha pedido o, por el contrario, lo mantendrá en sus prisiones bajo uno de los cargos más graves para un extranjero, el de espionaje.

Sin embargo, Brasil ha hecho hablar de sí mismo en este intercambio, aunque esta vez el gobierno de Lula no ha tenido nada que ver. En la lista de rusos devueltos al Kremlin, ocho según el Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB), a cambio de 16 occidentales según Biden, no faltan los espías, uno incluso con identidad brasileña falsa. Se trata de Mikhail Valerievich Mikushin, agente del principal servicio de inteligencia militar ruso, el GRU. Fue detenido por las autoridades en Noruega, donde vivía bajo el nombre de José Assis Giammaria. En su ficción de espía, se presentaba como ciudadano brasileño nacido en la ciudad de Pedro Bernardo, en el estado de Goiás, en 1984, mientras que el verdadero Mikushin había nacido en Rusia el 19 de agosto de 1978.

El hombre había conseguido con esta falsa identidad infiltrarse primero en una universidad canadiense y después en la Universidad del Ártico en Tromso, Noruega. Según el sitio de noticias geopolíticas Insider, Mikushin estudió en la Academia Diplomática Militar del Departamento Central de Inteligencia ruso (GRU) y, al parecer, es un oficial de inteligencia que actúa ilegalmente en el extranjero. Mikushin/Giammaria se hizo pasar por investigador y participó en varios artículos académicos. Se interesó por las bases militares en el Ártico y las amenazas híbridas, todos ellos temas cruciales para la agenda política de Moscú. Una vez descubierto y detenido, reveló su verdadera identidad. Las autoridades brasileñas no lograron descubrir la red que le había permitido obtener los documentos falsos. Desde hace años, el gigante latinoamericano es la nueva meca de los espías rusos, también por la facilidad para obtener identidades falsas o pertenecientes a personas fallecidas.

Luiz Inácio Lula da Silva (EFE/Andre Borges)

Luiz Inácio Lula da Silva (EFE/Andre Borges)

En cuanto al espía que permaneció en las cárceles de Brasilia y no fue canjeado la semana pasada, Sergey Vladimirovich Cherkasov, recordamos que fue detenido en Brasil en abril de 2022 después de que las autoridades holandesas lo deportaron. El ruso había utilizado una identidad brasileña falsa para intentar infiltrarse en el Tribunal Penal Internacional de La Haya. Durante 12 años había vivido entre Brasil, Estados Unidos y Holanda bajo el nombre de Viktor Muller Ferreira. El personaje que Cherkasov se había creado como tapadera tenía 33 años y había nacido en Niterói, en el estado de Rio de Janeiro. Según la inteligencia brasileña, el ruso se había infiltrado en el país en 2010. En sus declaraciones a la policía brasileña, sin embargo, había dicho que sufría de amnesia y que no recordaba cómo había llegado al gigante latinoamericano. El único recuerdo que tenía, relató, era haber llegado a Brasil en avión. Para la policía brasileña, que colaboró con el FBI estadounidense, Cherkasov se movía por el gigante latinoamericano como suelen hacerlo los espías rusos, es decir, intercambiando información en parques aislados de las afueras de Rio de Janeiro. Tras su condena en primer grado a 15 años de cárcel por uso de documentos falsos, Moscú había solicitado su extradición en junio de 2022, negando que fuera un espía, sino un narcotraficante, vinculado a la red de un criminal de Tayikistán que abastecía de heroína a la ciudad rusa de Lipetsk, a más de 400 kilómetros de Moscú. El año pasado su condena se redujo a poco más de cinco años.

El hombre también está siendo investigado por posible espionaje y corrupción pasiva. En enero de este año, sin embargo, la Policía Federal brasileña abrió otra investigación en su contra por lavado de dinero y asociación criminal por recibir mensualmente dinero de un funcionario de la embajada rusa en Brasilia. Cherkasov no justificó 62 transferencias bancarias recibidas entre 2021 y 2022. Para el juez del Supremo Tribunal Federal (STF) Edson Fachin, el hombre sólo podrá ser extraditado cuando todas las investigaciones hayan concluido.

Habiendo perdido la oportunidad de ser canjeado por rehenes occidentales, Sergey Vladimirovich Cherkasov continúa su vida en la supercárcel federal de Brasilia, donde está detenido desde enero de 2023. El preso, de 37 años, ha sido trasladado a una zona aislada durante meses, después de que él mismo denunciara ante las autoridades penitenciarias que destacados miembros del principal grupo delictivo de Brasil, el Primer Comando de la Capital (PCC), lo habían atacado durante su tiempo de ejercicio diario en el patio de la prisión. Según Cherkasov, habían sido informados de su identidad por una revista que circulaba dentro de la prisión en la que se hablaba de su caso.

El presidente ruso, Vladimir Putin (EFE/EPA/SERGEY BOBYLEV/SPUTNIK)

El presidente ruso, Vladimir Putin (EFE/EPA/SERGEY BOBYLEV/SPUTNIK)

Consultando la lista de libros que lee el espía ruso, una información pública de la autoridad penitenciaria, el agente moscovita es un ávido lector, pero desde luego no de libros de John Le Carré. Ha tomado prestados decenas de libros de los archivos de la prisión, muchos de ellos dedicados a la saga de Harry Potter. Le fascina la fantasía y la serie literaria Witcher. Su lista también incluye un libro religioso titulado “Dios no ha muerto” e incluso un libro de autoayuda de un autor estadounidense. También ha leído, según la lista de la prisión, el volumen “Enemigos, una historia del FBI”, del reportero estadounidense Tim Weiner. Sin embargo, Cherkasov se negó a participar en un proyecto de lectura que por ley permite una reducción de condena, y mucho menos en los diversos talleres previstos para los presos. Según la Secretaría Nacional de Política Penitenciaria (Senappen), vinculada al Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, el espía ruso se ha comportado hasta ahora tan bien que tiene una nota de “buena conducta” en su registro penitenciario.

En abril, se había quejado de que los nuevos barrotes colocados en la pared le impedían leer porque tapaban su lámpara. La medida se había tomado tras la sensacional fuga, dos meses antes, de dos delincuentes brasileños de la cárcel de Mossoró, en el estado de Rio Grande do Norte. El pasado dos de julio, el espía había solicitado reunirse con su madre por videoconferencia, petición a la que se opuso la dirección del Sistema Penitenciario Federal, según la cual “las visitas realizadas a través de otras instituciones de Rusia no son posibles debido a la normativa penitenciaria”. La madre de Cherkasov habría tenido que acudir a la embajada de Brasil en Moscú para hablar con su hijo.

Ahora la gran incógnita siguen siendo los resultados de la investigación de la Policía Federal y, sobre todo, la decisión del Supremo Tribunal Federal (STF). Sin embargo, la última palabra, según la legislación brasileña, la tendrá el presidente Lula, que tiene la potestad de decidir si extradita o no a Cherkasov. Recordemos que el presidente brasileño ha invitado a Putin a asistir a la próxima reunión del G20, prevista para noviembre en Rio de Janeiro, a pesar de que sobre el ruso pesa una condena por crímenes de guerra dictada por la Corte Penal Internacional. El futuro de Cherkasov podría decidirse antes de la reunión de Rio y el espía podría dejar de ser una moneda de cambio para convertirse en un gesto de cortesía de Lula hacia Putin.