Cómplices de la catástrofe

Durante la caída de Roma, hubo muchos sectores ciudadanos y militares que advirtieron sobre los serios problemas que presentaba el imperio, problemas que, al ruido de la guerra y la conquista, fueron ignorados no solo por el Gobierno, sino también por la mayoría de la población. Hoy, como si la historia se escribiera a miles de kilómetros y siglos después, podemos ser testigos de la caída final del imperio masista, que sin dudas nos dejará mucha ruina a todos.

Durante mucho tiempo, políticos y sectores empresariales advirtieron sobre el verdadero rendimiento de la famosa economía «blindada» que Lucho Arce promovió internacionalmente y que incluso su principal adversario actual, Evo Morales, posicionó en repetidas ocasiones. Sin embargo, nadie escuchó ni reflexionó en cada época electoral.



Pero ahora, cuando la crisis finalmente llega y arrasa con más del 60% del valor del boliviano, con el problema de los hidrocarburos que va más allá del diésel y además con un problema nacional de migración rápida hacia ciudades que no estarán preparadas para recibir a todo un país, aparecen «los empresarios» —entenderá luego el porqué de las comillas— a darle su toque final a la receta de la catástrofe.

Estos «empresarios», que bajo sus asociaciones tenían la gran oportunidad de presionar y exigir soluciones estructurales para la situación actual, como reducir el gasto público, liberar la economía, aliviar la presión fiscal e incluso fortalecer la institucionalidad respetando la redistribución correspondiente para el legislativo según el Censo del 2023, pieza clave para frenar las decisiones caprichosas de los siguientes gobiernos de turno, decidieron ir por el camino más peligroso, cortoplacista e irresponsable.

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Legitimaron el impulso del Gobierno de curar la economía a base de una nueva y pesada deuda internacional, lo cual no solo es irresponsable porque ya sabemos que no administrarán mejor esos recursos, sino que también sabemos lo que esa deuda genera a largo plazo en el país que acude a estos mecanismos. Un claro ejemplo es Argentina, una potencia destruida hasta la base.

El hecho de crear una comisión selectiva para reducir aranceles a ciertas empresas resulta hasta sospechoso, pues se definirá entre cuatro paredes quiénes se benefician y quiénes no en esta «lucha por salvar la economía». Es decir, la solución no será para todos, y menos para la competencia de estos «empresarios».

El caso empeora porque estos «empresarios», desde su posición de privilegio, han salido a demandar créditos para ciertos sectores específicos. Es decir, créditos para ellos y sus amigos.

Mercantilismo puro y duro.

No pidieron medidas para todos, pidieron beneficios personales a cambio de que Arce tenga una campaña política más tranquila con una economía subsidiada por deuda deuda que la asumiremos todos y las próximas generaciones.

Además de haber quedado ridiculizados en el pasado, ahora terminan desesperados al meterse en la cama con el poder, como si incluso a nivel personal les beneficiara. Nuestra mentalidad tan básica y reducida nuevamente nos domina, como si arrodillarse hoy mejorara el futuro de sus empresas. Mire cómo quedaron los amigos del poder en Argentina y Venezuela, todos quebrados o en una peor posición.

En fin, este desenlace, en el que ni siquiera estamos a mediano plazo de encontrar una solución, ahora con toda seguridad puedo decir que nos tiene cómplices a todos, o al menos hasta que decidamos en la próxima elección nacional iniciar ese proceso de liberación boliviana que, al igual que a Argentina, necesitamos urgentemente los bolivianos.

Juan de Dios Villarroel Fernández

Analista Político