Horacio Poppe visita a Camacho y dice que está “impecable” y que no le gusta pasar de “pobrecito”

“Hablamos de todo. De lo que pasó. De lo que está sucediendo en el país. De la crisis económica. De la división del MAS y de sus palos blancos. De los traidores, de los íntegros…», relata el exdiputado, quien define a Camacho con una sola palabra: valiente”
Imagen con al que Poppe acompañó su relato.
Imagen con la que Poppe acompañó su relato.

 

Fuente: Visión 360
Por Fernando Chávez Virreira

El exdiputado Horacio Poppe visitó este fin de semana al gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, en el penal de Chonchocoro de La Paz, tras lo cual publicó un relato en su página de Facebook en el que sostiene que se nota que la autoridad “aparece impecable, que no le gusta victimizarse y que no quiere pasar de pobrecito”.

“Es domingo y son las 9 de la mañana. Mi camarada y yo estamos en la puerta de Chonchocoro. Frente a ese inmenso recinto penitenciario. El centinela se nos acerca y nos pide nuestra identificación para verificar si estamos en la lista de invitados.  Al poco rato, tras verificar en un computador, nos da el visto bueno y nos pide esperar.  Hace frío, pero se soporta”, comienza relatando el exlegislador por Chuquisca del Partido Demócrata Cristiano (PDC).



“Visitar a Luis Fernando Camacho automáticamente te convierte en sospechoso. Nos piden ingresar a un escáner en forma de callejón, que te lleva de un extremo al otro a través de una cinta transportadora, que muestra tu cuerpo a detalle, donde se distinguen los músculos, los huesos e incluso los genitales, algo un tanto obsceno y denigrante”, dice en la narración.

“Una vez dentro, nos meten a una habitación pequeña, de dos por dos, con vista al patio donde los reos de dos pabellones se pasean aprovechando del sol. Al poco rato, entra Camacho y el sargento que lo escolta nos pide agruparnos para la foto. La foto que luego llega al Ministerio de Gobierno. Nos abrazamos y sonreímos, para que la foto sirva también de mensaje”.

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Camacho aparece “impecable”, dice Poope, se nota que no le gusta victimizarse, que no quiere pasar de “pobrecito”. «Se arregla bien con lo poco que tiene. Se muestra fuerte. Se lo ve emocionalmente estable. Físicamente resistente».

“Ha aprendido mucho. Se nota. Al tiro me doy cuenta que ya es parte del entorno. De alguna manera se ha integrado a ese medio que es totalmente hostil. No le queda otra. O sobrevive o se trastorna. Los reos que pasan y lo ven a través de una ventana que tiene los vidrios rotos, lo saludan efusivamente. ‘Doctor, buen día’. ‘Mi gobernador, un gusto saludarlo’. ‘Hola Camacho’. Son algunas cosas que le dicen con una sincera sonrisa”.

El autor del relato asegura que Camacho no comparte con los otros internos porque no tiene autorizado salir de su celda más que cuando recibe visitas. Pese a ello, pese a lo poco que interactúa con el resto, se nota que se ha ganado su respeto. Él no es un preso común, es un preso político en medio de asesinos, narcotraficantes y violadores. Un preso que, como él dice, es el único que no sabe cuándo termina su encierro, a diferencia de los otros, dice el autor.

“Difícil ponerse en sus zapatos. Difícil juzgarlo. Difícil comprender por los miedos que seguramente pasa y no se notan. Él y yo nunca nos entendimos en política. Nunca nos apoyamos. En su momento luchamos por lo mismo, pero por separado. Pero soy amigo de su padre y por eso siempre le guardo un afecto particular”, afirma.

“Hablamos de todo. De lo que pasó. De lo que está sucediendo en el país. De la crisis económica. De la división del MAS y de sus palos blancos. De los traidores. De los íntegros. De la necesidad de lograr un mayor alcance como oposición, etcétera. Fueron cuatro horas de intenso y ameno debate”.

-“¿Algún mensaje? ¿Algún recado?”, le preguntó Poppe antes de que los guardias les ordenen salir. “Ninguno mi hermano”, le respondió.

“Y no es que no tenga nada que decir. Tiene tantas cosas guardadas, que solo un libro va a poder revelarlas. Con un fuerte abrazo nos despedimos. Da pena. Uno se va sintiéndose un poco egoísta, por tener mucho de lo que él no tiene: libertad. Si al final me pidieran definir a Camacho con una sola palabra, ahora que lo he visto humanamente desnudo, sin dudarlo diría: valiente”, termina el relato.