La crisis de la oposición boliviana: una reflexión urgente

A medida que se acercan las elecciones en Bolivia, la oposición política del país revela una vez más su incompetencia y falta de compromiso con el país.

 



La crisis política en Bolivia, marcada por la falta de oposición real, es aún más peligrosa que la crisis económica que nos tiene ahogados. La situación económica es solo uno de los síntomas de una grave enfermedad: la ausencia de una oposición capaz de desafiar al poder y ofrecer un cambio verdadero.

En el pasado, Bolivia contaba con instituciones y partidos que, más allá de que uno comulgara o no con su forma de pensar, tenían ideologías claras y proporcionaban un espacio saludable para el debate político y la formación constante de sus jóvenes líderes y militantes. 

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La existencia de estos partidos fortalecía el tejido democrático del país, permitiendo un intercambio de ideas que enriquecía a la sociedad. Sin embargo, el MAS y algunos otros caudillos regionales, se encargaron de desmantelar estas instituciones; destruyendo no solo a los partidos, sino también al marco necesario para un debate ideológico genuino, dejando un vacío que ha sido llenado por oportunistas sin principios, liderazgo y mucho menos ideología. 

En lugar de partidos con historia, presencia nacional y valores sólidos, la oposición boliviana se ha reducido a una subasta de siglas vacías, donde se esconden políticos sin visión ni compromiso, a los cuales ya se les hizo costumbre, que, en vez de trabajar al votante, debatir y presentar propuestas, es mejor esperar que las encuestas decidan quién lidera para acomodarse bajo la sombra del «voto útil». Una táctica mediocre y barata que no solo destruye la democracia, sino que insulta y aprovecha la desesperación de elector boliviano por un cambio, el que sea.

Mientras que, en otros países como Argentina, el debate de ideas y muchos años de persistencia de figuras como Milei han llevado a que la población abrace y demande corrientes ideológicas como el liberalismo, en Bolivia la política no deja de ser un simple juego de supervivencia. Los actores políticos de oposición, nuevos y viejos, no están interesados en proponer soluciones ni en articular una visión diferente para el país; su única prioridad es negociar espacios de poder pocos meses antes de la elección.

Esta falta de ideología y de compromiso ha debilitado a la oposición hasta el punto de hacerla completamente irrelevante y hasta graciosa para el oficialismo. 

El cambio de gobierno no ocurrirá de la noche a la mañana, especialmente si seguimos confiando en los mismos políticos que salen de su escondite pocos meses antes de la elección. Este proceso requiere años de trabajo. Es necesario tener partidos sólidos, fortalecer las instituciones, y esparcir ideas que resuenen y se debatan genuinamente en la sociedad. 

Solo cuando logren que la sociedad en general demande sus ideas, estarán en posición de desafiar al MAS, ganar, cambiar el rumbo del país y lo que es más importante, permanecer en el poder de forma legítima.

La complacencia y el oportunismo de la oposición la han convertido en cómplice del retroceso del país. Bolivia necesita urgentemente partidos reales y líderes con principios, con ideas claras y con el coraje necesario para desafiar al oficialismo. Es hora de romper con la mediocridad y construir una Bolivia que no solo sobreviva, sino que prospere. El futuro de nuestro país depende de ello y la responsabilidad de exigir más de nuestros líderes es obligación de todos nosotros. “El precio de la libertad, es su vigilancia eterna” Thomas Jefferson.

Roberto Ortiz