Fuente: https://www.dw.com
«Maduro, el inescrupuloso»: así titula el periódico alemán Handelsblatt, de Düsseldorf, su editorial este martes (30.07.2024), un día después que la Comisión Nacional Electoral (CNE) venezolana proclamara oficialmente a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela tras los comicios del domingo:
«Todo apunta a que el régimen de Venezuela falsificó las elecciones. Una vez más. Las maniobras de las autoridades electorales tras el cierre de los colegios electorales hablan por sí solas. Y, en efecto, es poco probable que la mayoría de los venezolanos haya votado a favor de Nicolás Maduro. Esto es amargo para la oposición y para todos aquellos que esperaban desde hace años que Maduro dimitiera para facilitar un cambio democrático y económico. Sin embargo, la oposición se ha entregado recientemente a una certeza de victoria que nunca fue realista. En once años, Maduro ha expandido su poder a la perfección y sin escrúpulos; no tiene por qué ceder. (…)
Maduro también ha consolidado su poder en la política interna y se ha creado aliados: ha involucrado a la cúpula militar en negocios ilegales de drogas, oro y petróleo. Toda una generación joven en Venezuela solo conoce los regímenes de izquierda de Chávez y Maduro, que llevan 25 años en el poder. Una cuarta parte de la población ha huido de la represión política y la miseria económica. La emigración debilita aún más el potencial de protesta. El régimen mantiene a los venezolanos dependientes de sus prestaciones sociales y los controla al mismo tiempo.
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Todo esto en conjunto significa que Maduro está en el cénit de su poder. Sin embargo, estuvo bien que la oposición, unida por primera vez, hiciera una valiente campaña electoral. Y después de estos fraudes electorales evidentes, los partidarios occidentales que quedan difícilmente pueden afirmar que el régimen de Maduro está legitimado democráticamente.»
«El fraude de Maduro»
El matutino Frankfurter Allgemeine Zeitung, de Fráncfort del Meno, apunta: «Si alguien tenía siquiera un atisbo de esperanza de que el presidente venezolano Nicolás Maduro diera paso a un sucesor elegido democráticamente tras perder las elecciones presidenciales, tendría que preguntarse qué podría haber dado lugar a esa esperanza. ¿Una creencia insondable en el bien de las personas? ¿O en el funcionamiento de poderes ocultos a favor de la ley y la justicia?
La oposición venezolana (o más bien lo que Maduro ha tolerado como tal) estuvo ciertamente más cerca de la victoria que en cualquier elección desde 1999. (…) Puede que una cuarta parte de los venezolanos haya dado la espalda a su patria devastada por el socialismo, pero los partidarios de Maduro son más poderosos que nunca. El autócrata siempre ha podido contar con la lealtad de los militares porque garantiza su riqueza sin restricciones. También puede contar con el apoyo fríamente calculado de Rusia, China, Irán, Cuba y Corea del Norte. Además, es casi notorio el desinterés de la izquierda (no sólo) latinoamericana sobre si el izquierdista Maduro es demócrata. Así que, registraran lo que registraran las máquinas de votación, la autoridad electoral dotada de personal de confianza de Maduro tenía que ofrecer el resultado deseado.
Para decirlo sin rodeos, el propio Maduro no tenía la opción de abandonar el poder. El sucesor de Hugo Chávez sigue siendo demasiado valioso para los opositores de Occidente, especialmente los de Estados Unidos, por no hablar de las nuevas élites de la Revolución Bolivariana, que se enriquecen más descaradamente a costa del pueblo que ninguna otra antes.»
«Un cuento de hadas malvado y mal contado»
Ese es el título del diario muniqués Süddeutsche Zeitung a un artículo en el que apela aEstados Unidos para poner fin a la «miseria de los venezolanos» y a fin de que puedan celebrarse nuevas elecciones.
«Venezuela ha tocado fondo. Millones de personas apenas pueden pagar sus alimentos y, según cálculos conservadores, más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. Los medicamentos escasean, los cortes de electricidad son constantes… y eso en un país que, en realidad, es uno de los más ricos del mundo. (…) Ahora, tras una década de miseria, ¿se supone que este pueblo ha reelegido al hombre responsable de esta miseria? Suena como un cuento de hadas malvado y torpemente contado.
Nicolás Maduro afirma haber sido reelegido como jefe de Estado con un buen 51% de los votos. Este cuento de hadas es malvado porque pisotea los valores democráticos. Y está mal contado porque el fraude electoral es evidente para los observadores. No sólo están las numerosas irregularidades del domingo, día de la votación: los partidarios del gobierno impidieron a los observadores entrar en los colegios electorales, la oposición no recibió resúmenes de los resultados en muchos lugares, contrariamente a lo que se había prometido. Y pasaron muchas horas antes de que el jefe de la autoridad electoral nacional, amigo íntimo de Maduro, anunciara finalmente los resultados. El sistema de voto electrónico permite declarar rápidamente al ganador.
Incluso si se pudiera encontrar una explicación para una o dos incoherencias, estas elecciones seguirían sin ser libres y democráticas. (…)
¿Qué ocurrirá ahora? (…) Lo más probable es que nada cambie. Tras once años en el poder, el autócrata Maduro dirige una maquinaria bien aceitada para mantener su poder, que se nutre de tres elementos: en primer lugar, la cúpula del Ejército, que le sigue siendo leal, aunque solo sea porque está profundamente implicada en las maquinaciones corruptas del gobierno y tiene mucho que perder. En segundo lugar, los ‘colectivos’, las bandas armadas del gobierno, que es probable que esta vez vuelvan a interponerse en el camino de los manifestantes. En tercer lugar, bastantes venezolanos se quedarán callados, en parte por miedo y en parte porque dependen de los paquetes de comida con descuento del gobierno.
Entonces, ¿no hay esperanza para Venezuela? Eso todavía no es seguro. El factor decisivo será el comportamiento del único actor que ha sido capaz de presionar al régimen de Maduro en los últimos años. Con sus sanciones contra la industria petrolera, Estadis Unidos forzó las elecciones del domingo; se suponía que serían libres y justas, a cambio de lo cual Washington habría levantado las medidas punitivas. EE. UU. debe dejar inequívocamente claro a Maduro que esto no sucederá después de esta farsa de votación. (…)
Estados Unidos debería utilizar todo su peso diplomático para asegurar que la votación se repita, sin acoso a la oposición, con los venezolanos en el exilio y con el despliegue de observadores electorales internacionales. También es necesario un acuerdo para garantizar una transición pacífica en Venezuela. Para que Maduro abandone realmente el poder, debe garantizarse que él y su círculo dirigente no acaben en una cárcel venezolana o estadounidense tras un cambio de gobierno.»
(cp)