¿Cómo enfrentar a una “guerra no declarada” a Santa Cruz?

Carlos Dabdoub Arrien

Nadie duda del desarrollo exitoso emprendido en Santa Cruz y su liderazgo en el país, a pesar de recibir apenas el 3,18% del presupuesto estatal. Sin embargo, en la Bolivia occidental, surgen voces agoreras que lo critican por un supuesto bajo impacto social -aunque la pobreza extrema de la región llega a 5,4% en contraste con la nacional que bordea los 12,5%-, y por ser insostenible en el tiempo.​



Al igual que miles de cruceños, de nacimiento o por convicción, somos conscientes que hace muchos años hay una “guerra no declarada” contra Santa Cruz. Se ha desatado una agresividad maléfica para detener el progreso de esta región y de su gente. Como respuesta a esta política discriminadora y racista, nos fuimos convirtiendo en un pueblo que sólo reacciona ante estos embates, mucho de ellos, criminales, de lesa humanidad. Nos corresponde ahora ser visionarios.

A estos signos evidentes, observamos los impactos de la revolución tecnológica que sucede en el mundo, entonces, bien vale hacer un alto en el camino y preguntarnos ¿adónde va un Santa Cruz catastrófico, si no reaccionamos, o cómo queremos llegar, al menos, al Santa Cruz resiliente, promisorio, con un crecimiento sostenible?

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Si concebimos la actual situación de esta manera, la institucionalidad política, autoridades, dirigentes y gremios de la sociedad civil, deberían volver a concertar como en tiempos idos. Plantear unidos una estrategia, no sólo de salvaguarda, sino también con actitudes simbólicas, medidas o leyes regionales creativas que, dentro del orden democrático, pongan en vilo al gobierno central, tales como ejecutar a plenitud las pocas competencias departamentales y municipales, que establecen la Constitución y las leyes, analizar jurídicamente el impago de recursos departamentales confiscados para costear competencias nacionales, etc.

Convivimos con contrapuestos externos e internos. Debemos identificarlos con cuidado, para saber cómo neutralizarlos y recuperarlos. También, existen aspectos estructurales en la región que deben ser revisados. Me refiero a la cultura organizacional y desempeño de la institucionalidad cruceña -hoy en crisis-, no sólo dirigencial, sino también de todos sus componentes, sean afiliados, gerentes o colaboradores. Que cada uno conozca el mismo derrotero a seguir. Crear una ideología cruceña integracionista, sin discriminación alguna. Todo aquello crea pasión, ímpetu, mística y de este modo, Santa Cruz será cada vez más imbatible.

Estas y otras inquietudes ameritan un amplio debate, abierto, sincero, irrestricto, donde se evidencien nuestras fortalezas y oportunidades, reconociendo también las debilidades de nuestra dirigencia o las amenazas, que acechan al pueblo cruceño. Trazar nuevos derroteros, perfilar una nueva hoja de ruta, que nos lleve a buen puerto, primero hacia el año 2030, cuando deberíamos cumplir con los objetivos del desarrollo sostenible (ODS), y si somos más disruptivos y visionarios, comenzar a levantar los cimientos del Santa Cruz 2061, cuando se conmemora el quinto aniversario de la fundación de Santa Cruz de la Sierra.

Todos deberíamos coadyuvar para crear dichos espacios democráticos y plurales. Estos aires pasajeros de crisis nos ofrecen un terreno fértil para una participación mutua, donde no prevalezca el interés sectario, partidario, ni personal. Cuidado, está en juego la supervivencia de las nuevas generaciones.

¡Planto la pala compadre, me he decidido!, nos recordaba nuestro inolvidable amigo, Aldo Peña. Hoy brindo mi homenaje póstumo a este gran trovador, querendón de su terruño.